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Tribuna:TRIBUNA SANITARIA
Tribuna
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Cinco años de autorregulación comprometida

Supongamos un sector económico en una sociedad moderna que se caracteriza por ser, entre otras cosas, líder en inversión en investigación y desarrollo, capaz de innovar en todos los aspectos empresariales y de crear empleo sostenido cualificado durante los últimos 50 años, responsable con mayúsculas de que sus productos sean lo más seguros posibles, de la mejor calidad y altamente eficaces; y, finalmente, con una extraordinaria vocación de servir a la sociedad en aquello que resulta más sensible cuando falta: la salud. No es ningún sueño. La tenemos aquí. Es la industria farmacéutica.

En España, igual que a escala internacional, la industria farmacéutica desarrolla su actividad interaccionando con distintos grupos de interés. Dentro de éstos destaca el de los profesionales sanitarios habilitados para prescribir o dispensar medicamentos. Esta relación se basa, en el caso de los medicamentos éticos, en la necesaria prescripción por un médico para que el paciente pueda adquirir un medicamento a través de una oficina de farmacia. Así, médicos y farmacéuticos, especialmente los primeros, reciben de la industria farmacéutica una información constante sobre sus productos para poder conocer sus propiedades farmacológicas y poder prescribir el mejor producto para el paciente.

España es un ejemplo de autorregulación en la industria farmacéutica en relación con la promoción de medicamentos

La relación entre la industria farmacéutica y los profesionales sanitarios ha tenido distintas etapas. Desde la década de 1950 a mediados de la de 1980, el mercado farmacéutico se ha caracterizado por una constante e importante fase de descubrimiento de medicamentos que han contribuido de forma determinante a que la industria creciera, desarrollándose las empresas transnacionales. En esta etapa, los profesionales sanitarios, médicos principalmente, se han visto inmersos en un proceso de divulgación y aprendizaje científico, no sólo dentro de su propia área de conocimiento, sino adicionalmente con las nuevas alternativas terapéuticas farmacológicas que cada vez llegaban al mercado con mayor intensidad. Derivado de este desarrollo del mercado farmacéutico, la competencia entre los distintos laboratorios les ha llevado a buscar elementos adicionales de atracción para suscitar el interés del profesional sanitario en las novedades farmacológicas o para reforzar las ya existentes.

Esta situación desembocó en relaciones poco deseables por su escasa transparencia y por la percepción de que el profesional sanitario podría verse influido por acciones promocionales fundadas en incentivos éticamente rechazables.

A mediados de la década de 1980, empezó a crecer en los mercados más desarrollados - EE UU, Reino Unido, Alemania- una competencia de medicamentos genéricos derivada de la pérdida de la patente de producto de los medicamentos innovadores. Fruto de esta entrada de nuevos competidores fueron el agravamiento en las condiciones del mercado a nivel general y, por otro lado, el aumento en las inversiones para descubrir nuevos medicamentos. Estos dos vectores -competencia de los genéricos y dificultad de innovar- derivaron en una mayor presión promocional desde los laboratorios a los profesionales sanitarios incrementando las situaciones de riesgo.

En la cultura anglosajona, e incipientemente en la mediterránea, los sectores productivos tienden a dotarse de unas normas -siempre dentro del ordenamiento jurídico- que buscan establecer pautas de comportamiento dentro del mercado. No son leyes aunque vinculan directamente a quien las acepta de forma voluntaria. Es la autorregulación.

El sector farmacéutico, que ha sido capaz de establecer estándares a escala internacional sobre cómo deben llevarse a cabo, entre otros, procesos de fabricación de medicamentos, también está abordando cómo deben ser sus relaciones con los profesionales sanitarios.

España es un ejemplo en el ámbito internacional de cómo se está estructurando el sistema de autorregulación en la industria farmacéutica en relación con la promoción de medicamentos. La industria farmacéutica establecida en nuestro país se ha dotado de un Código de Buenas Prácticas para la Promoción de los Medicamentos, absolutamente innovador en la concepción y en su desarrollo, en tanto en cuanto ha supuesto, además, la creación de unos órganos de control que deben velar por la correcta aplicación del mismo. Un sistema de autorregulación sin órganos de control es generalmente un documento de buenas intenciones.

El Código español contempla tres órganos de control: la Unidad de Supervisión Deontológica, la Comisión Deontológica y el Jurado de Autocontrol, cada uno con una misión perfectamente definida. Desde 2002, y en sucesivas ediciones (2004 y 2005), el Código se ha ido perfeccionando para garantizar que la promoción de medicamentos se realice conforme a los más estrictos principios éticos de profesionalidad y responsabilidad.

Dentro del sector farmacéutico internacional, y en concreto en el desarrollo de códigos de buenas prácticas, España no sólo está participando muy activamente en sus organismos internacionales (EFPIA a nivel europeo e IFPMA a nivel internacional), sino que además asesora a distintos países latinoamericanos. Se ha creado una red internacional de supervisores internos de la industria farmacéutica, cuya primera reunión se realizó en Madrid, que velan por el cumplimiento de los códigos nacionales y de cada laboratorio. Esta capacidad de acción sólo ha sido posible gracias a una industria muy seriamente comprometida de forma real con la buenas prácticas, un compromiso que tiene que materializarse en hechos. Los hechos son elementos de transparencia y credibilidad que son contrastados diariamente. Nada más y nada menos.

Las relaciones entre la industria farmacéutica y el profesional sanitario están evolucionando, pues, hacia un nuevo sistema de relaciones transparente y comprometido en beneficio del paciente. Los procesos se están adaptando dentro de los laboratorios, las estrategias comerciales desarrollan modelos de colaboración conformes con el Código, se comunican a los Órganos de Control competentes sus actividades promocionales. En definitiva, este proceso imparable de regeneración de la industria farmacéutica y sus relaciones con los distintos grupos de interés, en especial con los profesionales sanitarios, conducirá a una mayor y mejor percepción del valor social y productivo que aporta el medicamento. Es la revolución silenciosa.

José F. Zamarriego Izquierdo es director de la Unidad de Supervisión Deontológica de Farmaindustria.

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