Cosas que ver en Osaka
La tercera ciudad de Japón inspiró las calles de ‘Blade Runner’
Muchos de los que llegan por primera vez a Japón lo hacen por el Aeropuerto Internacional de Kansai, en Osaka, liviano y elegante conjunto proyectado por Renzo Piano sobre una isla artificial. Una opción que yo recomiendo como primera toma de contacto con el país: los de Osaka son alegres y extrovertidos; la ciudad, pese a su tamaño, conserva un encantador aire provinciano, y tiene fama de ser el lugar de Japón donde mejor se come. Sin salir de la región de Kansai, se puede seguir después el viaje hacia las vecinas Kioto y Nara, para tomar luego el tren bala hasta Tokio.
Castillo de Osaka
Arrasado por los bombardeos estadounidenses, el imponente castillo de Osaka fue totalmente reconstruido después de la II Guerra Mundial. Desde lo alto de la fortaleza, con un enorme foso rodeado de jardines, se disfruta una de las mejores vistas la ciudad. Su interior es hoy un interesante museo donde se puede ver un biombo pintado de seis paneles y más de 5.000 personajes que narra el sangriento asedio y la toma del castillo en 1615 a cargo de la casa Tokugawa, la de los shogunes del periodo Edo, que supuso el fin de la poderosa familia Toyotomi y la muerte por seppuku (suicidio ritual) del señor Hideyori Toyotomi, el último jefe del clan.
Dotombori
La noche de Osaka tiene nombre propio: Dotombori, el barrio más fotogénico de Osaka. Se dice que este distrito lleno de izakayas (tabernas japonesas) y grandes carteles luminosos fue el que inspiró los decorados de Blade runner, de Ridley Scott, quien años después rodaría aquí varias secuencias nocturnas de Black rain, su oscuro filme sobre la yakuza, la mafia japonesa. El mejor lugar para apreciar la atmósfera distópica y ciberpunk de Dotombori es el puente Ebisu-bashi, sobre el canal Dotombori-gawa, flanqueado por senderos peatonales y neones que se reflejan en sus aguas.
Otra seña de identidad de Dotombori son los ubicuos pachinkos, salones de juego frecuentados por hombres jóvenes, con filas de máquinas llenas de luces parpadeantes, entre pinballs y tragaperras. Cada jugador compra una cantidad de bolitas de acero y luego las va insertando en una máquina que las rebota y distribuye como le da la gana. La mayoría cae al fondo sin dar ningún premio, aunque a veces alguna acierta en el premio proporcionando más bolas. Las bolitas ganadas se pueden canjear por pequeños electrodomésticos o juguetes, a veces también por dinero. Algunos jugadores hace cola desde primeras horas de la mañana, antes de que abran, para poder coger sitio en su good machine, su máquina fetiche que creen que les traerá suerte.
El dios del musgo
A un breve paseo desde la galería comercial de Dotombori se halla Hozen-ji, un pequeño templo oculto en un estrecho callejón. En él se alza una pequeña estatua cubierta enteramente de musgo sobre la que los transeúntes derraman agua como ofrenda con un cacillo de bambú: se trata de Fudo Myoo, El Inamovible, deidad guardiana de una secta budista local.
Umeda
Por el distrito de Umeda, articulado en torno a la estación ferroviaria homónima, se reparten cientos de restaurantes donde se puede disfrutar de especialidades de Osaka como el okonimiyaki (una especie de tortilla a la plancha) o el takoyaki (bolitas de pulpo fritas). Cerca de este epicentro urbano queda el rascacielos de dos torres Umeda Sky Building, edificio proyectado por el arquitecto japonés Hiyoshi Hara.
Den Den Town
Los maid cafes son locales melosos y algo frikis atendidos por camareras que visten de colegialas o de doncellas domésticas y lucen orejas de conejitas mientras sirven café y dan mimos (no sexo) a los clientes. En Osaka existen varios en la zona de Nipponbashi Den Den Town, una avenida plagada de tiendas de varios pisos donde uno encuentra desde todo tipo de productos de manga y anime a lo último en aparatos tecnológicos, y donde los fines de semana se reúnen los cosplayers, adolescentes y jóvenes que se disfrazan como los personajes de sus mangas favoritos (es el equivalente al barrio de Akihabara de Tokio). Cerca de allí está Namba Parks, un gran centro comercial con terrazas ajardina y ajardinados alrededor de una torre de 30 pisos.
Kuromon Ichiba
Casi pegado a Den Den Town, el mercado cubierto de Kuromon (Puerta Negra, en japonés) es un festín para la vista y, si se quiere picar algo, también para el gusto. Verduras, ostras fresquísimas, abalones, pulpitos, sashimi cortado delante de ti... También se vende (vivo) el fugu o pez globo, considerado un manjar, pese a ser muy venenoso, por contener tetrodotoxina (solo lo preparan cocineros muy especializados). En la calle Doguyasugi se pueden comprar cuchillos de cocina forjados a mano, tan afilados como las katanas de los samuráis que fabrican y venden los mismos artesanos.
Tempozan Harbor Village
Una parada imprescindible si se viaja con niños es la isla de Tempozan, el gran centro de ocio en la zona portuaria de la bahía de Osaka. Allí se puede visitar el acuario Kaiyukan, uno de los mayores del mundo, con un enorme tanque cilíndrico de nueve metros de profundidad por el que nada el famoso tiburón ballena Kai-Kun. También hay un parque Legoland, una noria gigante desde la que se abarca toda la bahía y el Naniwa Kuishinbo Yokocho, un área de restaurantes en la que se pueden degustar todas las especialidades culinarias de Osaka.
Japón está de moda. En 2017 recibió 26 millones de turistas, entre ellos 93.000 españoles, animados por la bajada de las tarifas aéreas y las nuevas rutas aéreas: Iberia aumentará este año la frecuencia de sus vuelos directos entre Madrid y Tokio (en total, la línea aérea superará los 102.000 asientos de capacidad en 2018 en esta ruta, un 13,14 por ciento más que el año pasado) y Turismo de Japón y la aerolínea japonesa ANA acaban de lanzar una promoción para volar al país asiático desde 519 euros, ida y vuelta. La oferta permite añadir una escala sin coste adicional a 45 destinos dentro de Japón.
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