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Entrevista:

Una princesa árabe moderna

Ángeles Espinosa

Mozah bint Nasser al Missned aparece en público a cara descubierta, una novedad casi revolucionaria en un mundo donde las mujeres de los gobernantes se ocultan bajo velos negros las raras ocasiones que son vistas en sociedad. De hecho, la primera vez que los medios de comunicación locales difundieron su imagen, en el año 2000, los sms colapsaron los móviles. Además, la segunda esposa del emir de Qatar, y a todas luces su favorita, no limita sus actividades a las obras caritativas. Desde que en 1995 el jeque Hamad destronara a su padre en un golpe de Estado incruento, Mozah ha estado personalmente implicada en las reformas educativas y sociales de su país, y en los esfuerzos de su marido para poner a Qatar en el mapa.

"Desgraciadamente, el discurso de los extremistas se difunde a un volumen muy alto. El islam no es eso"

El emirato era hasta la llegada de Hamad poco más que un cabo prominente en la costa oriental de Arabia Saudí, el hermano mayor de la región. Sin embargo, el descubrimiento y explotación del mayor depósito de gas natural del mundo ha multiplicado por cuatro los ingresos que le venía proporcionando el petróleo (casi un millón de barriles diarios) y acercado Qatar a Luxemburgo en riqueza per cápita. Con apenas 200.000 habitantes autóctonos, la pareja real se esfuerza para sacar a sus ciudadanos de la apatía a la que predispone el dinero fácil.

La jequesa Mozah recibe a EPS en el palacio de Al Wajba, su residencia privada. Allí, en un entorno atendido exclusivamente por mujeres, la esposa del emir se ha despojado del pañuelo y la abaya (la capa negra con la que se cubren las árabes del Golfo). El fotógrafo tendrá que esperar a otro momento. Luce una cuidada melena azabache y un ligero maquillaje que resalta su mirada. Viste pantalones y jersey negros sobre una blusa de seda blanca. Elegante y discreta, en una sala de estar que podría ser la de cualquier casa acomodada de la zona. No hay extravagancias.

Madre de siete hijos, esta mujer, que prefiere no revelar su edad, habla con conocimiento de causa cuando subraya la necesidad de educar a las nuevas generaciones “para que tengan una mente crítica”. Sabe que el mundo al que van a enfrentarse será muy distinto del suyo. Sólo hay que ver a su hija Mayasa. La joven, que dirige una organización de ayuda al desarrollo, acompañó un envío humanitario a Pakistán, tras el último terremoto, en vaqueros y sin pañuelo. Habla inglés, francés e incluso empezó con el español. “Pasé un mes en Burgos viviendo con una familia”, relata durante un almuerzo informal después de la entrevista. Una experiencia internacional a la que no todas las familias de Qatar se atreverían a exponer a sus hijas. De ahí el empeño de la jequesa por traer al emirato centros de enseñanza extranjeros.

Aunque insista en que con su participación en la vida pública no trata de enviar mensaje alguno, su forma de actuar ha impulsado el papel de las mujeres más allá de lo que el estricto islam wahabí que se practica en Qatar hacía prever. “Somos muy pocos nacionales. No podemos permitirnos aislar a la mitad de nuestra sociedad y no beneficiarnos de sus conocimientos y aptitudes”, justifica. También reconoce como esencial el apoyo de su marido. “Si Su Alteza no creyera en el derecho de la mujer a participar, no habría podido hacerlo”, admite. “Compartimos una visión para el futuro de Qatar”, declara con un lenguaje inusual en boca de la consorte de un gobernante árabe.

La relación entre el islam y Occidente está resultando difícil en los últimos años. ¿Es inevitable el choque de civilizaciones?

No, en absoluto. Vivimos en el mismo mundo, y la gente normal tiene las mismas esperanzas, las mismas preocupaciones. Igual sucede con nuestros jóvenes. He tenido contacto con jóvenes aquí, en Europa y en Estados Unidos. Todos nos plantean las mismas inquietudes. Desean seguridad, paz, tener un futuro próspero. Quieren una especie de garantía de que el futuro será mejor. Es lo mismo en todas partes. Por tanto, no creo en choques de civilizaciones. Quienes detectan fricciones, que califican de choque de civilizaciones, están totalmente equivocados si creen que han descubierto algo nuevo. Durante toda la historia hemos tenido nuestros problemas, nuestros complejos y nuestras crisis, pero hemos sido capaces de superarlos y continuaremos haciéndolo. Es parte de nuestra evolución como seres humanos integrantes de esta comunidad global. Tenemos que atravesar crisis para superarnos a nosotros mismos. Lo que sucede hoy, debido a Internet, la tecnología y la transmisión de información con mayor rapidez que nunca, es que conocemos nuestros problemas mejor que antes.

