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Tribuna:LA MANIFESTACIÓN DE PAMPLONA
Tribuna
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El Apocalipsis navarro: calma tras la tempestad

Considera el autor que el lema de la manifestación convocada el sábado pasado por el Gobierno navarro ocultaba la intención electoralista que la inspiraba.

Ya ha tenido lugar la manifestación más publicitada de todas las que he conocido (unas cuantas han visto nuestras calles desde finales de los años sesenta del pasado siglo) y el Apocalipsis sigue sin desencadenarse sobre nuestras cabezas. El jinete del hambre (bonita estampa, por cierto, la de Durero) no nos amenaza, como se encargan de demostrar los indicadores económicos. Por añadidura, para visualizar la tranquilidad existente en nuestra comunidad, se celebra en Pamplona la IX Semana del Pincho. Así que podrían vernos ustedes pasear apaciblemente en cuadrilla y hablando de cualquier cosa, a la descubierta de las sabrosas ofertas de nuestros hosteleros, pues son muchos los bares merecedores de una visita. Ni un átomo de miedo en las satisfechas caras de los viandantes.

No se perciben riesgos de ese tipo por ningún lado, pero escuchándoles parece que el cielo va a desplomarse
En la política democrática, que es plural, el órdago del conmigo o contra mí está condenado al fracaso

Esta cierta distancia con la que observamos desde aquí a quienes nos amenazan con todos los males que nos acechan no es un signo de frivolidad, ni de despreocupación. Por el contrario es un síntoma de la tranquilidad y confianza que tenemos en nuestras instituciones y en nosotros mismos, ciudadanos conscientes del valor de nuestro voto. Poco miedo, pues, que el futuro depende de nosotros y ya sabemos cómo cuidarnos y cómo votar.

Pero, desde que el PP y Rajoy han descubierto lo "bonitas" que son las manifestaciones, corremos el riesgo de tener una, y televisada en directo, todos los sábados de aquí a las elecciones de mayo. Pues de eso se trata, de tener al elector en agitación permanente, que hasta ahora la televisión sólo daba en directo los encierros y algunas corridas sanfermineras, y los partidos de Osasuna.

Quien haya vivido o leído algo sobre el desarrollo de la política navarra durante los últimos treinta años puede contemplar cómo el mismo problema, el mantenimiento del régimen foral y su relación con el País Vasco, como si de una pesada noria se tratase, vuelve a pasar por el mismo sitio una y otra vez. Lejos -dichosamente, muy lejos- han quedado los tiempos en que los ciudadanos vieron cómo sus campos se teñían de sangre en tres guerras civiles (entre 1833 y 1940) a lo largo de un siglo. No se perciben riesgos de ese tipo por ningún lado, pero, vistos y oídos el ruido, el vocerío y el toque a rebato que, de forma absolutamente electorera e inoportuna, han puesto en marcha de consuno el Gobierno foral de UPN-CDN y el Partido Popular, pudiera parecer que el cielo va a desplomarse sobre nuestras cabezas de un momento a otro. Pero el problema vasco encontró una vía de solución en el acuerdo del Consejo Parlamentario de Navarra de 30 de diciembre de 1977 -pues ha durado treinta años-, que se reflejó luego en la Constitución Española (1978) y el Amejoramiento del Régimen Foral, del que el pasado día 15 se cumplieron veinticinco años. Y seguirá ocupando nuestro tiempo.

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Ya se ha celebrado la manifestación. Bien. Vayamos, pues, a los argumentos, ahora que la calma que sigue a toda tempestad -borrasca más bien- debiera de imponerse.

1.- La proclama. Podría pensarse, visto el lema de la manifestación, que los ciudadanos navarros estamos seriamente amenazados por no se sabe qué fuerzas oscuras, a punto de ser invadidos, y que nuestra libertad está a punto de esfumarse delante de nuestras narices. De ahí que la convocatoria rezara "Fuero y Libertad. Navarra no es negociable".

Las amenazas que los políticos y partidos de la derecha (UPN-PP y CDN) observan con atención de entomólogos se ven desde aquí con la distancia y la lejanía de quien se aplica a tareas más prosaicas y diarias: trabajar, pasear, atender a la familia, comer, beber y hablar en la compañía de sus amigos...

