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Asia en tren: 10 recorridos sobre raíles que merecen un viaje

De los trenes de juguete por el norte de la India a los trenes bala japoneses que son toda una experiencia en sí mismos, pasando por trazados que resumen la historia más reciente del sudeste asiático

Un Shinkansen, o tren bala, con el monte Fuji al fondo (Japón).
Un Shinkansen, o tren bala, con el monte Fuji al fondo (Japón).DoctorEgg (Getty Images)

En un viaje en tren, la aventura comienza ya en la estación. Hoy se han convertido en la alternativa más ecológica para viajar por muchos rincones del mundo, pero no han perdido su magia ni su poder de evocación. Para muchos viajeros, no hay nada que supere a un viaje sobre raíles, ya sea en grandes trayectos internacionales, épicos en longitud y aventura, o en breves rutas regionales por la costa. Algunos permiten disfrutar de grandes proezas de la ingeniería, otros, de época colonial, siguen funcionando gracias al apoyo local y la voluntad de los ferroviarios. Los hay tan célebres que están incluidos en la lista de patrimonio mundial de la Unesco, y tan humildes y desconocidos que su estación de partida hay que buscarla esforzadamente en un mapa.

En Asia sigue habiendo trenes de vapor de vía estrecha que remontan a la época colonial, pero también están ahí las grandes proezas de trazado de la ingeniería ferroviaria, ascendiendo hacia el Himalaya, y los trenes más rápidos del mundo, como los célebres trenes bala de Japón. Estos son algunos de los viajes en tren por el continente que merecen la pena hacer en algún momento de nuestras vidas.

Tren del camino de postas de Japón: un viaje en el tiempo

Aparte del velocísimo tren bala tan asociado a Japón, existe uno local que sube jadeante hacia los Alpes japo­neses siguiendo el antiguo Nakasendo o camino de postas. Para en pequeñas aldeas de montaña en las que sobreviven los mismos edificios de madera que en el período Edo (1603-1868), y donde los artesanos locales siguen fabri­cando cuencos a mano. El Japan Rail Pass permite viajar sin límites en este convoy, por lo que podemos pasar un día entero, o incluso dos, subiendo y bajando para explorar bien la ruta. Si se combina con senderismo por parte del camino Nakasendo, se podrá conocer de primera mano cómo surcaban esta ruta los viajeros y comerciantes de antaño.

Más información en el libro Los mejores viajes en tren del mundo de Lonely Planet y en la web lonelyplanet.es.

Conviene relajarse, porque esta línea no es el típico tren bala japonés. Pero que nadie se equivoque: sale y llega a la hora prevista. Aunque eso aquí no es lo importante. Este viaje se elige porque es lento. Se abre paso por un paraje pensado para recorrerse a pie o a caballo, antes la gente necesitaba decenas de paradas hasta llegar al desti­no. En el período Edo, el Nakasendo comunicaba Tokio (entonces, Edo) con Kioto. Este tren sigue un tramo conocido como Kisoji, a través del valle de Kiso. A lo largo de la ruta se levantaron los llamados “pueblos de postas”; estas paradas oficiales de descanso y tránsito para el Gobierno acabaron expandiéndose para incluir alojamientos, casas de té y tiendas para los viajeros civiles.

Narai Juku, uno de los pueblos que se puede visitar si se toma el tren que sigue el antiguo Nakasendo o camino de postas (Japón).
Narai Juku, uno de los pueblos que se puede visitar si se toma el tren que sigue el antiguo Nakasendo o camino de postas (Japón).Alamy Stock Photo

Tsumago es parada obligatoria para los amantes de la arquitectura: muchos de sus edificios se han restaurado con tal perfección en los últimos 50 años que el Gobierno japonés lo ha nombrado Sitio de Conservación Arquitectónica Nacional. En el tranquilo Narai, más al norte del valle, reina la calma. Aquí, los artesanos locales venden obras que elaboran casi igual que sus antepasados desde hace siglos.

