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Columna
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¿Palinodia?

Composición en la que el autor declara su retractación o arrepentimiento de lo que ha dicho antes; frecuentemente la retractación es irónica. Es así como definen la palinodia Angelo Marchese y Joaquín Forradellas en su Diccionario de retórica, crítica y terminología literaria, y cabría considerar como palinodia las últimas declaraciones de Arnaldo Otegi, aunque no se pueda percibir en ellas una retractación explícita. Afirma con rotundidad Otegi que "el Estado español no tiene que pagar ningún precio político a ETA, ni tampoco a nosotros". Ciertamente, sería incapaz de certificar que Otegi haya dicho alguna vez lo contrario, a saber, que el Estado español sí debe pagar un precio político a ETA, aunque no hay duda de que ha actuado, que ha impuesto una serie de exigencias condicionantes para el final de ETA, que implicaban esa premisa. Sin ir más lejos, así ocurrió recientemente en el denominado proceso de paz -o proceso de resolución del conflicto, en términos de Otegi-, en el que Batasuna fue imponiendo unos requisitos irrenunciables que suponían de hecho la demanda de un precio político a pagar por el Estado. Si cabe hablar, por tanto, de retractación en las palabras recientes de Otegi, ¿se trataría de una retractación irónica? La ironía consiste en dar a entender lo contrario de lo que se dice, e implica una negación desde su interior del orden positivo del discurso. Cuando Otegi declara que el Estado español no tiene que pagar ningún precio político a ETA no es que esté tratando de dar a entender lo contrario, es decir, que sí debe hacerlo, sino que está realizando una serie de desplazamientos semánticos cuyo alcance sólo nos lo revelará el paso del tiempo. Así ocurrió con la Declaración de Anoeta, y así ha ocurrido a lo largo del tiempo con casi todas las propuestas de Batasuna, ya que si en algo son expertos es en desactivar el discurso dominante y en utilizar después el leguaje como si fuera la chistera de un prestidigitador: una vez que lo han vaciado, no tardan en sacar de él la pieza deseada. Para ellos el lenguaje es siempre un lugar de epifanías.

Es ya un lugar común hablar de cesiones políticas, o de rendición del Estado, a propósito del fallido proceso de paz o de la actitud del presidente Zapatero en su inagotable esperanza de acabar, y de hacerlo ya, con cuarenta años de terror. En su romance con ETA -Batasuna, nuestro presidente habría estado dispuesto a hacer concesiones políticas que nunca habrían sido lo bastante amplias como para satisfacer a sus insaciables compañeros de viaje. Es más, visto el pago recibido por sus reticencias, en esta nueva fase del romance nuestro presidente no tendría más remedio que superar los mínimos que quedaron establecidos por la bomba de Atocha: tendría que ceder mucho más. Este es diríamos el reproche dominante en torno al cual se articula nuestro discurso político -bien para confirmarlo, o bien para negarlo- y su formulación positiva sería la consabida de que el Estado no debe pagar precio político alguno ya que eso supondría su rendición. Pues bien, es justamente ese reproche y la formulación positiva en la que se sustenta los que viene a desbaratar Otegi con su sorprendente declaración. Sorprendente porque no se limita a afirmar que el Estado no debe pagar ningún precio y llega a decir que "eso equivale a plantear la rendición del Estado", extremo que al parecer rechaza, convirtiéndose en paladín de su fortaleza. ¿Puede haber mejor forma de desarmar a los detractores del proceso que asumiendo sus principios en todos sus extremos?

Ahora bien, si el Estado no debe pagar ningún precio político, ni debe rendirse, ¿qué sentido puede tener la negociación con una fuerza política ilegal que conoce perfectamente cuál es el paso que debe dar para incorporarse, como dice desear, a la normalidad democrática? La conclusión que se impone es que ninguno, ya que las vías de actuación están claras. Alguno debe de haber, sin embargo, dado que no se está dispuesto a transitar por ellas y se quiere alcanzar el objetivo deseado eludiéndolas. Si para ello el Estado no debe rendirse ni pagar precio alguno, es evidente que alguna otra instancia, que no es el Estado, sí debe hacerlo, y esa otra instancia no es otra que el PSOE, en cuyas manos encomienda Batasuna su espíritu. No sería el Estado el que tendría que pagar o rendirse para que Navarra se incorporara a Euskadi -ahí está la Disposición transitoria cuarta de la Constitución que lo permite- sino el PSOE, posicionándose a favor y propiciando el referéndum. ¿Tampoco sería el Estado el que tendría que pagar un precio político para que Batasuna satisficiera su otro objetivo, el de presentarse a las elecciones? Si es así, tampoco será el Estado quien haya de pagar las consecuencias de tanta resistencia. La kale borroka ya está señalando las víctimas.

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