Un 'neobistrot' ibérico entre 4.000 vinos
LAVINIA / ESPACIO GASTRONÓMICO se renueva en la vinoteca madrileña gracias al 'chef' Ange García
Resulta increíble que un comercio de la envergadura de Lavinia haya tardado tanto tiempo en conseguirlo. Montar un restaurante desenfadado dentro de la mayor tienda de vinos de Madrid no parece un empeño difícil. Sin embargo, a causa de la mediocridad de su comida, hasta ahora el proyecto había concluido en fracaso. Así ha sucedido hasta la reciente irrupción de Ange García, cocinero independiente, bonachón y bohemio, un nómada de la hostelería cuya trayectoria ha estado jalonada de irrupciones llamativas (Lúculo, Madrid; Albero y Grana, Londres; Fuente de la Aceña, Ribera del Duero; Real Café Bernabéu, Madrid), seguidas de desapariciones esporádicas. De la noche a la mañana, gracias a García, el restaurante alojado en Lavinia se ha convertido en un lugar recomendable. Un rincón urbano donde se sirven platos medio caseros aunque refinados, propios de un neobistrot de influjo ibérico.
LAVINIA / ESPACIO GASTRONÓMICO
Ortega y Gasset, 16. Madrid. 914 26 05 99. Cierra domingos y todas las noches. Precio medio, entre 40 y 50 euros. 'Carpaccio' de gambas y lubina, 14. 'Steak tartar', 20. Manitas de cerdo rellenas, 14. Tarta 'tatin', 6 euros.
Pan ... 6
Café ... 8
Bodega ... 8
Ambiente ... 6
Aseos ... 6
Servicio ... 5,5
Como las botellas que rodean a los comensales (4.000 referencias) forman un contingente apabullante, la pregunta se hace inevitable: ¿qué tiene más interés en este lugar, el vino o la comida? ¿Hay algo más tentador que elegir un vino de sus nutridas estanterías y degustarlo en las mesas al mismo precio de la tienda como hacen los habituales? ¿No es sugerente solicitar una gran marca por copas y pagar sólo la porción consumida? Lástima que Lavinia carezca de sumiller, el servicio de los vinos esté descontrolado y la temperatura de las botellas sea inadecuada, incluido el champán de la casa, que llega templado.
Para comer, cosas divertidas. Está bien, aunque algo ahogado en aceite, el carpaccio de lubina y gambas; es refinado el steak tartar cortado a cuchillo; suculentas las manitas de cerdo rellenas de setas; poderoso el solomillo de liebre en salsa poivrade; correcta la choucroute alsaciana con codillo y salchichas, y sólo aceptable la ensalada de tomates raf. Todo servido en raciones abundantes.
JAMÓN DE JOSELITO
EL ESPACIO gastronómico de Lavinia ocupa un rincón de la propia tienda, mal iluminado y algo ruidoso, situado en la segunda planta. Un lugar atendido por un servicio acelerado y propenso a los despistes (las facturas se eternizan) que no desentona del desenfado del establecimiento. A la entrada, una minibarra en la que se sirve vino por copas junto a algunas exquisiteces: jamón de Joselito, caviar en tarrinas, conservas de lujo de Ramón Peña (almejas, berberechos, sardinas y caballa), paté rústico de caza y ruedas de embutidos catalanes. Por supuesto, nada de cerveza ni de refrescos. Al margen de la carta se sugieren determinados platos del día, por lo general bastante acertados. Tal vez, unas suaves lentejas con pimientos y foie-gras (12 euros), unos sabrosos chipirones encebollados (14), sashimi de ventresca de atún aderezada con más sal de la cuenta (16) o una lubina al horno con patatas que se presenta con un punto correcto (24). Y antes de los postres, quesos artesanos de leche cruda, surtido inteligente que incluye piezas españolas, francesas e italianas, y que se pueden degustar con vinos dulces especiales como el que brinda Lavinia, un Sangue d'Oro siciliano de Carole Bouquet, esposa de Gérard Depardieu.
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