Hokkaido Shinkansen (Japón): un tren bala entre montañas y bajo el mar

El shinkansen es el emblemático tren bala y motivo de orgullo del país nipón. El Hokkaido Shinkansen, que empezó a funcionar en el 2016, es su línea más larga y reciente: une Tokio con Hakodate, en la isla de Hokkaido, a través del túnel Seikan. Por el camino, pasa junto a pintores­cas escenas del Japón rural, a través de montañas y bajo el mar. Aunque esta ruta es solo una parte del viaje, montarse en el shinkansen —con sus carritos de comi­da y un personal que recibe y despide con reveren­cias al viajero es toda una experiencia japonesa. El abono Japan Rail Pass ofrece uso ilimitado de la red del shinkansen durante una, dos o tres semanas.

El revisor de un tren bala antes de partir de iniciar el viaje desde la estación de Tokio.
El revisor de un tren bala antes de partir de iniciar el viaje desde la estación de Tokio.Carl Court (Getty Images)

El Hokkaido Shinkansen utiliza la última serie de trenes H5 para su recorrido más rápido, llamado Hayabusa (halcón peregrino), que pueden alcanzar velocidades de hasta 320 kilómetros por hora. A los pocos minutos de salir de la estación de Tokio, ya se está fuera del centro de la ciudad atravesando la periferia a toda velocidad. Y justo cuando parece que la distancia entre las casas está empezando a aumentar, comienza a reducirse al acercarnos a Sendai, la ciudad más grande de Tohoku, que es la región septentrional de Honshu, la isla principal de Japón. Después, el tren se adentra en el Tohoku rural, considerada una de las zonas más remotas de Japón. En el sur de la prefectura de Iwate, a medio camino entre Sendai y Morioka, hay un trecho especialmente bonito de campo japonés, con arrozales —verde esmeralda en verano, dorados en otoño— y granjas de madera tradicionales, llamadas minka e identificables por sus enormes tejados en pendiente. Conforme el tren se acerca a Morioka, aparecen en el horizonte unas montañas descomunales, entre las que se encuentra el volcán del monte Iwate, apodado Nanbu Fuji porque se parece al monte Fuji.

Casi todo el tramo entre Morioka y Shin Aomori se hace en la oscuridad, con solo unos atisbos de montañas boscosas entre túneles. El logro máximo es el túnel de Seikan (unos 54 kilómetros), del que casi la mitad discurre 100 metros por debajo del lecho marino del estrecho de Tsugaru, entre las islas de Honshu y Hokkaido. Después, tras 20 minutos de oscuridad, estaremos ya entre las ondulantes colinas del sur de Hokkaido, en el tramo final hasta la estación de Shin-Hakodate-Hokuto. De momento, la línea termina aquí. Ya han comenzado las obras para ampliarla hasta Sapporo, antes de 2030.

Tokaido y Sanyo Shinkansen (Japón): trenes ultrarrápidos en una ruta de samuráis

En las últimas décadas, se han trazado nuevas líneas de shinkansen, como la de Hokkaido. Sin embargo, la línea original, la más emblemática y, de hecho, la primera línea de alta velocidad del mundo, es la Tokaido Shinkansen que desde 1964 une Tokio y Osaka. Combinada con su prolongación hacia el oeste, la Sanyo Shinkansen, es una forma de conocer los majestuosos paisajes y las megaciudades de Japón, aunque los trenes vayan demasiado rápido para poder apreciar las vistas.

El viaje parte de la estación central de Tokio donde, si nos fijamos, descubriremos a los densha otaku, una subcultura de trainspotters japoneses que observan los trenes y recorren los andenes cámara en mano: están obsesio­nados, y con razón, con los trenes de alta tecnología, que parecen aviones supersónicos.

