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Columna
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Los puentes

No es la primera vez que un artista se enfrenta en los tribunales con el cliente, público o privado, que adquirió una obra suya. Tampoco será la última. ¿Hasta qué punto puede hacer lo que quiera con una obra de arte quien la adquiere? ¿Qué modificaciones pueden efectuarse en una creación artística o arquitectónica sin violar los derechos de su autor sobre su propia obra, si es que le queda alguno después de enajenarla? Porque de arquitectura hablamos, en concreto del puente o pasarela llamada Zubi-zuri que el valenciano Santiago Calatrava construyó sobre la ría de Bilbao. Es un bonito puente resbaladizo del que hemos disfrutado y disfrutamos propios y extraños. También hemos resbalado en más de una ocasión sobre las losetas de su piso y, por suerte, no nos hemos descoyuntado una pierna o un brazo, al menos de momento.

Ahora el autor del leve y blanco y resbaloso puente bilbaíno va a litigar contra el Ayuntamiento de Bilbao. Eso anuncia. Los responsables municipales han decidido unir las torres proyectadas en Abandoibarra por Isozaki (otro arquitecto-estrella, como el propio Santiago Calatrava) y la pasarela del valenciano a través de una plataforma diseñada por el japonés. Cosa de poco momento, según unos, y grave atentado estético, según el creador del Zubi-zuri y sus abogados, que manejan la Ley de Propiedad Intelectual como quien acaricia el gatillo de un Colt.

Lo que sirve para una escultura o para un cuadro, ¿no ha de valer también para una pasarela peatonal? Eso plantea la parte demandante de la primera parte. Y recurrimos a la paráfrasis marxiana porque del matrimonio entre la arquitectura y la política suelen salir historias y barullos grotescos. Son relaciones farragosas y turbias a menudo. Matrimonios de conveniencia siempre. Santiago Calatrava esgrime el "daño moral" que supone para él la manipulación, por mínima que sea, de su obra. El consistorio bilbaíno no esgrime nada y hace lo que hacen todos los consistorios: lo que le da la gana y sin avisar (si hubieran avisado educadamente puede que, a lo mejor, el arquitecto no se hubiera enfadado).

El urbanismo sacude las ciudades y los campos como un fenómeno atmosférico e inevitable. No hubo manera de evitar que las torres de Isozaki proyectaran su sombra mastodóntica sobre Abandoibarra y Mazarredo, por más que los vecinos de la zona trataron de evitarlo. Tampoco se ha evitado en la capital vizcaína la construcción de un centro comercial tan estupefaciente como el denominado Zubiarte. Son cuestiones -las de la construcción- que a todos nos afectan y que pagamos todos en todos los sentidos. Pero se nos consulta poco a los ciudadanos, es decir, nada se nos consulta. Cuando se acerca el periodo electoral se nos trata mejor, es verdad, y hasta algunos políticos hacen como que nos consultan y nos hacen preguntas sobre el ser y la nada, sobre la agricultura biológica o el arte abstracto. Quieren saberlo todo. Pero se les olvida en cuanto los colegios electorales cierran.

Los electores, es cosa bien sabida, siempre tienen/tenemos razón. El pueblo no se equivoca nunca. Lo que pasa es que luego los concejales no se fían del gusto del pueblo (o del público) y no le dejan elegir ni el mobiliario urbano, ni el diseño de una simple farola. Sin salir de Bilbao, en la plaza de Indautxu, han instalado unos bancos cabalmente inútiles. Supongo que los autores de esos bancos absurdos tendrán también derecho intelectual sobre la insensatez de sus asientos. Con bancos que trituran nuestra espalda o pasarelas en las que nos jugamos literalmente el tipo no hay "daño moral" que valga, sino sencillamente daño físico. La vanidad de ciertos arquitectos es inconmensurable, de la misma manera que el papanatismo de ciertos políticos es una segunda naturaleza en ellos.

Lo mejor del puente, sin embargo, es la metáfora del puente. No es el mejor momento, ya lo sé, para hablar del asunto de los puentes. No corren buenos tiempos ni fluyen aguas mansas debajo de los ojos de los puentes. Pero hacen falta puentes. En mi ciudad, en fin, nos hemos pasado la vida derribando y levantando puentes, volando puentes y construyendo puentes y dando resbalones en los puentes.

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