Dólares para la desinformación
El sociólogo de Estados Unidos Norman Birnbaum, en un artículo publicado en EL PAÍS en los años noventa, afirmaba que el problema es que ahora los propietarios de los medios de producción son también los propietarios de los medios de persuasión de masas. El historiador Josep Fontana, en su obra La historia después del fin de la historia, cuenta cómo el artículo de Francis Fukuyama, El fin de la historia (una reelaboración más de las tesis de Hegel para anunciar el fin del marxismo, publicado en 1989), se hizo famoso gracias a los millones de dólares anuales que la institución norteamericana John M. Olin Foundation invierte anualmente para favorecer un viraje a la derecha en la enseñanza de las ciencias sociales. El ex vicepresidente de Estados Unidos, Al Gore, en el capítulo de su libro Una verdad incómoda, adelantado por EL PAÍS, denuncia, entre otras cosas, que la máxima autoridad en política ambiental de la Casa Blanca, designado por Bush, es el abogado a cargo de la campaña de desinformación sobre el calentamiento global montada por las empresas petroleras, que ha invertido millones de dólares anuales en negar el calentamiento global, sembrar la confusión y comprar el silencio de los científicos. Parece que la Administración Bush-Cheney se ha convertido en problema de amigos, enemigos y aliados.
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