Un Tokaido Shinkansen fotografiado a alta velocidad a su paso por el distrito de Shiodome de Tokio (Japón).
Un Tokaido Shinkansen fotografiado a alta velocidad a su paso por el distrito de Shiodome de Tokio (Japón).PHILIP FONG (AFP via Getty Images)

Los más rápidos de la línea Tokaido Shinkansen son los trenes Nozomi (deseo), también son los que hacen menos paradas. Les siguen los Hikari (ligeros) y, a estos, los Kodama (eco), relativamente lentos en comparación a pesar de circular a una velocidad impresionante de 285 kilómetros por hora. Sea cual sea el tren elegido, los pasajeros rumbo al sur pronto atraviesan el área metropolitana de Tokio, paran brevemente en la ciudad satélite de Yokohama y luego bordean la bahía de la capital nipona. No hay que perderse las vistas al mar cuando se pasa por la península de Izu, ni dejar de alzar los ojos para contemplar el cono nevado del monte Fuji. Es una vista atemporal: la ruta que siguen estos trenes ha sido trazada desde tiempos inmemoriales. La línea férrea toma su nombre del Tokaido, una ruta del siglo XVII que unía la antigua capital, Kioto, con la nueva, Tokio, por la que transitaban mercaderes, peregrinos y samuráis y que fue evocada por poetas y pintores. Aunque gran parte del camino original se ha perdido, su heredero moderno continúa la tradición de idas y venidas de viajeros.

La red de líneas Shinkansen surgió como símbolo del renacimiento y recuperación de Japón tras los estragos y la destrucción de la Segunda Guerra Mundia. Además, coincidió con el denominado milagro económico. En la actualidad, en el tramo final de la línea Sanyo, los convoyes se sumergen bajo el estrecho de Kanmon y reaparecen en la isla de Kyushu, concluyendo su reco­rrido en la estación de Hakata. Sigue siendo una espe­cie de milagro: los trenes más rápidos viajan a Kyushu desde Tokio en poco menos de cinco horas.

De Colombo a Badulla (Sri Lanka): un tren colonial de trazado sobrecogedor

Una de las muchas cosas inolvidables de Sri Lanka es la variedad e intensi­dad de su vegetación. Y no hay mejor forma de apreciar todo el espectro de verdes del país que con un viaje en tren de un día: desde parques urbanos al nivel del mar hasta plan­taciones de té en las tierras altas, pasando por apabullantes selvas y bosques, arrozales, montañas y valles, parques nacionales y, también, asentamientos humanos. Aquí no hay ni rastro de velocidad o alta tecnolo­gía, pero sí la oportunidad de disfrutar despacio de uno de los trayectos en tren más espectaculares del mundo.

La línea que va de Colombo a Badulla (292 km) es histórica de principio a fin. Comienza en la centenaria estación de Fort, en la capital, y sigue las mismas vías de la primera línea férrea del país, que se inauguró en 1864. Fue ampliándose por fases, haciendo alarde de importantes proezas de la ingeniería.

Uno de los tramos más fotogénicos de la línea que va de Colombo a Badulla es cuando el tren pasa por el viaducto de los Nueve Arcos.
Uno de los tramos más fotogénicos de la línea que va de Colombo a Badulla es cuando el tren pasa por el viaducto de los Nueve Arcos.Alamy Stock Photo

El viaje puede dividirse en cinco partes: las llanuras, tres ascensos y un descenso final con un sobrecogedor paisaje sin fin hacia el sur. El primer vagón, el de primera clase, es de observación con un gran ventanal al fondo. Los que tengan un billete para más de 80 kilómetros pueden interrumpir el viaje en estaciones intermedias durante 24 horas, sin más penalización que tener que hacer reservas nuevas para el día siguiente. Hay paradas como Rambukkana, Kandy, la última capital real del país y su corazón cultural; Hatton, importante núcleo del té y puerta a la reserva forestal de Sinharaja; Pattipola, la estación más alta del país, con unas vistas impresionantes de las llanuras de Horton; o Ella, paraíso del senderismo de montaña, con unas vistas del viaducto de los Nueve Arcos.

