Talavante avisa que vive
Aviso a los navagantes: Talavante pega un toque de atención. Y vaya toque. Le bastó abrirse de capa, a pies juntos, en unos lances mecidos y templados. Las zapatillas siempre clavadas: ahora, después y siempre. Cuando el toreo es así de sincero y sencillo, y tan grande, la plaza es Fuenteovejuna: todos a una. La fiesta estaba servida, a pesar de que el toro de Núñez del Cuvillo había pasado burocráticamente el tercio de varas. Fue bueno ese toro. Y noble. Talavante, muleta en mano, se plantó en el centro del ruedo para saludarlo con tres estatuarios de rigurosa ceremonia. Toda la faena fue una ceremonia. Desde el impacto de la quietud, hasta los paseos entre serie y serie. Los pitones del dulce toro de Cuvillo acariciaron una y otra vez la taleguilla color coral del diestro. Sin inmutarse, con las pulsaciones bajo mínimos, el temple se imponía. Ora por la derecha, ora por la izquierda. El final de tan intensa obra fue un órdago: tres bernardinas cambiando la dirección del toro un segundo antes de llegar al terreno del torero. Apoteósis. No era para menos.
Cuvillo / Barrera, Morante, Talavante
Toros de Núñez del Cuvillo, el segundo fue sobrero, justos y con poca fuerza. Vicente Barrera: oreja y saludos con aviso. Morante de la Puebla: bronca y silencio. Alejandro Talavante: dos orejas tras aviso y fuerte ovación. Plaza de Valencia, 16 de marzo. Octava de Feria. Lleno.
El sexto fue toro de parecida condición, pero de menor fortaleza. En este un banderillero de Talavante quiso hurtarle a Morante el llamado "quite del perdón". El de la Puebla exigió su turno y le pegó dos chicuelinas y una media que paliaron el petardo ofrecido en su lote. Talavante replicó de igual guisa. De cerca, sin molestar a toro tan blandito, Talavante repitió en la muleta el concepto del turno anterior. Clavado a la arena, aguantó los parones de un toro cada vez más ahogado. Con la izquierda, siempre con el pecho por delante, dibujó bellos naturales. La emoción que no desprendía el de Civullo la ponía el torero. El descabello privó al extremeño de redondear tan contundente triunfo.
Barrera le cortó una oreja a su primero. Oreja que cuenta entre las de menos valor de la Feria. No sólo por una faena pulcra, algo fría y encorsetada, sino por el infame bajonazo con el que despidió al blando toro de Cuvillo. Generosa presidencia, desde luego. En el cuarto, que fue de los más tullidos de una corrida sin gas, anduvo Barrera tratando de que no se le desintegrara. A este lo mató bien por arriba.
A Morante le devolvieron su primero por inválido y le soltaron un sobrero del mismo hierro. No le duró al de la Puebla ni tres minutos. Ni lo probó. Macheteó por la cara y a otra cosa mariposa. Los artistas son así. Alguien dijo que un artista debe arriesgarse a fracasar. Eso hizo Morante. En el quinto quiso justificar el sueldo. Mas el pobre toro tampoco estaba para mucho trato. Una serie inicial con la derecha fue lo único que se tragó. Un simple coqueteo que no acabó en noviazgo.
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