Pienso yo que el presidente Sanz y su Gobierno, tal vez despechados porque el presidente Zapatero les hace poco caso (lo que no es de recibo, ya que la relación entre las instituciones autonómicas y las que representan al conjunto de España debieran de ser buenas o, cuando menos, correctas), han cogido velocidad, animados por las "bonitas" manifestaciones de la derecha de Rajoy y se han pasado de revoluciones, porque les han guiado sólo cálculos electorales.

El domingo 11 de marzo, el presidente Sanz se animó ante sus huestes y nos arrojó a las tinieblas exteriores a muchos navarros: "El que no acuda a la manifestación convocada por el Gobierno no está ni por la libertad, ni por el Fuero, ni por defender que Navarra no puede ser objeto de una negociación. No valen excusas", dijo. Y tiene razón, no valen excusas, pero ante sandez semejante sí valen los razonamientos. Vengamos a ellos.

Aunque nos haya excluido de los buenos ciudadanos navarros (que hemos debido de ser muchos, dadas las cifras se barajan de la manifestación), hay que reconocerle que está bien que hablara de ciudadanos, pero pienso que anduvo errado. Se equivocó, posiblemente lo sepa, cuando afirmaba, con excesiva ligereza, que quien no acudiera a esa manifestación no está por la libertad. Sería, acaso, más prudente no ofender la inteligencia de los ciudadanos de Navarra ni la suya propia.

La reconvención resulta más molesta puesto que hay muchas personas en Navarra que lucharon por la libertad y contra la dictadura franquista. Aún quedan muchos de quienes recorrieron la geografía navarra a finales del otoño de 1978 para pedir el sí a la Constitución de sus ciudadanos, mientras alguno de los fundadores de su partido -cuyo nacimiento, el de UPN, se basaba en ese rechazo para romper la UCD de Suárez- firmaba un escrito en el que se decía literalmente "que el texto de la Constitución no lo consideran aceptable desde el punto de vista foral". Bien hallados estemos todos en el constitucionalismo democrático, pero no nos den, ustedes los de UPN, lecciones en esta materia. Si fuera preciso, el presidente del Parlamento foral, entonces en UCD, podría refrescarle la memoria al presidente del Gobierno de Navarra.

2.- El futuro. En la política democrática, que es plural, el órdago de conmigo o contra mí, la posición de arrinconar al enemigo, que es lo que ha querido hacer con el PSN-PSOE, está condenada al fracaso. La política democrática se basa en el entendimiento, en la tolerancia, en el pluralismo de los partidos; por eso se habla de ellos en plural, porque no se quiere un partido único.

Por eso, los modos que ha utilizado el Gobierno de Navarra para la convocatoria de esta manifestación y en las declaraciones inmediatamente posteriores tienen mucho más que ver con el fomento de la división entre los partidos que defienden la Constitución de 1978 y el Amejoramiento del Régimen Foral de 1982, que con el fortalecimiento del entendimiento y el acuerdo. Y no debiera echar en saco roto que el PSN-PSOE fue uno de los partícipes principales en la elaboración y aprobación de la Constitución Española y el Amejoramiento del Fuero.

Cuando el cálculo electoral prima sobre las convicciones democráticas y se pierde el sentido de la medida, se corre el riesgo de obrar de forma desacertada, de buscar el hundimiento y la aniquilación del enemigo. Pero cuando uno se equivoca de enemigo (que es ETA) y toma por tal al PSN-PSOE, en lugar de verlo como un adversario y competidor que garantiza tanto la solidez de nuestras instituciones forales como la alternancia de nuestro sistema democrático, se arriesga a perder la batalla en que está empeñado y aun los principios democráticos.

Está errado de nuevo el señor Sanz cuando el mismo sábado pasado confundió una manifestación con un plebiscito. Cada cosa en su lugar, pues no vendré yo a repetir esa plúmbea tautología de "Navarra es Navarra", para decir que "una manifestación es una manifestación" y un "plebiscito un plebiscito". Yerra, porque un plebiscito es "una consulta que los poderes públicos someten al voto popular directo", y no había el sábado ninguna convocatoria en la que los ciudadanos tuviéramos que decidir.

Enseguida llegan las elecciones al Parlamento foral. Y bien se ve que estamos de precampaña electoral.

Angel Pascual es historiador.

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