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La renovación del arsenal nuclear hace dimitir a un alto cargo de Blair

El programa que votarán mañana los Comunes costará 30.000 millones

Tony Blair afrontó ayer una pequeña crisis de Gobierno con la dimisión de Nigel Griffiths, que ocupaba el cargo de líder adjunto de los Comunes, equivalente en España a un secretario de Estado de Relaciones con las Cortes. Ardiente defensor del Nuevo Laborismo, Griffiths dimitió más por coherencia que por rebeldía: se opone a la renovación del programa británico de armamento nuclear.

Nigel Griffiths ha preferido dimitir para tener la libertad de elegir el pasillo de los noes en la votación que celebrarán los Comunes sobre ese asunto mañana.

La dimisión de Griffiths, "con gran dolor de mi corazón, pero la conciencia clara", dijo, y la renuncia de un secretario privado de una viceministra, no suponen un contratiempo terrible para el Gobierno en un asunto que hiere muchas susceptibilidades en el seno del laborismo. Pero la votación de mañana puede tener más consecuencias políticas. No porque el Gobierno corra el riesgo de perderla -tiene el apoyo del Partido Conservador en este asunto-, sino porque según el número de rebeldes laboristas la victoria del sólo se deberá a los votos tories, algo siempre desagradable para un primer ministro laborista y, sobre todo, en vísperas de su jubilación anticipada.

Aunque el Gobierno puede legalmente renovar el programa de armamento nuclear sin pedir permiso al Parlamento, Blair se comprometió en su día a someterlo a consulta. Por una vez, los rebeldes actuarán más pensando en su propio credo que con el objetivo específico de debilitar a Tony Blair: la renovación de los submarinos Trident tiene el pleno apoyo de Gordon Brown, y en esas condiciones, una victoria rebelde dentro del grupo laborista tendría menos efecto político. Según una encuesta de la BBC, entre 101 diputados laborista, 22 dicen que votarán a favor de la propuesta del Gobierno, 64 en contra y 15 aún no se han decidido. Pero no está claro si la BBC ha preguntado sólo a potenciales rebeldes en un grupo parlamentario compuesto por 352 diputados. La renovación del programa nuclear costará entre 22.000 y 30.000 millones de euros en los próximos 30 años sólo para la construcción de nuevos submarinos, consumiendo un 3% del presupuesto anual de Defensa. La amplitud de la horquilla se debe a que aún no está decidido si la actual flota de cuatro submarinos nucleares se reducirá a tres.

Los defensores del programa nuclear sostienen que, pese a la caída de la URSS, en el mundo sigue habiendo demasiadas incertidumbres -como Irán y Corea del Norte- para renunciar a la disuasión nuclear. Los críticos responden que el arma nuclear no sirve para luchar contra la amenaza de los tiempos modernos -el terrorismo- y que el Reino Unido pierde fuerza moral al oponerse al arma nuclear ajena y renovar la propia.

Hay también un debate legal: mientras los críticos sostienen que el Tratado de No Proliferación es contrario a la renovación del Trident, Blair sostiene que el tratado no impide renovar las capacidades existentes y que el Reino Unido ha reducido un 70% su potencial nuclear desde que acabó la guerra fría.

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