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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Sardana en la Sagrada Familia

Las convocatorias polisémicas suelen hacer extraños compañeros de viaje. El domingo había una de estas llamadas abiertas frente al templo de la Sagrada Familia, que acabó reuniendo a unas 4.000 personas, según la agencia Europa Press (este cronista no realizó ningún recuento: apretujado entre la multitud, bastante pena llevaba como para ponerse a pasar lista). Por un lado, estaba la protesta contra el paso del tren de alta velocidad por el centro de la ciudad, organizada por un denominado Col·lectiu per un Bon Traçat de l'AVE, que en los días pasados recogió firmas ilustres para su causa, entre ellas las del director musical Antoni Ros Marbà, la cocinera Carme Ruscalleda, el cura Josep Maria Ballarin y el médico Santiago Dexeus. El alma de este colectivo es el empresario Josep Espar Ticó, uno de los fundadores de Convergència Democràtica, que llegó al templo acompañado por el radiofonista -en camisa verde fosforito- Justo Molinero, todo un clásico en los actos de masas convergentes. Por otro, la convocatoria celebraba los 125 años de la colocación de la primera piedra del templo (que se cumplen hoy) y los 100 de la composición de la sardana La Santa Espina, debida a Enric Morera (música) y Àngel Guimerà (letra), estrenada el 19 de enero de 1907.

Mezclando todos estos elementos en la coctelera se obtenía el objetivo de la convocatoria: formar una rotllana que homenajeara la sardana de Morera, recordara la primera piedra del templo y además se opusiera al paso del AVE por las inmediaciones. Tres en uno. Las protestas catalanas suelen ser así de polivalentes. Y como quiera que el alcalde, Jordi Hereu, también está a favor de un buen trazado del AVE -que para él pasa por el centro de la ciudad- y además considera que la primera piedra de la Sagrada Familia supuso el inicio de un "equipamiento religioso y cultural fundamental para Barcelona" -así lo dijo, así- y encima está a favor de que la gente baile y se lo pase bien -dicen que bailar le gusta mucho, veremos cómo lo hace cuando se traiga a Carlinhos Brown-, pues para allí que se fue el hombre, más chulo que un ocho. A pie de obra fue recibido por el presidente delegado de la junta del templo, Joan Rigol; el obispo auxiliar de Barcelona, Joan Carreras, y el arquitecto de las obras, Jordi Bonet, hermano del párroco. Espar Ticó dedicó al alcalde un cálido apretón de manos y luego se cuidó él mismo de que fuera retirada una pancarta que le tildaba de "oportunista". Todo un detalle de concordia, sin duda inspirado por Rigol, el rey de los pactos en el país del país de los pactos que un día fue Cataluña.

Pero a los de la protesta del AVE no les gustó igualmente la presencia de Hereu. "¿Qué hace éste aquí si no va nunca a misa?", gritaba airada una señora, mientras otra le reconvenía que aquello no era una misa, aunque pudiera parecerlo, y una tercera le espetaba un indignado "poca vergonya". Nada del otro mundo.

Asistía a la escena Xavier Trias, el cual aseguraba no tener nada que ver con la organización de la protesta: "Qué más quisiera, si la hubiera convocado yo y hubiera venido toda esta gente querría decir que tengo ganadas las elecciones, y no es así". Por su parte, preguntado si la Iglesia tenía doctrina sobre el trazado del AVE, el obispo Carreras se limitó a contestar: "La Iglesia en este caso es un vecino más. Comparte temores con otros vecinos y esperamos que haya sentido de la responsabilidad. Pero para hablar de gruesos y profundidades hay que ser un técnico".

La Elèctrica Dharma, acompañada por la Cobla Bohemia, ametralló al personal con sus melodías de ayer y de siempre y muchos botaron y dieron palmas frente a la fachada de la Pasión. Luego vino la hora de los parlamentos, dos "manifiestos", según fueron definidos por los propios organizadores. El primero glosaba la gran obra de Antoni Gaudí para destacar el "compromiso ciudadano" de la jornada "contra posibles agresiones" y acababa abogando por que "nada ni nadie ponga en peligro esta joya". Así de light y educado. Realmente, había que leer entre líneas para enterarse de la protesta; volvía a funcionar el tu ja m'entens de tiempos pasados. Y luego ya sólo faltaba que Núria Feliu, otro gran clásico de la Convergència festiva y de masas, leyera un texto de exaltación de La Santa Espina para "renovar la fe en el país". La parte de su discurso más vibrante fue cuando, con voz impostada, incitó al público a corear la letra de la sardana de Morera: "Som i serem gent catalana...". Confirmado, no nos sabemos la letras de nuestras canciones: a medio camino, empezamos con el socorrido la, la, la. Pero el reparto del acto, hay que convenir, fue estelar. Sólo faltaron Oriol Bohigas y Josep Maria Subirachs para completar el bestiario ciudadano, del que no faltaron los japoneses con cara de pasmo que visitaban el templo.

Llegó finalmente el momento tan esperado de bailar La Santa Espina. Por megafonía se advirtió a los participantes de que habría dos tandas de curts, de 23 compases, dos de llargs, de 87, y un contrapunt, ante la imposibilidad de disponer de un contador que organizara el corro. Bueno, tampoco se trataba de que la sardana saliera impecable, sino de que consiguiera cerrar el círculo. Y lo consiguió.

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Ya no le quedaba a uno más que irse a tomar la cervecita ante de comer, con el calor que hacía. El pub irlandés Michael Collins, al otro lado de la plaza, estaba en penumbra y con pocos parroquianos. Ante la pinta de Guinness pensé que los irlandeses sí conocen sus canciones y que el sábado, día de su patrón, san Patricio, volvieron a demostrarlo, en Barcelona y por todo el mundo. A los nacionalismos les gusta cantar y bailar. Es una forma de sumar i no restar, que dijo aquél. Estar juntos, esa es la divisa. Aunque se piensen cosas distintas. Tu ja m'entens.

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