El tren de juguete a Darjeeling (India): un prodigio de la ingeniería en el Himalaya

Los trenes de vapor de vía estrecha de la India son legendarios y el más famoso de todos es el llamado tren de juguete a Darjeeling, de color azul. El trayecto desde las llanuras de Bengala hasta Darjeeling pasa por plantaciones de té y pueblos formados por casas con techos de hojalata, mientras las nubes se precipitan sobre el macizo del monte Kanchenjunga. Aunque actualmente las locomotoras de vapor solo recorren un pequeño tramo, y casi todo el mundo llega a Darjeeling en trenes diésel, este icónico viaje de montaña sigue teniendo un gran valor histórico.

La idea de crear una línea férrea desde las planicies hasta el Himalaya oriental habría desanimado a muchos ingenieros: la línea Darjeeling sube desde los 100 metros por encima del nivel del mar, en Nueva Jalpaiguri, hasta más de 2.200 metros, en Darjee­ling, y se eleva aún más en Ghum, la estación ferrovia­ria más alta de la India (2.258 metros). Para lograr este ascenso, los ingenieros tuvieron que construir 554 puentes, seis zigzags en marcha atrás y tres vueltas completas. Las vías pasan sobre sí mismas como una pista de Scalextric en un punto que recibe el apropiado nombre de Agony Point (punto de la agonía).

El tren de juguete a Darjeeling (India).
El tren de juguete a Darjeeling (India).Picture By Tilak Haria (Getty Images)

La tecnología ferroviaria ha mejorado desde la inauguración de la línea en 1881, pero pocos de estos avances han llegado a Darjeeling, así que, a pesar del cambio de vapor al diésel en las locomotoras, los pasajeros aún tienen que pasar por la misma secuencia de paradas y arranques, desplaza­mientos adelante y atrás y delicadas piruetas. Da igual: el sobrecogedor paisaje compensa de sobra el avance del viaje a paso de caracol.

El tren de juguete a Darjeeling sigue circulando por las vías estrechas de la India, de menos de 1 metro (610 milímetros) de ancho y solo compatibles con locomotoras y vagones en miniatura. En la actualidad, viajan en él más viajeros indios que extranjeros y el ambiente es de lo más animado, con niños que gritan emocionados cada vez que pasan por algún lugar destacado y aparecen cascadas entre la vegetación.

Para vivir la emoción de circular detrás —o, a veces, delante— de una de las locomotoras originales de clase B de Sharp, Stewart & Co hay que montarse en el tren turístico de Darjeeling a Ghum, con parada en el bucle de Batasia, un prodigio de la ingeniería con vistas vertiginosas de los pueblos que salpican la montaña y del macizo nevado del Kanchenjunga.

De Kalka a Shimla (India): evocación colonial con aire británico

El Himalaya indio está delimitado por dos magníficas líneas de ferrocarril de vía estrecha: la del tren de juguete en el este y la de Kalka a Shimla en el oeste. Por ambas circulan trenes en miniatura que recorren las estriba­ciones de las montañas más imponentes del mundo. La línea de Kalka a Shimla no es tan famosa como su compañera oriental, ni llega tan alto, pero recorre una distancia mayor, ofrece unas vistas igual de evocadoras y cuenta con muchos convoys que transportan a los pasajeros hasta las alturas de Himachal Pradesh.

En 1864, Shimla se convirtió en la capital veraniega de la India británica y en el cuartel general del Ejército británico. Para que los gobernantes del Raj pudieran refrescarse con la brisa de las montañas, hubo que trasladar a caballo, en elefante, en palanquín y en ca­rreta de bueyes todos los elementos de la Administra­ción desde Calcuta (a unos 1.900 kilómetros de distancia). A principios del siglo XX, los ingenieros exploraron una ruta para un nuevo ferrocarril de vía estrecha hasta Shimla. A bordo del ferrocarril inaugural, que recorrió la línea en 1903, viajaba lord Curzon, virrey de la India.

