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Crítica:ÓPERA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Un Wagner cercano y sabio

El teatro São Carlos de Lisboa ha celebrado el pasado sábado la efeméride de los 400 años de la implantación de la ópera con Orfeo, de Monteverdi, en Mantua, con un inteligente espectáculo que vuelve los ojos a la admiración de Wagner por la tragedia griega y que, en cierto modo, conecta con los orígenes del género lírico. El director de escena Graham Vick y su escenógrafo Thimoty O'Brien han levantado el patio de butacas del teatro São Carlos, para situar allí una gran plataforma, desplazando a los espectadores a los palcos laterales y a una grada de 12 filas con butacas normales en el escenario habitual. La sensación de proximidad que se consigue es estremecedora y el sentido anímico de estar viviendo la ópera desde su interior otorga a esta experiencia un sentido excepcional. Uno siente a los cantantes a su lado, susurrando las arias o escenas líricas al oído, en una atmósfera de confidencialidad. La orquesta se sitúa debajo del palco principal, es decir, casi al lado, aumentando un poquito más la sensación de cercanía. Los figurantes multiplican a veces la fusión con el teatro, mediante acciones desde dentro de los camarotes del público, como en el abrazo de parejas de todo tipo en varias estancias de los cinco pisos para subrayar el encuentro amoroso de Siegmund y Sieglinde.

Die Walküre

De Wagner, Con Susan Bullock, Mikhail Kit, Anna-Katharina Behnke, Ronald Samm, Judith Németh y Maxim Mikhailov. Sinfónica Portuguesa. Dirección musical: Marko Letonja.

Dirección de escena: Graham Vick. Escenografía: Thimoty O'Brien. Teatro Sao Carlos, Lisboa, 24 de febrero.

El trabajo teatral de Graham Vick es portentoso. En primer lugar, por su capacidad de contar bien las historias: la presentación de Sieglinde llevada a la fuerza a su casamiento con Hunding; la cabalgata de unas walkyrias-vampiresas que van engrosando el ejército de Wotan con los héroes muertos en combate; la utilización del palco real para subrayar el poder de Fricka, es decir, del orden establecido. Los personajes, además, son de carne y hueso. Transmiten credibilidad. Se tocan, se abrazan, y el espectador vive lo que está ocurriendo en sus mismísimas narices, y se contagia sin remedio del humanismo del drama. Todo está lleno de detalles para hacer más clara la asociación de mitos y vida contemporánea. Vick está edificando un Anillo que, si no baja la guardia en las próximas jornadas, va a hacer historia. Es, desde luego, la suya la propuesta más desgarrada y emotivamente visceral de las últimas décadas, y enlaza con las tendencias más avanzadas en la utilización intimista de los espacios teatrales.

Todo esto podía ser suficiente, pero además el nivel musical es estupendo, con un reparto vocal que para sí lo habría querido Bayreuth en su última Die Walküre, y una dirección de orquesta límpida y efusiva de Marko Letonja al frente de la Sinfónica Portuguesa. El público suele oler este tipo de acontecimientos y así en la première del sábado había aficionados de muchos países, directores de teatros -entre ellos, Antonio Moral, del Real-, varios ministros del Gobierno portugués y hasta el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso. Las cinco horas se pasaron como si fuese un suspiro.

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