_
_
_
_
_
ESTA SEMANA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

La crisis de la triple A

No estamos ante una consecuencia más del fenómeno conocido como deslocalización de industrias. En relación con el cierre de Delphi nos situamos, simplemente, ante los efectos de una nefasta gestión por parte de una compañía norteamericana que hace tiempo tenía condenada a su desaparición a la factoría puertorrealeña haciéndole perder competitividad hasta llegar al cerrojazo obligado que se va a practicar ahora. Los 1.600 trabajadores que componen su plantilla lo saben bien. Observaban cómo no se renovaban tecnológicamente las instalaciones. Unos empleados que tienen, además, muy presente la advertencia que hacían los directivos al comienzo, allá por los años ochenta, cuando anunciaban que desmantelarían inmediatamente las máquinas y se irían a otro sitio si la conflictividad laboral se convirtiera en un problema. Los trabajadores cumplieron su parte y hasta las distintas administraciones públicas concediendo subvenciones, suelo y permisividad a tope, en otras cuestiones, como, por ejemplo, en las medioambientales, pero la otra parte, la empresarial, no cumplió, llevando al desastre a una firma extendida por todo el mundo. Y lo peor es que esta crisis incide en una de las zonas más castigadas por el paro y por la incertidumbre de la industria en nuestro país. Se salvó, in extremis, del declive de la construcción naval al incorporar los astilleros de Izar a la división de Defensa pero esta medida se ha visto, a la luz de los hechos, absolutamente insuficiente ante la fábrica de parados en la que se va a convertir la factoría de componentes automovilísticos. La famosa triple A (Automoción, Astilleros y Aereonáutica) en la que se había basado la estructura productiva de este marco geográfico, está más en cuestión que nunca.

Esta semana, y según lo anunciado por el consejero de la Presidencia, Gaspar Zarrías se reunirá la comisión de seguimiento constituida en el seno del Gobierno andaluz y de la que forman parte varías consejerías, para diseñar una estrategia de respuesta a este varapalo que va a sufrir la industria andaluza. El modelo a seguir se llama Santana Motor, factoría de Linares (Jaén) que se ha convertido en un complejo industrial que ha diversificado su actividad situándose en un terreno cargado de futuro tras aliarse con otras firmas como Gamesa o CAF. Un proceso largo y difícil pilotado, de principio a fin, por la Junta.

A esto se une la suerte que pueda correr la planta de Airbus, igualmente, en Puerto Real. Hoy se espera que se de a conocer la resolución que adoptará el consejo de administración del consorcio EADS después del acuerdo al que parece que han llegado los gobiernos de Francia y Alemania para sacar de la crisis a este grupo. Un nuevo cierre sería, sencillamente, catastrófico para Cádiz y, en definitiva, para toda Andalucía.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_