Desde el 11-S, muchos en Occidente han asociado islam con terrorismo. ¿Qué se debe hacer desde ambos mundos para superar ese error?

Tiendo a ver el lado positivo de los problemas. Ese incidente ha desatado un enorme interés en ambas partes por conocerse mejor. Iniciativas y esfuerzos como la Alianza de Civilizaciones son el resultado de lo que sucedió. Nos dimos cuenta de que no nos conocíamos lo suficiente. Así que ha llegado el momento de conocernos, de entender nuestras culturas, nuestras civilizaciones y nuestras formas de pensar. En todo caso, no podemos relacionar el 11-S con el islam. Fue un grupo de gente desviada quien perpetró ese acto horrible, y la condena llegó de todos los rincones del mundo, tanto musulmanes como europeos y americanos. La respuesta fue excelente. El islam promueve la tolerancia, la paz y la apertura. Así que aquello no es el islam que conocemos. Si algunos usan el islam como bandera o vehículo para justificar sus objetivos, eso es otra cosa. Me da la impresión de que ahora somos más conscientes de ello y sabemos que eso no es el islam.

¿Hasta qué punto la guerra contra el terrorismo lanzada tras el 11-S ha ayudado o perjudicado a ese proceso?

Sólo hay que echar un vistazo a nuestro alrededor para responder? ¿Está Irak mejor ahora? ¿Está Afganistán mejor? No lo creo. No creo que esa campaña haya logrado erradicar el terrorismo, ni siquiera el temor a ese tipo de actos.

Los musulmanes están muy molestos con las expresiones ‘terrorismo islámico’ o ‘terrorismo islamista’. ¿Cómo deberíamos llamar a este fenómeno cuando sus responsables se definen a sí mismos como “verdaderos musulmanes”? ¿Cómo pueden promoverse las voces de la moderación frente a ese extremismo?

Desgraciadamente, su discurso se difunde a un volumen muy alto. Parte de nuestra tarea en la Alianza de Civilizaciones es contrarrestar ese discurso, separar el islam de esos actos. El islam no es eso. Pero no se trata de algo nuevo. Ha sucedido a lo largo de la historia. También ha sucedido con el cristianismo y con el judaísmo. La religión ha sido a menudo víctima y vehículo de gente que la ha utilizado para ganarse los corazones y las mentes de otros.

El desconocimiento también se da en la otra dirección. Cuando viajo por países islámicos percibo que hay musulmanes que consideran a los occidentales inmorales y sin valores...

Estamos tratando de corregir esto. En gran medida es fruto de los medios de comunicación y de cómo representan las imágenes de distintos tipos de gente tanto de Occidente como de Oriente. Nuestra imagen también es muy mala en EE UU. Eso es lo que estamos tratando de cambiar a través de la Alianza de Civilizaciones. Debemos ser muy activos para corregir la herencia de imágenes estereotipadas, incomprensión y malos entendidos. Ha de ser un trabajo y un discurso continuados.

Su implicación personal y su proyección son una novedad en esta parte del mundo. Incluso su apariencia ha roto los moldes tradicionales; por ejemplo, muestra su rostro en una sociedad en la que las mujeres se cubren incluso la cara. ¿Esta decisión pretende ser un mensaje para la gente de Qatar y de la región?

En absoluto. No se trata de una declaración de intenciones, y eso es algo que trato de corregir. Mi presencia en la arena pública ha sido una constante desde que me uní a Su Alteza e iniciamos nuestras responsabilidades al servicio de este país. Siempre he estado ahí, me he reunido con diferentes tipos de gente. Es algo que he hecho desde el principio. No es algo nuevo, no es un mensaje, es algo natural. Lo hago porque creo que tengo que hacerlo. No puedo servir a la gente, o cumplir mis obligaciones, desde detrás del cargo o detrás del velo. Si ha tenido la oportunidad de dar una vuelta por la ciudad, habrá notado que no soy la única mujer con la cara descubierta. Muchas mujeres aquí trabajan a cara descubierta, y también las hay que no llevan ningún tipo de velo. Consideramos que es su elección y que debemos respetarla. Vemos a las nuevas generaciones de nuestras mujeres que pasean con libertad en los centros comerciales sin abaya ni pañuelo. Es algo muy normal. Además, nuestras mujeres han sido muy activas desde el inicio. Tenemos mujeres en diferentes cargos, incluso algunos prominentes, como la rectora de la Universidad de Qatar, o la responsable de Sanidad. Por primera vez en el mundo islámico, tenemos una mujer al frente de la Facultad de Educación Islámica. Es lo más natural porque somos muy pocos nacionales. No podemos permitirnos aislar a la mitad de nuestra sociedad y no beneficiarnos de sus conocimientos y aptitudes.

