"La República es lo único bien hecho en la historia de España"
Los niños huelen las guerras. Cuando se avecinan, hasta un chaval de once años lo nota. Sobre todo si acaba de vivir una. Con esa edad, Tomás Segovia cambió una España en guerra civil por una Francia en la que "se palpaba" la guerra mundial. En los Pirineos vio pasar a los que huían de Franco. Su abuela repartía caldo en la carretera. Tenían para 20 personas. Pasaban miles. Segovia nació "por casualidad" en Valencia, en 1927. A los dos años se trasladó a Madrid. Con el asedio a la capital, su familia, socialista "de cuando el socialismo era una moral", volvió al Levante. Era la primera vez que lo llamaban refugiado. Más tarde, en México, sería refugacho. Allí convivió con los más solitarios del exilio republicano: Luis Cernuda, Rosa Chacel, Emilio Prados, Ramón Gaya. Precisamente, un dibujo del pintor murciano ilustra la cubierta de Llegar (Pre-Textos), el libro de poemas que acaba de publicar Tomás Segovia. En 2003, Círculo de Lectores editó En los ojos del día, una amplia antología de su obra poética. Dos años más tarde Trotta hizo lo propio con Recobrar el sentido, un volumen que daba cuenta de la originalísima labor ensayística de Segovia, muy poco conocida en España.
"En el exilio viví la experiencia del no-ciudadano sin derechos. Y ése es el problema del futuro"
"Un escritor español del siglo XX es más del siglo XX que español"
Maltrecho físicamente por tres infartos, el poeta conserva una lucidez interminable. A unos pasos de su casa madrileña queda el Parque del Oeste. "Una gran parte de este libro", afirma, "está escrita paseando por ese parque". Escribe mentalmente, mientras camina: "Por eso hago poemas cortos, casi sin correcciones. Ya no tengo la memoria de antes, que era casi de circo". Tomás Segovia siempre ha escrito fuera de casa. En los parques o en los bares. En Madrid lo hace también en el café Comercial. "Necesito ruido para concentrarme", sostiene. Luego está el mito romántico: "Huyo de refugiarme en la literatura para escapar de la vida. Escribir es mi manera de tratar de poner las cosas claras con la vida, no con la literatura. Allá se las entiendan los profesores".
Tomás Segovia volvió a España tras la muerte de Franco, pero es en México donde ha recibido los premios más importantes del país. El último, en 2005, el Juan Rulfo, el cervantes mexicano. Volvió porque echaba de menos el paso de las estaciones. No por nostalgia. "Siempre me he defendido de la nostalgia oficial. Precisamente por ser niño del exilio he estado rodeado de esa nostalgia. Haber pasado una infancia desarraigada lo que me hace es no creer en el arraigo. Para muchos exiliados el centro de su experiencia es lo perdido, pero para mí lo es que yo viví la experiencia del no-ciudadano. Y ése es el problema del siglo XXI y del futuro, los derechos de los no-ciudadanos: de los ecuatorianos de Madrid, de los paquistaníes de Londres...".
Al hablar de la memoria histórica, Segovia relata un viaje a Berlín: "A los niños los llevaban a ver los museos de las atrocidades de Hitler y Stalin. Había comunicación entre viejos y jóvenes. En España los jóvenes no saben quién fue Franco y los ancianos mantienen la cultura del silencio, de no mover las cosas, de mirar para otro lado. El silencio de unos choca contra la ignorancia de los otros". Al diálogo de mudos, Tomás Segovia añade la "timidez" del Gobierno: "Entre cierta izquierda, que ahora es izquierda con mucha soda, está de moda pensar que los males fueron iguales en ambos lados de la guerra. Pues no. Basta con ver la exposición de la Misiones Pedagógicas [en el Centro Conde Duque de Madrid] para entender que la República es lo único bien hecho en toda la historia de España. Lo digo como observador objetivo. No me siento ni frustrado ni robado. Yo era un niño y pasé un poco de hambre, sí, pero a cambio de eso conocí países y estudié libremente".
Con todo, el caso de Tomás Segovia suscita siempre una pregunta: ¿la literatura del exilio es literatura española? Él cuestiona la mayor: "Un escritor español del siglo XX es más del siglo XX que español. Tiene más que ver con un checo del mismo siglo que con un compatriota suyo del XV. Las identidades existen, pero de hecho, no de derecho. Invocar como derecho un hecho diferencial es lo contrario de la democracia: es lo que invoca un rey respecto a sus antepasados. La identidad siempre acaba en bombas". Bergamín dijo que, en el fondo, Tomás Segovia es un poeta alemán. Tal vez por eso éste tenga siempre presente un aforismo de su amigo: "Buscar las raíces no es más que una forma subterránea de andarse por las ramas".
UN NIÑO DEL EXILIO
Tomás Segovia nació en Valencia en 1927
Se exilió en México
Fue profesor en la Universidad de Princeton
Volvió a Madrid el 20 de noviembre de 1976
En 2005 obtuvo el Premio Juan Rulfo
Ha traducido a Rilke, Ungaretti, Harold Bloom y Shakespeare
Acaba de publicar el libro de poemas Llegar (Pre-Textos)
Babelia
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