La estación de tren de Shimla (India).
La estación de tren de Shimla (India).Alamy Stock Photo

Hoy Shimla ya no es una capital, pero el ferrocarril disfruta de un estatus especial al estar incluido en la lista de patrimonio de la Unesco. La línea parte de Kalka y atraviesa bosques de pinos y cedros del Hima­laya. La primera estación importante se encuentra en Dharampur, un pequeño pueblo al que se llega tras una serie de curvas muy pronunciadas. Solo un ferrocarril de vía estrecha era capaz de sortear curvas tan cerradas y estas pequeñas locomotoras podían superar pendientes por las que los trenes normales habrían resbalado hasta llegar al nivel del mar. La ciudad de Solan marca el ecuador de la ruta y es un buen lugar para estirar las piernas. A partir de ahí, el trayecto gira hacia el norte y pronto aparece otro bello templo hindú en la cima de la colina de Tara Devi. Después, la línea Kalka-Shimla no tarda en seguir un patrón regular y armonioso, con estaciones azules provistas de jardineras en el andén y con cubos de incendios colgando en los puestos de mando. Ya en el final, sigue en línea recta hacia Summer Hill, donde Mahatma Gandhi se quedaba durante sus visitas a Shimla. Y, al final, la estación de Shimla, una magnífica parada de montaña perfecta para pasear entre edificios de la época del Raj, con alojamientos de estilo neotudor y una iglesia neogótica construida para evocar la lejana Gran Bretaña y sus tejados acostumbrados a la nieve invernal.

Tren de las montañas Nilgiri (India): nostalgia de lo antiguo

El único tren cremallera de la India, que sube por las montañas Nilgiri sobre engranajes y piñones, tiene un cierto aire retrofuturista. Declarado también patri­monio mundial de la Unesco en 2005, el viaje en tren desde Mettupalayam hasta Ooty es un clásico tropical que se abre camino entre las fértiles tierras altas en las que se refugia­ban los colonos británicos que huían del calor de las planicies. Lo que le falta en vistas del Himalaya, en comparación con el tren de juguete a Darjeeling o la línea Kalka-Shimla, lo compensa con pasos por puentes algo precarios, vistas panorámicas, un verde exuberante y la nostalgia por las má­quinas de vapor antiguas.

El Nilgiri Mountain Railway Line, patrimonio mundial de la Unesco, a su paso por Tamil Nadu.
El Nilgiri Mountain Railway Line, patrimonio mundial de la Unesco, a su paso por Tamil Nadu.Alamy Stock Photo

En pocas horas el tren lleva a sus pasajeros desde las llanuras tropicales a los montes frescos y tranquilos de Tamil Nadu, y cumple todos los requisitos para ser un clásico de los viajes en tren por la India: locomotora de vapor, paisajes montañosos, vía estrecha. Solo son 46 kilómetros, pero el Nilgiri Mountain Railway Line es el tren más empinado de Asia. Además, es todo un prodigio de ingeniería con trechos de pendiente hacia arriba del 8,33%.

¿Y que llevó a construir esta insensatez ferroviaria? Pues el maldito calor, que los funcionarios británicos no podían soportar. Hoy suele viajar lleno de recién casados porque muchas películas de Bollywood han ambientado en las frescas tierras altas sus escenas más románticas. El paisaje es único, y también merece la pena por su flota de locomotoras de vapor, que los entusiastas de los trenes aprecian muchísimo. Los trenes solo tienen tres o cuatro vagones, por lo que conviene reservar con mucha antelación.

