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Entrevista:Antonio Gamoneda | IV CONGRESO DE LA LENGUA

"Todos los idiomas tienen un lado oscuro"

Juan Gabriel Vásquez

Soy un provinciano vocacional", me dice Antonio Gamoneda. Y lo cree de verdad: Gamoneda nació en Oviedo, en 1931, pero a los tres años ya estaba instalado en León -su madre asmática había obedecido al médico que le sugirió buscar ambientes menos húmedos- y ya nunca se movería de allí. Vive muy cerca de la catedral, en una casa que el poeta define como "la obra menor de un gran arquitecto". La palabra luz es, para los lectores de Gamoneda, casi una contraseña, casi un fetiche; y esa luz, al mediodía, invade la casa entera, el patio pequeño y el estudio donde el poeta trabaja y donde me recibe para hablar. Hay algunos marcos vacíos en las paredes, porque el contenido ha ido a parar a una exposición sobre la vida y la obra del último premio Cervantes; hay ediciones de algunos de sus libros, incluida la antología Sólo luz, en la que él mismo reunió lo mejor de casi medio siglo de actividad poética; y hay, sobre el escritorio, un ordenador. Los sistemas de trabajo de los escritores siempre me han interesado, y comienzo preguntándole cómo escribe, si se vale de las nuevas tecnologías. "Escribo a mano", me dice. "Pero el ordenador da limpieza al poema en los estados intermedios, y eso es útil. Salgo mucho a caminar: la rítmica andariega del paseo es excitante para el pensamiento poético. En la oreja interior, el pensamiento poético es rítmico. Claudio Rodríguez, el gran poeta español de la segunda mitad del siglo XX, escribía andando. No apunto ideas, claro: apunto versos, líneas que me interesan en cuanto las identifico con el lenguaje poético. No son ocurrencias. No soy un poeta de ocurrencias".

"Todo pensamiento procede de la lengua, no a la inversa; el idioma genera actividad y esa actividad genera sufrimiento"

PREGUNTA. En Descripción de la mentira

leemos: "Es perverso el idioma pero es enjundia de mi cuerpo". ¿Cuál es el lado oscuro de la lengua española? Y en estos momentos de celebración del español en todo el mundo, ¿cómo entender el lema "unidad en la diversidad" que rige esas celebraciones?

RESPUESTA. Todos los idiomas tienen un lado oscuro. Puedo decir que todo pensamiento procede de la lengua, no a la inversa; que el idioma genera actividad, y esa actividad puede generar sufrimiento. En esa relación, cómo el idioma puede generar sufrimiento y de hecho lo hace, hay una cierta perversidad. Ahora bien, el asunto de la unidad y la diversidad para mí se resume en la integración de otros léxicos al mío. Me ha sucedido que he tenido a veces que recurrir a léxicos que no son los míos. En cierta ocasión no quería utilizar "cuenco" ni "taza" para un verso, y acabé utilizando una palabra gallega: "cunco". ¿Por qué no habría de hacerlo? ¿Por qué no incorporar otros léxicos a mi poesía?

P. ¿En qué forma se ha enriquecido su español con el español venido de ultramar?

R. Es cierto que del otro lado del Atlántico he recibido una importante donación (me gusta llamarla así) en relación con el lenguaje. Pero es muy posible que esta donación no consista demasiado en versos puntuales -no soy capaz de rescatar con la memoria donaciones léxicas en particular- sino, a partir de los grandes poetas, en una cierta riqueza que he ganado. Pienso en Rubén Darío, Vallejo, Neruda, Huidobro, que realmente fueron alimento para mi propio pensamiento poético. Esto tiene que ver con esa especial configuración que un Darío o un Vallejo tiene del idioma. Es decir, se trata para mí de determinada articulación del lenguaje que tiene el español de América más que de cuestiones de léxico en el sentido terminológico. En algunos de mis poemas, sobre todo de juventud, puedo ver un reflejo de esto que he llamado articulación particular del lenguaje, pero no tanto en el préstamo de léxico. Por supuesto, donde es realmente fundamental el aporte del español hispanoamericano es en el modernismo español. Hay que decir de una manera rotunda que sin Rubén Darío no se hubiera dado con la intensidad con que se dio aquí en España.

P. Se habla mucho ahora de la contaminación como fenómeno del cual las lenguas deben defenderse. En general, las culturas latinas parecen obsesionadas por proteger su lengua de la influencia del inglés. ¿Cómo se relaciona usted con esos fenómenos?

R. Yo entiendo que en el caso del español -y creo que es el caso de otras lenguas- no son procedentes, aunque suceden, las incorporaciones relacionadas con otros troncos lingüísticos. Pero quiero advertir que desde mi punto de vista esto no afecta a todos los países iberoamericanos, que se han caracterizado por desarrollar un español que es local para ellos pero que puede ser asimilable para nosotros. Este comercio lingüístico, evidentemente, puede tener también la otra dirección: de España hacia América. En una palabra: la asimilación del desarrollo lingüístico del español por parte de otros países no equivale a escapar de su propia lengua. Al mismo tiempo, debo decir lo siguiente: la incorporación de palabras que no pertenecen a ese desarrollo particular de nuestra lengua no me interesa.

