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Reportaje:

Sangre para un nuevo abril quebrado

El asesinato de dos proxenetas en Barcelona desata una cadena de muertes entre dos clanes en Albania y España

La sangre se lava con sangre. Los grupos criminales albaneses aplican este principio a rajatabla. Lo prueba la espiral de violencia desatada a raíz del asesinato de dos proxenetas ocurrido el pasado 26 de septiembre en Barberá del Vallés (Barcelona). Aquellas dos muertes han ido seguidas de otras tres más en un macabro juego de ojo por ojo basado en el siguiente axioma: si tú matas a uno de los nuestros, nosotros matamos a uno de los tuyos. Y así hasta el infinito. La Guardia Civil ha detenido a dos de los presuntos homicidas, pero teme que haya más crímenes entre las familias implicadas. Algo así como la gjakmarrja, la venganza de sangre que tiene sus raíces en el kanum (un ancestral código de honor de las montañas albanesas).

El joven hermano de una de las víctimas mató a tiros a la madre de uno de los homicidas
Dos de los supuestos autores fueron detenidos en Madrid seis meses después del doble crimen

Ese día de septiembre, Niko Delaj, de 30 años, y Slejdi Zanaj, de 24, acudieron a una cita sin saber que les iban a matar. "Tenemos que hablar para arreglar este asunto", dijeron a otros compatriotas. Y ese día acordaron verse para solucionar el problema surgido: una prostituta había invadido el territorio en el que trabajaban las chicas controladas por Delaj y Zanaj. La prostituta había decidido moverse de zona porque unas obras de carretera le impedían captar clientes.

La cita fue en el polígono Molí d'Engall, en Barberá del Vallés, una zona que a media mañana estaba repleta de camioneros y trabajadores de las fábricas. Muchos de éstos presenciaron una discusión, oyeron voces... y a continuación un estruendo de disparos. Dos hombres cayeron acribillados a balazos. La Guardia Civil recogería en el escenario del crimen 14 casquillos de bala (unos del calibre 9 milímetros largo y otros del 7,65). Un testigo se escondió tras unos arbustos y, atenazado por terror, permaneció así más de una hora.

El Grupo de Homicidios de la Comandancia de Barcelona se hizo cargo de las investigaciones, que desde el primer momento barajaron la hipótesis de que el doble asesinato era un ajuste de cuentas entre los proxenetas albaneses que controlan a decenas de mujeres -rumanas y rusas, en su mayoría- que alquilan sus cuerpos en las cunetas de las carreteras catalanas. Gracias a los numerosos testigos de la balacera, la Guardia Civil identificó a los pistoleros. Lo difícil era localizarlos: las prostitutas huyeron en desbandada y sus proxenetas habían abandonado sus pisos de la capital barcelonesa.

Tanto los muertos como alguno de los sospechosos son originarios de Vlore, la ciudad albanesa más próxima a la península italiana. Por eso, la Guardia Civil alertó a las autoridades de Tirana ante la posibilidad que la matanza continuara en aquel país. Y así fue.

Leonora Ramaj, de 47 años, oficial de la Marina albanesa, resultó cosida a tiros en Vlore el 11 de noviembre pasado, cuando llevaba de la mano a su hija de cinco años.Leonora era la madre de Sokol Ramaj, de 23 años, uno de los presuntos autores del doble crimen ocurrido sólo un mes y medio antes en Barberá del Vallés.

La mujer fue abatida por Armando Zanaj, un joven de 16 años, hermano de uno de los dos asesinados en Barcelona. La vendetta se había consumado. Sangre por sangre. "Alertamos a la policía de Albania porque sabíamos que tanto en España como en ese país era un secreto a voces quiénes habían sido los autores del doble crimen. Pero aún así no fue posible evitar la muerte de Leonora", señala un mando de la Guardia Civil.

Un suceso tan terrible recuerda a la novela Abril quebrado, del famoso escritor albanés Ismail Kadaré, que narra la historia de un joven que debe matar a un miembro de una familia rival para cobrarse una deuda de sangre surgida varias generaciones anteriores. El relato sirve a Kadaré para recrear el kanun, el código de honor que rige la vida de los albaneses desde hace siglos. Este código pivota en la besa (el juramento o promesa de mantener el honor familiar), y contempla la gjakmarrja (venganza de sangre). Es una especie de ley del Talión, pero prohíbe el ensañamiento con las víctimas y matar a mujeres. "La delincuencia organizada, sin embargo, no respeta tales reglas, como lo prueba el asesinato de Leonora", recalca un oficial de la Guardia Civil.

