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Reportaje:MADRID VEDADO | La biblioteca verde

Un millón de Madonnas verdes

El Botánico conserva la mejor colección de plantas secas de España

"Imagina que eres un científico marciano y llegas a llevarte un humano y estudiarlo para evitar así que otros que vuelvan los confundan con un hipopótamo. Imagina que te llevas a Madonna y describes a los hombres bajo esa muestra. Otro colega viaja después a la tierra y se encuentra con un negro de la NBA. Claro, no entendería nada porque el error del primero fue no llevarse 50 o 60 humanos para definir bien la especie". En esto consiste la taxonomía, la labor primordial del herbario del Jardín Botánico, tal y como su jefe la disecciona gráficamente para el lego. La institución centenaria guarda más de un millón de ejemplares vegetales disecados de las cuatro esquinas del mundo en un rincón del parque científico del paseo del Prado.

Las especies archivadas permitirían reconstruir un paisaje antiguo, como un cerro en Vallecas

Junto a las plantas vivas, las muertas. Mauricio Velayos, vicedirector de Colecciones, y alma de este archivo lleno de vida mustia, encabeza un equipo de tres conservadores y 14 técnicos que trabajan en un edificio de ladrillo junto a la cuesta de Moyano. Dentro de ese contenedor se conservan cientos de miles de carpetillas archivadoras con preciosos instantes de tiempo hecho tallos, hojas, flores y hasta frutos secos, recogidos del uno al otro confín.

Los ejemplares se secan por presión y con aire caliente, un método simple, como el que usa el enamorado con los pétalos de la rosa regalada para que vivan marchitas en un libro de poemas. El herbario del Hortus Regius Matritensis, como señalan las fichas de los ejemplares en latín, es uno de los pocos del mundo que supera las seis cifras en sus fondos.

Las piezas más preciadas son los tipos, el patrón-oro a partir del cual se describió tal especie, el ejemplo al que todos los botánicos del mundo se remitirán para comparar sus hallazgos. Hay unos 25.000 tipos en este archivo, distinguidos del resto por su carpeta blanca y roja. Las cubiertas moradas identifican a las plantas venidas de las antípodas, de Oceanía. Las verdes, oscuro y claro, son para el norte y el sur de América, el rojo para África, el amarillo, Asia, y un melifluo color castaño corresponde a Europa. Entre los 96 grandes anaqueles de metal llenos de esta historia vegetal trabaja entre otros Guillem, que se dedica a montar y organizar la colección de flora de Filipinas, el último gran volumen de muestras históricas que falta por conservar apropiadamente.

Porque esta institución, creada en 1846 -dentro del Botánico, fundado en 1781-, atesora una enorme colección con los aportes de las expediciones científicas que enviaba la ilustrada corona española de entonces para conocer sus dominios allende los mares. Así, la que trajeron Ruiz y Pavón del Virreinato del Perú y Chile tras pasar incontables aventuras de 1777 a 1788 es, según cuenta Velayos, la más importante, "por ser muy rica en tipos", de entre los 10.000 pliegos que se conservan.

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También está aquí lo recogido por José Celestino Mutis, aquel que salía con su lupa mirando una flor en los billetes de 2.000 pesetas. Mutis, que no era botánico, es más conocido por "la mejor serie de dibujos de plantas de la Historia". Trabajó en la Nueva Granada (Colombia, Venezuela y Ecuador) a finales del XVIII y se trajo 2.738 táxones (subdivisiones de especies hasta llegar al tipo).

"Pero todo esto no es una naturaleza muerta, ¿eh?", advierte Velayos. La tarea primordial del herbario es conservar lo que tiene, "por los siglos de los siglos", pero el estudio de los fondos es lo que le da su razón de ser. Unas 200 publicaciones anuales parten de lo que se hace aquí, y no todas se refieren a la taxonomía. El jefe del herbario asegura que a partir de lo guardado en sus dominios se puede reconstruir un paisaje antiguo, "como el de Cerro Negro, en Vallecas, antes de que se urbanizara", o conocer los distintos trigos que crecían en España en el XIX, a partir de la colección reunida por Mariano Lagasca, el de la calle, director del Botánico a principios de esa centuria. También un apicultor que quiera saber junto a qué tipo de brezos habrá de plantar sus colmenas puede analizar aquí las especies.

El herbario madrileño es el primero de los 44 que hay en el país, y es el más completo del mundo en flora mediterránea occidental. Desde 1992, cuando tenía 475.000 muestras, este archivo ha doblado sus fondos, con una actividad muy intensa de conservación y estudio. Destaca también por sus colecciones de plantas americanas y de Guinea Ecuatorial, las áreas de extroversión ultramarina de España. Los fondos de Filipinas no son importantes por no haber sido estudiados hasta ahora, por eso, porque un herbario, "no es un mero contenedor y sin investigación no es nada", explica Velayos.

Aún hoy, los botánicos españoles recorren selvas, sabanas, sierras y vaguadas dando nombre a las plantas, como si fueran dioses, para conservarlas en el Jardín Botánico, sin duda, todo un edén.

Dos investigadoras observan plantas disecadas en el herbario del Real Jardín Botánico.
Dos investigadoras observan plantas disecadas en el herbario del Real Jardín Botánico.BERNARDO PÉREZ

La tragedia de Berlín

En Los últimos días del edén (1992), Sean Connery es un investigador que se topa con una cura para el cáncer, acompañado de una mujer rubia, en las selvas de Brasil. Se trata de un tipo de bromelia cuyo elixir parece funcionar. "La encuentra, y el tío se dedica a llamar a sus amigos, lo que nunca haría un botánico; luego, claro, la selva se quema y se pierde todo". El jefe del herbario del Jardín Botánico, Mauricio Velayos, explica así la urgencia y lo fundamental del trabajo de los científicos y los herbarios.

Velayos cuenta otro acontecimiento desgraciado y esta vez muy real: lo ocurrido durante la II Guerra Mundial en el herbario de Berlín. Esta institución, relevante en la época, resultó quemada en la batalla final. Con ella ardieron tipos que hoy no se conocen, "que sólo podemos intuir por las descripciones; se han perdido para siempre". Por eso, los 114 herbarios importantes que existen se envían duplicados de sus muestras, para fomentar el estudio y asegurarse frente a la destrucción de alguno.

En la colección del Botánico entran cada año 30.000 ejemplares nuevos. Otra forma de incorporación de fondos es la propia expedición, pero también la compra a coleccionistas privados y las donaciones. La pasión por las plantas no es exclusiva de los profesionales. Un amigo de Velayos se compró un piso en Móstoles para guardar su colección, "de tanto que había crecido", asegura.

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