P. ¿Qué deberes tiene hoy en día un escritor de lengua española con respecto a esa lengua? ¿Es el escritor guardián de su lengua o más bien es el encargado de ampliarla?

R. No pienso que la ampliación lingüística sea obligada para un escritor. Pero sí que en el escritor se da un fenómeno que es ajeno al resto de las personas: en el escritor de lengua española siempre habrá una especie de incorporación selectiva de otros españoles. Yo encontraré sin duda palabras que en algún momento servirán a mi poesía. El día en que realmente disponga de ellas, estaré enriqueciendo selectivamente nuestro idioma. Pero esto no implica una obligatoriedad. Y tampoco quiere decir que deba haber un español globalizado.

P. La globalización del español es un concepto más bien sensible.

R. Yo tengo claro que, por lo menos en el sentido de la creación, la lengua no debe globalizarse. Sí es verdad, en cambio, que se debe tender desde las academias y desde la literatura a esa unidad fundamentada en la diversidad de que me hablaba antes.

P. Una de las cosas que me inquietan como novelista latinoamericano es que mi tradición siempre se ha alimentado de otras lenguas, en parte porque en novela de lengua española hay un vacío muy grande entre el Quijote y el siglo XX. ¿Cómo ocurre en poesía? La influencia del simbolismo francés es muy marcada en su obra. ¿Hay también una genealogía en lengua española a la que se siente pertenecer?

R. Yo doy por hecho que mi escritura está simultáneamente en la tradición y en la modernidad. La tradición no tiene por qué ser regresiva ni reaccionaria, ¿no? En la lengua poética en español hay una inflexión fortísima que tiene que ver -y esto tiene mucha miga- con la tipografía. En ese momento, la poesía ya no tiene que informar, porque cada vez hay más libros que cumplen esa función, hasta llegar al frenesí mediático de hoy en día. Al desaparecer la necesidad de la poesía informativa -alabar o denostar al poderoso, estimular la religiosidad, trasladar ideología y noticias-, surge Garcilaso. Ésa es la tradición que va hacia Juan de Yepes, también conocido como San Juan de la Cruz, que, creyendo que hablaba de la experiencia mística, dice que es un "no saber sabiendo". En esta línea estoy yo. Es la línea de Góngora y Quevedo. En los siglos XVIII y XIX hay un bache que no aporta nada, como no aporta nada el bachecillo actual. Luego hay un salto a la vanguardia del primer tercio del siglo XX. Ahí están Lorca, Vallejo, el Neruda de Residencia en la tierra. Ésta es mi familia en lengua española.

P. ¿Y cómo se relaciona su lengua con las otras lenguas? Pienso en esa traducción que hizo junto con su hija Amelia de Herodías,

de Stéphane Mallarmé. En el prólogo defienden ustedes las extraordinarias libertades poéticas que se tomaron haciéndola: "No se trata, en poesía, de significados precisos sino de palabras gloriosamente imprecisas, sistemáticamente turbadoras".

R. Esa traducción fue en realidad un trabajo a cuatro manos, muy interesante. Amelia es filóloga, pero también es escritora. (Yo estoy convencido de que, en secreto, es también poeta, pero le falta matar al padre). Hubo mucha discusión, porque ella, claro, no podía prescindir de su condición de filóloga. Pero al final coincidimos en que se trataba de crear un poema nuevo que no hubiera podido existir sin el Herodías de Mallarmé. Es decir que tendría valores no de igualdad léxica, pero sí de equivalencia. Así que no, no queríamos hacer un texto informativo. De una traducción literal no sale un poema de Mallarmé: sale un texto que informa al lector de cómo era el poema de Mallarmé.

P. Permítame que termine con una pregunta sobre su poesía más reciente. 'Claridad sin descanso', la última parte de

Arden las pérdidas

(2003), es para mí lo más próximo a una confesión que hay en su poesía. El último verso dice: "Ésta es mi relación, ésta es mi obra". ¿Es 'Claridad sin descanso' su testamento literario?

R. Puedo darle algunas pistas, pero me temo que no puedo contestar directamente a la pregunta. Hay dos versos: uno, de Arden las pérdidas, dice: "Así arden en mí los significados". El otro es de Cecilia, un libro que al parecer no es tan menor como yo creía: "Todo es visión, todo está libre de sentido". Cecilia se abre con una cita que le interesará, porque es de un hispanoamericano: José Lezama Lima. Dice: "La luz es el primer animal visible de lo invisible". Esas palabras tienen una fuerte relación con lo que ocurre en 'Claridad sin descanso'. Hablo de una luz última, que participa ya de lo invisible. Hablo del término del extraño y hermoso y terrible accidente que es la vida.

Juan Gabriel Vásquez (Bogotá, 1973) es autor de las novelas Los informantes (2004) e Historia secreta de Costaguana (2007), ambas publicadas por Alfaguara.

El poeta Antonio Gamoneda, delante de la catedral de León.
El poeta Antonio Gamoneda, delante de la catedral de León.RICARDO GUTIÉRREZ

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