Muchas jóvenes muestran su rostro, pero usted es la esposa del emir. Si miramos a los países vecinos, es una pionera. No ya por el hecho de que haya descubierto su cara, sino por su participación en la vida de su país. Tengo entendido que tanto como presidenta de la Fundación Qatar como al frente del Consejo Supremo de Asuntos de la Familia, se implica de forma activa, que no se limita a una presencia simbólica.

Considero que se trata de una responsabilidad que debo cumplir. Con el apoyo de Su Alteza, por supuesto. Si Su Alteza no creyera en el derecho de la mujer a participar, a dar algo como persona, no habría podido hacerlo. Él creyó en mí, en mi capacidad, en que puedo ayudarle, apoyarle y apoyar su visión. Por eso me dio este espacio y este papel para llevar a cabo sus ideas y lo que compartimos, nuestra visión y nuestra esperanza para este país.

Muchos en Occidente ven la forma de vestirse de las mujeres musulmanas como un signo de su desigualdad. ¿Tienen las mujeres los mismos derechos que los hombres en el islam, o la ley islámica (la ‘sharía’) impide su igualdad?

El islam es una religión que da a la mujer el derecho de desarrollar todo su potencial junto al hombre en esta sociedad. El islam instila en nuestras mujeres la confianza y la autoestima para participar plenamente, como ciudadanas y como seres humanos, en la sociedad. Eso es el islam, y eso es la sharía. Hay algunas tradiciones que de alguna forma han penetrado en nuestra cultura y que nosotros, equivocadamente, hemos conectado al islam. Sí, las hay, pero a través de la práctica y la promoción del verdadero islam, esas prácticas terminarán siendo marginales.

He oído antes esa interpretación de que las tradiciones se han mezclado con la religión, pero en la mayoría de los países islámicos se repiten injusticias con las mujeres: heredan la mitad que los hombres, carecen de derecho al divorcio y la custodia de los hijos. También la poligamia resulta difícil de entender en los tiempos que corren.

Incluso en EE UU hay poligamia...

Supongo que se refiere a los mormones. Pero ¿cómo explica esas desigualdades en el islam?

En lo que se refiere a la ley de familia, hay distintas interpretaciones porque hay diferentes escuelas de sharía, pero el islam es muy tolerante y no hay por qué limitarse a una de esas escuelas de pensamiento. Es lo que hemos hecho en Qatar cuando, por ejemplo, empezamos a trabajar en nuestra ley de familia. Consideramos las cuatro escuelas [suníes] y cogimos lo mejor de cada una de ellas, lo que mejor podía proteger a nuestras familias. Es nuestra responsabilidad interpretar la sharía de la forma correcta.

Entonces, ¿por qué no oímos a más mujeres en el mundo islámico exigir a sus Gobiernos y a sus hombres que cambien esas leyes discriminatorias?

Las hay. Hay voces en Egipto, en Marruecos, en Bahrein, donde están negociando una nueva ley de familia. Nosotras, en Qatar, hemos tenido la suerte de convencer a nuestros hombres de que era lo mejor, que debíamos alcanzarlo. El Gobierno ya ha aprobado la ley. Sí que hay voces; debemos librar al islam de esa falsa imagen.

Hace unos años, un informe de la ONU sobre desarrollo humano señaló la situación de la mujer como una de las causas del atraso en el mundo árabe.

Tengo mis propias opiniones respecto a ese informe. Estoy de acuerdo en que hay algunas áreas en las que la mujer necesita promoción, pero hay que mirar el tema en su conjunto. ¿Qué pasa con el ciudadano? En el mundo árabe, o en Oriente en general. En muchos lugares, la situación política no ayuda a que el individuo ejerza sus plenos derechos. ¿De qué sirve dar el derecho de voto a las mujeres si sus voces no van a tenerse en cuenta ni a incluirse en el proceso de decisión política? ¿Para qué? El problema, y esto es algo que a menudo me irrita, es que Occidente ve la cuestión de la mujer como una medida de mejora en esta parte del mundo, lo que es un error. A veces se usa para ocultar el verdadero problema, que es la situación de los derechos humanos en general. Si se cree en los derechos humanos, hay que defenderlos para las mujeres, para los hombres y para las familias en su conjunto.

Si no estuviera casada con el emir, ¿qué trabajo habría elegido?

No lo sé. Es curioso. Me casé muy joven. Cuando era niña soñaba con ser médico. Creo que he colmado ese sueño con el establecimiento de la Escuela de Medicina Cornell en la Ciudad de la Educación. No sé lo que habría hecho, nunca lo he pensado. Incluso acabé mi educación superior estando ya casada. Ser la esposa del emir es parte de lo que soy.

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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