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Reportaje:

Secundarios de lujo

Los marcos conservan, distinguen, protegen y realzan las obras de arte. Han tenido sus momentos de esplendor, pero los artistas contemporáneos los han llevado al borde de la extinción

Su destino estaba claro; los artesanos que los crearon, ellos mismos, todos lo conocían. El marco se sabe parte de un elenco y es muy consciente de su papel de secundario. Aunque ha tenido sus momentos estelares: en el año 1587 se pagó más por la confección del marco de El expolio de El Greco que por la propia pintura. Costó 200.600 maravedíes, y la pintura, 119.000.

Van Gogh sólo daba por concluidas sus obras cuando las veía enmarcadas

La historia del arte también le considera un secundario, pero de lujo, y siempre ha apreciado sus múltiples virtudes: distingue una obra de otra, la enmarca en un estilo determinado, la protege, la conserva, la realza. Vincent van Gogh llegó a decir que sólo daba por concluidas sus obras cuando las veía enmarcadas; Gauguin y Pissarro diseñaban sus propios marcos; para Ortega y Gasset un cuadro sin marco tenía el aire de un hombre expoliado y desnudo. El artista contemporáneo los ha llevado al borde de la extinción (con excepciones, evidentemente). Y el visitante -al menos el español- del museo del siglo XXI, simplemente, los ignora.

Unas cuantas tardes al acecho en el Museo del Prado -algunos de sus marcos son verdaderamente imponentes- permiten trazar el siguiente ritual de contemplación de la obra: el visitante se sitúa frente al cuadro, da unos cuantos pasos adelante, casi toca la pintura con la punta de la nariz, quiere seguir la trayectoria de la pincelada, no perderse ni el más mínimo detalle. Y unos pasos para atrás, lo observa desde una perspectiva diferente, luego dirige su mirada -este paso puede ser el último o el primero, todo sea dicho- directamente a la ficha explicativa que acompaña a cada obra. Y pasa al siguiente. A nadie se le ocurrió desviarse de su itinerario y levantar la vista unos centímetros hacia arriba, hacia abajo o hacia la izquierda o la derecha. Una pena, porque los marcos cuentan historias como las que siguen a continuación:

- Museo del Prado. El marco que más se repite es el Mengs, un modelo con hojas carnosas dispuestas en diagonal. El Mengs nos cuenta que procede de una colección real y su repetición responde a un intento pasado del museo de enmarcar todas las obras con el mismo marco. "En el Prado hay muy pocos marcos originales", reconoce Gabriele Finaldi, director adjunto de conservación e investigación de la pinacoteca. Los marcos son las primeras víctimas de los traslados, las modas o el paso del tiempo. Los que resisten muestran con dignidad sus magulladuras: el marco que ahora acompaña a Venus y Adonis, de Veronés, todavía luce sus cicatrices, tuvieron que amputarle unos centímetros para que se adaptase a esta pintura, de menores dimensiones. En definitiva, más pinturas que marcos; por tanto, no es raro ver pinturas del siglo XVI rodeadas de un marco del siglo XX. "La gente no presta atención a los marcos y, por tanto, no reconocen el periodo, y para nosotros prima el aspecto estético sobre la época, que es secundaria", explica Finaldi.

Los artesanos de Casa Cano son los autores de muchos de esos marcos del siglo XX que el ojo inexperto calificaría de antigüedades. "Eran artesanos de altísima calidad, sus obras eran admirables". Y no es difícil reconocer algunos de los marcos con sello Casa Cano: arriba llevan impreso el número de inventario; abajo, una placa con el nombre del autor, la fecha de nacimiento y fallecimiento y el título de la obra; y a los lados, otras dos placas con el nombre del donante y el copyright. "Ahora en el museo estamos muy encima de los marcos; después de la campaña de reenmarcación de Casa Cano no hubo un enorme interés en ellos, pero ahora lo estamos recuperando", dice Finaldi. Y relata orgulloso: "En los almacenes teníamos un marco [donde guardan alrededor de 200] que había sido restaurado pero no tenía obra adjudicada. Y en exposición no nos acababa de convencer el marco de Los niños de la concha, de Murillo, porque era algo pobre y nos dimos cuenta de que el marco desparejado del almacén tenía motivos de conchas, así que pensamos: ¿por qué no los unimos? Fue un matrimonio de conveniencia. Tuvimos mucha suerte porque, además, resultó que el marco tenía casi las mismas medidas que la pintura. Fue perfecto".

A pesar del creciente interés de la pinacoteca en los marcos, Finaldi matiza que el Museo del Prado no pretende competir con los anglosajones. "En los museos ingleses o americanos no ves solamente una colección de pintura; también ves una magnífica colección de marcos extraordinarios, es algo cultural; en España tenemos otra historia", concluye.

- Museo Reina Sofía. El arte contemporáneo busca la contemplación del objeto sin alteraciones. Por eso los marcos de este periodo son escasos. "Es muy significativa la importancia que los artistas dan al valor plástico del marco, porque precisamente por eso, por su poder, deciden prescindir de ellos. El valor visual del marco es innegable; de lo contrario, el arte contemporáneo nunca se hubiera deshecho de él", explica Javier de Blas, jefe del departamento de colecciones del Museo Reina Sofía. Y añade: "El marco puede distraer la mirada, por eso se elimina, por eso y por un afán de respetar la libertad del artista, que no quiere estar constreñido en los límites del marco".

Los cuadros del museo reposan sobre bastidores o muestran marcos de madera o aluminio muy discretos. "Sí, la tendencia es que pasen totalmente inadvertidos". Aunque en sus salas también hay marcos poderosos que retan a la pintura y todos tienen un punto en común: proceden de coleccionistas. "El coleccionista es consciente del valor ritual del objeto, de las connotaciones ajenas a la obra; el marco es un valor añadido, aumenta la singularidad y también hay algo de fetichismo. El marco es la urna".

A pesar de que estos marcos no respetan su máxima de "alterar lo mínimo la percepción", el museo los respeta. "El marco del coleccionista tiene que ver con la historia de la propia obra; sólo se retira cuando provoca tensiones al estar en contacto con la pintura".

Como siempre, hay excepciones; en este caso, integradoras. "Hodgkin integra extraordinariamente el marco en la obra, la pintura se extiende más allá del lienzo, y Tàpies proyecta la mancha más allá del límite de la imagen", señala De Blas.

Toda la colección de fotografías del Reina Sofía está enmarcada. "La pintura se puede permitir prescindir del marco, la fotografía todavía no. Necesita un marco para ser distinguida, para reivindicar su condición de obra de arte. Cuando se valga por sí misma y se libere de los complejos de las obras menores, podrá omitir los marcos".

<i>Old sky</i> (1996-1997), óleo sobre madera, de Howard Hodgkin (colección privada, Londres).
Old sky (1996-1997), óleo sobre madera, de Howard Hodgkin (colección privada, Londres).
<i>Toma de una plaza fuerte</i> (1697-1700), óleo sobre lienzo de Luca Giordano, con marco de Mengs (Museo del Prado).
Toma de una plaza fuerte (1697-1700), óleo sobre lienzo de Luca Giordano, con marco de Mengs (Museo del Prado).
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