El Expreso de la Reunificación (Vietnam): un tren épico lleno de historia

Unos trenes pasan por ciudades histó­ricas y otros junto a costas especta­culares. Algunos, pocos, tienen una historia épica, y uno o dos destacan por los coloridos perso­najes que transportan. El Expreso de la Reunifica­ción, también conocido como Ferrocarril Norte-Sur, cumple todos estos criterios. Recorre más de 1.700 kilómetros, desde Hanói, en el norte, hasta Ciudad Ho Chi Minh, en el sur, y no existe forma más evocadora de moverse entre las metrópolis gemelas de Vietnam ni mejor manera de recorrer los tesoros que hay en medio.

La historia de este convoy es la del Vietnam moderno en miniatura. El tren nació durante el domi­nio colonial francés de Indochina como una columna vertebral que comunicara las partes norte y sur de su territorio. El capítulo más famoso de su historia llegó con la Guerra de Vietnam, cuando la línea se usó para transportar tanques y artillería, se dinamitaron tramos de vía y se bombardearon innumerables puentes. La línea se partió en dos, entre Vietnam del Norte, comunista, y Vietnam del Sur, respaldado por Estados Unidos. Luego se convirtió en un símbolo de la sanación del país y la solidaridad cuando volvió a comunicar la antigua Saigón y Hanói en 1976.

El tren Reunification Express a su paso por una calle de Hanói (Vietnam).
El tren Reunification Express a su paso por una calle de Hanói (Vietnam).Laurent Fox (Getty Images)

Ciudad Ho Chi Minh es el lugar lógico para empezar el viaje, aunque la estación, de aspecto bastante humilde, aún lleva el antiguo nombre de la ciudad: Saigón. A lo largo de unos cuantos kilómetros, los pasajeros ven desaparecer en la distancia los rascacielos y luces de neón, y luego surge un mosaico de paisajes bucólicos: arrozales, platanares, pagodas y escarpadas colinas calizas. Dentro de los vagones reina el mismo colorido, desde la cocina que reparte fideos humeantes hasta la enorme variedad de estudiantes, familias y trabajadores trajeados que suben y bajan. Muchos turistas se apean en el bullicioso centro costero de Da Nang y van al cercano Hoi An, un puerto comercial centenario cuyas casas de mercaderes de color mostaza se asoman sobre los muelles.

Poco después llega la ciudad real de Hué. Tras muchas horas de trayecto es un alivio estirar aquí las piernas paseando por sus tranquilos patios y salones del trono dorados, junto a los fosos y bajo puertas ceremoniales. Vinh es la última gran ciudad del viaje y un final de etapa práctico para quienes vayan a Laos.

El Reunification Express Train se guarda lo mejor para el final, al acercarse a Hanói y pasar justo por en medio de una de las capitales más bellas de Asia. Las vías forman un paso peatonal improvisado cuando los trenes no circulan por ellas, de modo que las casas quedan a pocos centímetros de los vagones. Antes se montaban mercados sobre los raíles y eran muy famosos, pero hoy en día se están prohibiendo.

Tren de la muerte (Tailandia): el auténtico puente sobre el río Kwai

El llamado tren de la Muerte de Tailandia (o Thailand-Burma Railway) es una hermosa línea con una historia oscura. En 1942, los japoneses llevaron a miles de prisioneros de guerra a Tailandia y los obligaron a construir una vía férrea a través de la densa jungla hasta Myanmar, la antigua Birmania. Debido a las escasas raciones de comida, los castigos arbitrarios y las brutales condi­ciones de trabajo, miles de británicos, australianos, indios, malasios y otros obreros perecieron. Su histo­ria se cuenta en películas como El puente sobre el río Kwai (1957). Sorprendentemente, un tramo de la línea sigue hoy en funcionamiento, con trenes que circu­lan al oeste desde Bangkok hacia paisajes de ríos perezosos, ondulantes colinas y espesa selva. Viajar en el tren de la muerte es, para muchos pasajeros, un homenaje a quienes perdieron la vida.

