Cosas que ver en Kioto
Kioto (Japón) es una ciudad de silencios y penumbras, "un lugar para gozar la punzante melancolía de las cosas", según el escritor japonés JunichiròTanizaki (1886-1965), autor de un delicioso ensayo titulado Elogio de la sombra (1933). Durante la Segunda Guerra Mundial, el patrimonio de Kioto fue de los pocos que se libró de los bombardeos aliados. Por ello, la ciudad (www.kyoto.travel) es hoy la capital cultural de Japón y 13 de sus templos budistas son patrimonio mundial de la Unesco. Una de las mejores épocas para visitarla es el otoño, que ya se acerca. Algunas pistas para preparar el viaje.
1.- El Pabellón Dorado (Kinkaku-ji)
Este lugar casi legendario que da nombre a una novela de Yukio Mishima, El pabellón dorado es de una armoniosa levedad. Se alza en el recinto del templo de Rokuon-ji, al borde de un lago sobre el que se refleja, tan liviano que parece a punto de arrancarse a volar con un soplo de viento. Tiene tres plantas, las dos superiores cubiertas por pan de oro. Después de un paseo por el lago de Kinkaku-ji, entre delicados arces japoneses y jardines de grava, uno se siente un poco más feliz.
2.- Arashiyama, la Montaña de las Tormentas
Ganas de pedalear y un buen mapa son las mejores armas para una apacible travesía por las calles de Kioto. La empresa Kyoto Cycling Tour cuenta con al menos cinco bases de alquiler y entrega de bicis por la ciudad; los conductores japoneses son muy respetuosos con los ciclistas, y las distancias, asequibles. Uno de los itinerarios más sugerentes, de siete kilómetros, es el que une el templo del pabellón dorado (Kinkaku-Ji) y Arashiyama, la Montaña de las Tormentas, en el distrito de Sagano, al noroeste de Kioto. Un tramo del camino hasta Arashiyama discurre por barrios residenciales de casas bajas con los tradicionales shòji, tabiques móviles formados por una armadura de listones de cuadrículas apretadas, sobre la que se pega un papel blanco espeso que deja pasar la luz, pero no la vista, entre bosquecillos de donde llega un olor a verdor y a musgo. Arquitectura tradicional que transporta a algunas obras de Frank Lloyd Wright.
3.- Bosque de bambú de Sagano
El silencio se acompasa al runrún de las bicis por una senda que conduce al bosque de bambú gigante de Sagano. El sitio es muy visitado, por lo que conviene llegar pronto, mejor al amanecer, cuando el sol se filtra entre las ramas y la brisa hace susurrar los miles de tallos de bambú como las cuerdas de un arpa. La senda conduce hasta el templo zen de Tenryu, patrimonio mundial, del siglo XIII. Hasta marzo, los pabellones de este santuario levantado por el shogun AshikagaTakauji al oeste de Kioto están cerrados al público por restauración, pero lo más interesante son sus jardines, diseñados para ofrecer una vista perfecta desde cualquiera de sus miradores. En su estanque, siete rocas cuidadosamente dispuestas, cubiertas de hierba y musgo, recrean los paisajes de Penglai, la legendaria isla china de los inmortales.
4.- Ryoan-ji, el templo del Dragón Tranquilo
Quince grupos de 17 rocas a la deriva en un mar de grava blanca que los monjes rastrillan a diario en un prodigio de perspectiva y tensión visual.Construido hacia 1480, durante la era Muromachi, este jardín seco (karesansui) es considerado la máxima expresión del budismo zen. Un monumento a la calma, la libertad, la ligereza.
5.- Templo de Daitoku-ji
También llamado La Montaña del Tesoro del Dragón, este complejo de 24 templos invita a la misma contemplación que en el siglo XIV, cuando fue fundado, y sus jardines siguen ayudando a la meditación zen, práctica que dio nombre a este tipo de jardín. El de Daitoku se encuentra en el montañoso norte de Kioto, a solo dos horas y cuarto de la desbordante modernidad de Tokio gracias al shinkansen (tren bala).
7.- Kiyomizu-Dera (Templo del Agua Pura)
Colgado en una ladera boscosa de una de las colinas en la zona oriental del barrio de Gion, este templo budista lleva 1.200 años recibiendo a los peregrinos que acuden para beber el agua sagrada del manantial de Otowa-no-taki y orar ante la imagen de la diosa Kannon Bosatsu que se custodia en el Tainai-meguri, una oscura capilla del templo principal: una balconada de madera en lo alto de un frondoso bosque. El templo está en lo alto de una pendiente, al final de dos calles adoquinadas -Ninne-zaka y Sannen-zaka- repletas de tiendas de artesanía.
El tema de la pintura es un koan, o acertijo zen, sobre cómo atrapar a un escurridizo siluro con una pequeña y resbaladiza calabaza.
10.- Templo Toji
El único templo budista superviviente del periodo Heian. Su pagoda de cinco pisos y 54,8 metros de altura es la construcción de madera más alta de Japón, la morada de los cuatro Budas. El edificio conserva un gran mandala tridimensional compuesto por 21 estatuas que rodean al Danichi Nyorai, el gran Buda Cósmico.
11.- Fushimi-Inari (Templo de las Mil Puertas)
A 15 minutos en tren de Kioto, este santuario sintoísta es un laberinto de torii (puertas sagradas) que se adentra en el monte y parece no tener fin. Todo el complejo está dedicado a Inari, dios del arroz y el sake, del cual el zorro era el mensajero. Eso explica la cantidad de estatuas animales que hay por el recinto. En los altares, los visitantes anudan trozos de papel donde han escrito sus deseos y dejan tablillas de madera y pequeñas torii como exvotos.
12.- Distrito de Gion
Uno de los pocos lugares en Japón donde todavía es posible encontrar la arquitectura tradicional y la atmósfera de geishas y samuráis con la que asociamos al país. En Kioto hay cuatro barrios de geishas (allí prefieren llamarse geiko, las hijas de las artes); las aprendices, jóvenes de entre 16 y 21 años, reciben el nombre de maiko.
13.- Sanjusangen-do
Una larga construcción de madera –la más larga de Japón- que alberga 1.001 estatuas idénticas y alineadas de la diosa Kannon. Las estatuas, de madera recubierta de oro, son como un ejército de interminables brazos. El lugar es famoso por su torneo de tiro con arco japonés, que se viene celebrando desde el período Edo.
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