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Prodi busca aliados democristianos para resucitar el Gobierno de centro-izquierda

La fragmentación del Parlamento amenaza con provocar un adelanto de las elecciones

Enric González

La realidad empezó ayer a abrirse paso por entre los escombros del desastre parlamentario italiano: cualquier fórmula para mantener el centro-izquierda en el Gobierno, con Romano Prodi o sin él al frente, aparecía provisional y de corto alcance. La fragmentación de los escaños impedía soluciones sólidas, y a medio plazo se dibujaban unas nuevas elecciones. El dimisionario Prodi confiaba aún en sobrevivir y buscaba aliados de matriz democristiana. Si hubiera puesto un anuncio, éste habría sido el texto: "Se buscan desertores del centro-derecha para salvar el centro-izquierda; precio a convenir".

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Berlusconi se mantiene en segundo plano durante la crisis

La dimisión de Romano Prodi, tras un inesperado rechazo de su política exterior en el Senado, suponía una catástrofe para toda Italia, tanto la mitad que estaba con él como la mitad que estaba en contra. La incipiente recuperación económica, las tímidas reformas iniciadas, los proyectos de proyección internacional gracias a la plaza temporal en el Consejo de Seguridad de la ONU, quedaban entre paréntesis por la incertidumbre política y la perspectiva de una fase de turbulencias.

La crisis dejaba, además, crudamente abierto el problema de Afganistán, con el dilema de permanecer y participar en un rebrote de la guerra en primavera, o marcharse y abrir un nuevo conflicto con Washington y los aliados europeos. En la catástrofe se agitaban, sin embargo, unos políticos pimpantes y verborreicos, criados en una tradición de Gobiernos frágiles y aparentemente felices de recuperar el protagonismo individual, más allá de partidos y coaliciones.

La clave -en eso coincidían todos- estaba en la ley electoral. Silvio Berlusconi obtuvo su amplia mayoría de 2001 gracias a una ley de cariz mayoritario, pero en 2005, cuando percibió el peligro de una victoria del centro-izquierda, impulsó el retorno a un complejo mecanismo proporcional. El redactor de la ley berlusconiana, Roberto Calderoli, dentista de profesión y entonces ministro de Reformas, admitió en público que su trabajo había sido "una cerdada" destinada a evitar mayorías claras para perjudicar a Prodi. Ayer, sólo los regionalistas xenófobos de la Liga Norte (el partido de Calderoli) reclamaban elecciones inmediatas. Todos los demás, con Forza Italia al frente, admitían la necesidad de recuperar una ley electoral sensata antes de volver a las urnas.

Los democristianos de Pierferdinando Casini, con 20 escaños en el Senado, se declararon dispuestos a sostener una Administración de centro-izquierda, quizá presidida por el mismo Prodi, con tal de que tuviera plazo de caducidad (un año, más o menos) y se fijara como objetivo prioritario cambiar la ley electoral con un consenso amplio. Pero ni Refundación Comunista (27 escaños) ni Verdes-Comunistas Italianos (11 escaños) aceptaban una provisional "ampliación al centro" que, en su opinión, desvirtuaba la naturaleza del centro-izquierda y convertía al Gobierno en un simple fantasma.

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El presidente de la República, Giorgio Napolitano, inició la ronda de consultas, empezando por las dos figuras institucionales más altas: los presidentes del Senado, Franco Marini, y de la Cámara de Diputados, Fausto Bertinotti. Siguieron los minipartidos. Fue una jornada preparatoria a la espera de los encuentros del jefe del Estado con Prodi y Berlusconi, a partir de hoy. Prodi era consciente de que su mayoría de dos escaños en el Senado había desaparecido (uno de los dos senadores comunistas que votaron el miércoles contra el Gobierno dimitió en el acto; otro senador, centrista, se pasó al otro bando hace semanas), y necesitaba algún escaño suplementario si aspiraba a sobrevivir.

El primer objetivo de Prodi fue Marco Follini, desertor de la democracia cristiana y presidente de un partido microscópico, Italia del Medio, sin militantes pero con tres escaños en el Senado. Prodi y Follini conversaron largamente, y el segundo fijó precio: un "giro al centro". Era un precio muy alto, sobre todo para la franja comunista. El Olivo, la coalición de Prodi dentro de la coalición de centro-izquierda, se declaró dispuesto a seguir buscando acuerdos "con individuos de la Casa de las Libertades", la coalición berlusconiana. Nadie dio un paso adelante. En Forza Italia se mostraron escépticos y argumentaron que las ratas tienden a escapar del barco que se hunde, no a embarcarse en él.

El presidente de Italia, Giorgio Napolitano (izquierda), y el de la Cámara baja, Fausto Bertinotti, ayer en el Quirinal.
El presidente de Italia, Giorgio Napolitano (izquierda), y el de la Cámara baja, Fausto Bertinotti, ayer en el Quirinal.AP
EL PAÍS (Fuente: Agencias)

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