El llamado tren de la Muerte de Tailandia (o Thailand-Burma Railway), junto al río Kwai.
El llamado tren de la Muerte de Tailandia (o Thailand-Burma Railway), junto al río Kwai. Alamy Stock Photo

El convoy actual es bastante modesto: asientos simples, vagones chirriantes, ventiladores de techo que zumban y horarios inventados. Los trenes salen de la capital tailandesa hacia la ciudad de Kanchanaburi, con pocos turistas pero muchos monjes budistas, estudiantes y trabajadores. Es la parada en la que bajarse para conocer mejor la función de este tren durante la Segunda Guerra Mundial en el magnífico Centro del Ferrocarril Tailandia-Birmania que hay cerca de la estación. El principal atractivo de Kanchanaburi es el puente sobre el río Kwai (el auténtico), una descomunal estructura de hierro en las afueras de la ciudad bombardeada por los aliados durante la guerra (la película, sin embargo, se rodó en Sri Lanka). El tren avanza entre bosques de bambú y el colofón es el viaducto de Wang Pho, donde los vagones se bambolean sobre el puente desvencijado, en equilibro precario entre un risco vertical y el río Kwai.

La línea termina hoy en Nam Tok, a dos kilómetros de Kanchanaburri, desde donde es posible recorrer a pie parte del trazado férreo original, hacia el noroeste, en dirección a la frontera de Myanmar, o dirigirse a los parques nacionales cercanos.

De Tailandia a Malasia: por el sudeste asiático sobre raíles

Tres países, tres capitales, en un viaje en tren que, a velocidad de vértigo, puede realizarse en menos de tres días. Sin embargo, ir tan rápido significa perderse la verdadera esencia de este recorrido a lo largo de la península malaya: una línea que se presta a la itinerancia caprichosa. Gracias a la abundancia de trenes, es posible hacer el recorrido más pausadamente, relajándonos en islas tropicales, visitando plantaciones de té en las alturas y sumergiéndonos en tres metrópolis enérgicas, emocio­nantes y muy distintas entre sí.

La terminal Krung Thep Aphiwat de Bangkok es el nuevo cen­tro neurálgico de trenes de larga distancia de la capi­tal tailandesa. Recuerda a una terminal de aero­puerto y se halla frente al famoso mercado de Or Tor Kor, ideal para aprovisionarse de tentempiés antes de partir. Comienza el viaje siguiendo el golfo de Tailandia, una costa muy atractiva por sí misma que es también el punto de partida para las islas que salpican la zona. En Chumphon es donde hay que apearse para tomar un barco hacia Koh Tao, famosa por su submarinismo y sus arrecifes de coral. En Surat Thani es donde hay que desembarcar para continuar el viaje en ferri hasta los fabulosos spas de Koh Samui. Finalmente, se llega a la ciudad fronteriza de Hat Yai, desde donde parten los autobuses que llevan a Krabi y Phuket, con playas de arena blanca acariciadas por el mar de Andamán.

Desde Hat Yai, el tren atraviesa el interior hasta llegar a la frontera y, tras cambiar de vagones, se entra en Malasia. Siguiendo una llanura costera, se llega a Butterworth, puerta de entrada a Penang.

La estación de tren de Kuala Lumpur (Malasia).
La estación de tren de Kuala Lumpur (Malasia).Alamy Stock Photo

Quedan por delante más etapas, como las Cameron Highlands, región montañosa con plantaciones de té y refrescantes brisas alpinas, donde las rutas de senderismo llevan hasta cascadas solitarias y los bungalós se aferran a laderas escarpadas y boscosas. Se llega fácilmente desde Ipoh, una apacible ciudad situada en la línea de ferrocarril, al sur de Butterworth, con una estación tan majestuosa que popularmente se la conoce como el “Taj Mahal”. Desde Ipoh, el ferrocarril bordea verdes colinas antes de iniciar su recorrido hasta la capital malaya, donde se llega a otra magnífica terminal: la estación de Kuala Lumpur, una espectacular combinación de estilos asiáticos y europeos, con estructuras mogoles sobre arcos moriscos.

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