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Columna
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El paraíso de los prestatarios

Emilio Ontiveros

Aun cuando algunos bancos centrales sigan con la escopeta cargada, dispuestos a disparar algunas dosis adicionales de endurecimiento monetario a lo largo de este año, el entorno financiero seguirá siendo un poderoso cómplice del crecimiento económico. Y de las aventuras empresariales.

Las empresas que tengan ideas y pretensiones de crecimiento, ya sea mediante vías orgánicas o a través de procesos de adquisición o fusión, no podrán quejarse de insuficiencia de recursos con los que financiarlos.

En la mayoría de los países de la OCDE, además, las entidades crediticias siguen ávidas de encontrar destinatarios a una inversión crediticia que necesita crecer para asegurar la reproducción de sus beneficios. La eurozona y España, en particular, no son precisamente una excepción. En la medida en que sean las empresas las que absorban buena parte del crédito, es razonable asumir que una mayoría se destine a incrementos de la inversión, garantía del crecimiento económico futuro; si la naturaleza de ésta continúa compensando la hegemonía de la construcción residencial, miel sobre hojuelas.

Los tipos de interés reales, aun contando con un par de elevaciones más en el repo del BCE, seguirán en niveles históricamente atractivos

No hay elementos de juicio que reduzcan significativamente el crecimiento de la actividad crediticia en el ejercicio en curso respecto al muy importante observado en 2006. La financiación a empresas no financieras en préstamos a medio y largo plazo (superiores a un año de vencimiento) ha crecido de forma intensa en el conjunto de la eurozona, según el BCE. En esa expansión, y en la que puede anticiparse para este año, concurren diversos factores, adicionales, al ya menos dominantes de refinanciación del pasivo acumulado en años anteriores y en peores condiciones que las hoy vigentes. La recuperación de la inversión no residencial es uno de los más importantes, y también de los más esperanzadores, tanto más cuanto mayor es el número de pymes como prestatarios. El otro gran impulsor de la actividad crediticia por el lado de la demanda siguen siendo las muy importantes, en número y cuantía de los recursos, operaciones de reestructuración empresarial y, en particular, las fusiones y adquisiciones. Las empresas también han apelado a la financiación crediticia para la financiación de operaciones de inversión directa en el extranjero, así como para aumentar sus activos financieros, para la adquisición de acciones, aun cuando no comportaran posiciones de control.

Las condiciones por el lado de la oferta seguirán favoreciendo ese endeudamiento. Las entidades bancarias no tienen otra forma mejor, desde luego más sostenible en el tiempo, para defender su posición competitiva que prestar, crecer en su principal partida del activo, la inversión crediticia, a un ritmo superior al de sus competidores. Mejores sistemas de gestión de riesgos, mejor tecnología y mejor capital humano favorecen esa mayor asunción de riesgos que acaba traduciéndose en condiciones más favorables para los prestatarios. Las innovaciones ampliamente extendidas, favorecedoras de la movilización del balance a través de la titulización y distribución de riegos crediticios, seguirán apoyando el aumento de la oferta de crédito y la mejora de sus condiciones a los prestatarios.

Por último, pero no menos importante, el precio del crédito no va a ser precisamente disuasorio. Los tipos de interés reales, aun contando con un par de elevaciones más en el repo del BCE, seguirán en niveles históricamente atractivos: soportarán muy bien el contraste con las tasas de rentabilidad de los proyectos a los que se destine el crédito, y también con el coste de otras alternativas de financiación. El concepto de intereses, en definitiva, no aumentará su peso específico en el debe de la cuenta de resultados, haciendo más eficiente el apalancamiento. La financiación bancaria también seguirá favoreciendo a las empresas con garantías inmobiliarias, supuesto que el precio de estos activos, lejos de desplomarse, continúa su moderado ajuste a niveles más razonables.

Con las cautelas necesarias, particularmente las relativas a la capacidad para diferenciación de la calidad de los prestatarios y al control sobre la excesiva expansión de instrumentos como los derivados de crédito, el panorama seguirá invitando al aprovechamiento de las oportunidades. De lo bien que lo hagan las empresas que las utilicen, de la habilidad para encontrar destinos verdaderamente productivos, dependerá desde luego la continuidad de este ciclo crediticio excepcional y en gran medida el bienestar del conjunto de los agentes.

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