Desenlace feliz
Irán ha anunciado la liberación de los 15 marinos británicos apresados hace 12 días en aguas del golfo Pérsico, que regresarán hoy a su país, como un gesto de buena voluntad, un "regalo" al pueblo británico. Su presidente, Mahmud Ahmadineyad, al que caracterizan sus frecuentes exabruptos, sonrió ayer a los cautivos y bromeó con alguno de ellos, que se presentaron ante las cámaras trajeados y aseados en un acto teatral y propagandístico que sucedió a una conferencia de prensa de amplio espectro, enérgica, pero no insultante. No hubo acusaciones vitriólicas ni se exigió de nuevo a Londres que se disculpara por haber violado las aguas territoriales iraníes. Ahmadineyad incluso sugirió que la actitud hacia Estados Unidos del régimen de los ayatolás podría cambiar si la Administración de George W. Bush modifica su comportamiento hacia el Estado islámico.
Bien está lo que bien acaba. Algunas declaraciones de los últimos días, tanto en Londres como en Teherán, apuntaban a una solución inmediata de una crisis que comenzaba a cruzarse con otros contenciosos entre Irán y Occidente, singularmente el nuclear, y que amenazaba con desestabilizar aún más el deteriorado escenario de Oriente Medio. Felizmente, las dos partes han decidido dar prioridad a la negociación para conseguir el desenlace buscado. Y presumiblemente no es ajeno a este diálogo subterráneo el hecho de que Teherán solicitase hace días un permiso a Washington -el mayor valedor británico- para que uno de sus funcionarios visite a los cinco iraníes capturados en enero en Irak por tropas estadounidenses.
El desenlace del conflicto apuntala una vez más la sutil dualidad de poderes en el Irán de hoy, entre un sector radical que se alinea con Ahmadineyad, y otro más pragmático, para el que lo que cuenta son los resultados. Los menos extremistas, que en esta ocasión parecen haber hecho valer su criterio, consideran que el papel internacional de Irán no deja de deteriorarse con las posiciones incendiarias que suele asumir el jefe del Estado. Esta ambivalencia se ha hecho patente en cómo los poderosos e ideologizados Guardianes de la Revolución -condecorados ayer por Ahmadineyad- han monopolizado la conducción de la crisis de los marinos británicos, en contraste con el papel marginal del Ministerio iraní de Exteriores.
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