Los fosfoyesos vierten dudas
Greenpeace pide al Gobierno que declare instalación radiactiva las balsas de residuos del polo químico de Huelva
Hace una semana, el grupo ecologista Greenpeace acudió a Huelva, acompañados por un eurodiputado de Los Verdes, para denunciar la situación de las balsas de fosfoyesos. Según los ecologistas, en las proximidades de la zona pueden registrarse mediciones de radiación hasta 111 veces superiores al máximo permitido. Por ello, solicitan al Gobierno que declare el área una instalación radiactiva.
Los fosfoyesos son unos residuos procedentes, en su mayoría, de la actividad industrial de la empresa de fertilizantes Fertiberia, asentada en el polo químico de la ciudad, sobre la antigua marisma del río Odiel. En menor medida también la empresa Foret vierte residuos en estas balsas. Dichos residuos contienen, de manera natural, radiactividad.
La Consejería de Medio Ambiente estima que actualmente hay depositados 50 millones de toneladas de residuos. De ellos, 12 en la marisma del Pinar. A ellos hay que sumar otros siete millones de toneladas de cenizas de piritas localizadas en un área de 30 hectáreas, con montículos que alcanzaban hasta 20 metros de altura.
Con la acción de Greenpeace del lunes, el debate nunca cerrado sobre las balsas de residuos, resucitó. Sus dimensiones (1.200 hectáreas) y la cercanía a la capital -en algunos puntos se encuentran a 500 metros de las barriadas periféricas- despiertan las alarmas de colectivos ciudadanos como la Mesa de la Ría, grupos ecologistas y algunos partidos. En el otro lado de la balanza, se encuentra la Junta de Andalucía, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el Consejo de Seguridad Nuclear (CSN) y las propias industrias, que garantizan la protección y seguridad del recinto.
"El lunes, ni siquiera quisimos subirnos a las balsas, sólo estuvimos en las inmediaciones, porque no conocíamos los niveles que puede haber allí. (...) Creemos que administraciones como la Junta no saben lo que está pasando o están ocultando información sobre los fosfoyesos", explica Julio Barea, de Greenpeace. La organización afirma que la semana pasada midió una radiación 27 veces superior a lo que establece la normativa como tolerable para la salud en un año.
Para la Junta de Andalucía, no hay razón para la alarma. "Le pedimos estudios al CSIC y nos presentaron unos resultados en los que quedaba claro que los niveles de radiactividad existentes están dentro de los límites legales", afirma Esperanza Caro, directora general de Prevención y Calidad Ambiental. Tanto la Junta como el CSIC y otros expertos cuestionan el método de medición de los ecologistas. "El CSIC y los organismos a los que ellos encargan realizar estas mediciones
[universidades de Huelva y Sevilla] son de total confianza. Y nosotros seguimos sus consejos, tal y como hemos hecho por ejemplo con la restauración de las balsas", destaca Caro.
Parte de las balsas en las que desde los años 60 se vertieron sin demasiado control los residuos de fosfoyesos -incluidos vertidos directos a la ría- han sido, literalmente, enterradas por capas de tierra, materiales de deshecho y, sobre ellos, especies vegetales, en su mayoría de monte bajo, con el fin de inmovilizar y aislar los contenidos peligrosos. Con esta cobertura de tierra se perseguía también otros dos objetivos: recuperar paisajísticamente la zona y limitar las emisiones de radiación. Según el director de Fertiberia en Huelva, Roberto Ibáñez, se han recuperado 81 hectáreas y se han plantado más de mil especies vegetales.
Una de las personas que más conoce la radiación de los fosfoyesos es Juan Pedro Bolívar, catedrático de Física Aplicada en la Universidad de Huelva, y uno de los responsables de la redacción de los informes del CSIC sobre las balsas. "La normativa dice que el incremento de radiación para el público en general, sobre el fondo natural
[la radiación natural existente en cualquier zona], ha de ser menor que un milisievert
[unidad de medida para las dosis de radiación que recibe un organismo] al año. Y por debajo de esas cantidades estamos en Huelva", asegura. "Por lo que hemos medido, un trabajador que pase el máximo de horas permitido en las balsas desnudas [las que no están recuperadas con cobertura de tierra] recibe 2,5 milisiverts al año", afirma el físico, quien aclara que la radiactividad no llega a Huelva.
Pese a la demanda de Greenpeace, tampoco el Consejo de Seguridad Nuclear ve ninguna alarma. "Las balsas de fosfoyesos son un vertedero industrial controlado. No hay una situación de alarma. No es un vertedero radiológico, no es El Cabril, porque no es necesario que lo sea", dice Juan Carlos Lentijo, director técnico de Protección Radiológica del CSN.
¿Y cuál es el futuro de las balsas? Los expertos consultados hablan de una colmatación de las existentes y de su posterior recuperación por cubrición de tierra y vegetales, como ya se ha hecho con parte del espacio. Eso podría ocurrir entre los años 2012 y 2014.
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