La muerte de Leonora no quedaría impune. Sokol Ramaj, que desapareció de España tras el doble crimen de Barberá del Vallés, se enteró en Italia del asesinato de su madre. Así que el 30 de noviembre, apenas dos semanas después, supuestamente mató a tiros en Vlore a Shpetim Muka (tío del joven Armando Zanaj y del difunto Slejdi Zanaj), y a su amigo Ervis Shehu, además de causar heridas graves a Edvin Zanaj, de 13 años, hermano menor de los Zanaj. Como era de temer, el asesinato de Leonora había sido vengado. Ojo por ojo. Una vez más se cumplió la despiada ley que impone lavar la sangre con sangre. Sin perdón.

Los agentes del Grupo de Homicidios de la Comandancia de Barcelona han pasado los últimos meses con el temor de que el reguero de cadáveres continuase en España. Y su misión era impedir nuevos crímenes. A principios de marzo detectaron cerca de la Puerta de Alcalá, en Madrid, a un individuo cuya descripción correspondía con la de Sokol Ramaj. Durante dos semanas vigilaron discretamente al sospechoso y vieron que solía estar acompañado de otro hombre y una mujer. Tras muchas horas de ser su sombra, los guardias civiles lograron identificarlos: efectivamente se trataba de Sokol Ramaj, su amigo Elis Haxhiraj, ambos de 23 años, y una chica llamada Loredana Shehi. Los tres residían en un piso del número 15 de la calle del General Pardiñas, en el elitista barrio de Salamanca.

Agentes del Grupo de Homicidios de Barcelona, apoyados por compañeros de la Unidad Central Operativa (UCO) siguieron los pasos de los dos sospechosos del doble crimen de Barberá del Vallés. Vieron que adoptaban grandes medidas de seguridad: sólo salían acompañados de un perro -un esbelto malamute de Alaska- para dar un paseo alrededor de la manzana de su casa. Después, regresaban al piso y ya no volvían a salir. Siempre estaban en alerta.

La Guardia Civil decidió detener a los supuestos homicidas cuando estuvieran durmiendo. Sobre las seis de la madrugada del 23 de marzo, un comando de la Unidad Especial de Intervención (UEI) asaltó la vivienda y arrestó, sin resistencia, a Sokol Ramaj y a Elis Haxhiraj. Estaban despiertos, pero no tuvieron oportunidad de usar un revólver del calibre 38 que tenían cerca de una mesilla, listo para ser disparado. "Me alegro de que seáis vosotros. Creíamos que erais enemigos", dicen que dijo Sokol Ramaj a los guardias que le engrilletaron. Y tenía razón para respirar tranquilo: de haberle sorprendido sus rivales, es probable que hoy estuviera en el cementerio en vez de en la cárcel.

Los guardias civiles de Barcelona conocen bien la vesania con que actúan los clanes albaneses. Recuerdan que Flamur Bata fue asesinado el 15 de enero de 2002 en Arenys de Mar y que un hermano suyo mató al asesino poco después en Albania. Recuerdan también el caso de Fatmil Shero, de 45 años, que quedó parapléjico tras ser tiroteado por un compatriota el 8 de enero de 2002 tras una pelea por el emplazamiento de unas prostitutas. El autor del intento de asesinato fue capturado más tarde en Italia, pero quedó en libertad al transcurrir el tiempo máximo legal por una tardanza en la tramitación judicial. Pero jamás hubo en España una espiral de venganza a la albanesa como la de ahora.

El robo de 103 armas

El revólver encontrado en poder de los delincuentes albaneses detenidos en Madrid procede de un lote de armas robado del camión que lo transportaba, el 7 de enero de 2002, cuando estaba aparcado en Santa Perpetua de Mogoda (Barcelona). Unos delincuentes se apoderaron de varias cajas que contenían 103 armas, creyendo que era otra mercancía más fácil de comercializar. La mitad de estas armas ya han sido recuperadas, aunque el resto sigue en manos de hampones, según fuentes policiales.

El arsenal era de segunda mano y había sido vendido por varias empresas de seguridad a un armero que lo adquirió para exportarlo a Portugal y posteriormente revenderlo a Costa Rica (España prohíbe la venta de armas a este país centroamericano). En vez de seguir ese procedimiento, el armero decidió enviar las armas directamente a Centroamérica a través del puerto de Barcelona, ahorrándose los costes de su traslado a Portugal.

Como esta operación es irregular, el armero comprador cargó las pistolas y los revólveres en un camión -sin escolta ni protección- que los transportaría al puerto de Barcelona. En el trayecto, el vehículo fue saqueado.

A lo largo de los años han ido apareciendo armas procedentes de aquel golpe. Así, uno de estos revólveres fue usado el 11 de enero de 2006 en una pelea a tiros en una gasolinera de Vallirana (Barcelona). El Laboratorio de Balística habrá de determinar si el hallado ahora en manos de los criminales albaneses está manchado de sangre.

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