Una explosión de gran música
La sexta edición de Musika-Música en Bilbao ha estado dedicada a las escuelas nacionales. Un total de 55 conciertos, con precios entre cinco y nueve euros (78, si se cuentan los gratuitos a cargo de los conservatorios), han convertido las diferentes salas del Palacio Euskalduna, rebautizadas con los nombres de Dostoievski, Kafka, Ibsen y García Lorca, en una fiesta musical con Bartók, Fauré, Dvorak, Falla, Chaikovski, Sibelius o Grieg de protagonistas indiscutibles, en un maratón de formas musicales que atienden a las exigencias más deseadas de un aficionado. Ha sido una fiesta, pero también un juego con la libertad de elección como principio.
Los primeros datos oficiales hablan de 31.000 asistentes. El maratón bilbaíno se ha consolidado e incluso forma parte de las citas imprescindibles del año musical español. De hecho, se ven cada año más asistentes foráneos. El nivel medio interpretativo es más que notable y la variedad de obras permite una planificación a la carta verdaderamente sustanciosa.
Lo más sorprendente ha sido el grupo de música tradicional húngara Muzsikas; la energía del cuarteto Ébène en Bartók; la rotundidad del coro del Patriarcado de Moscú en piezas litúrgicas de Chaikovski y Rachmaninov; la exquisitez de la pianista Brigitte Engerer y el violonchelista H. Demarquette en Debussy y Ravel; el magisterio de Javier Perianes en el concierto para piano de Grieg; la madurez de Juanjo Mena al frente de la Sinfónica de Bilbao; la sabia dirección de Corboz en un impresionante Réquiem de Fauré, o el desenfado de la cantaora Antonia Contreras en El amor brujo de Falla.
El fin de semana resultó agotador pero gratificante. En combinación con Nantes (Francia), Lisboa y Tokio, Bilbao ha asentado una manera de vivir la música clásica que rompe fronteras de edad y atrae a públicos juveniles.
Babelia
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