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Reportaje:CRIMEN EN LOS PIRINEOS

Los indomables de Fago

Una docena de vecinos lucharon durante años contra las decisiones del alcalde asesinado

Santiago Mainar Sauras, de 52 años, llegó a Fago (Huesca) con la intención de dedicarse a la cría de ganado. Para eso, abandonó su trabajo en la estación experimental agraria Aula Dei, de Zaragoza, donde gozaba de un empleo fijo como perito agrónomo. Y se lanzó a la aventura. "Era uno más de los renegados de la ciudad que a finales de los años ochenta decidimos mudar de aires en busca de una vida más acorde con la naturaleza", recuerda uno de aquellos aventureros que cambiaron el asfalto por los Pirineos. Mainar jamás sospechó los sufrimientos que esa decisión le iba a acarrear.

Mainar está hoy preso en Zuera (Zaragoza), acusado de matar de un escopetazo el pasado 12 de enero al alcalde de Fago, Miguel Grima Masía, al que años atrás convenció para que cambiara Zaragoza por la montaña. Aquella amistad se tornó en enemistad desde que Grima se hizo regidor y empezó a tomar decisiones que Mainar y otros vecinos consideraban injustas o caciquiles. En las elecciones de 2003, Mainar se presentó a alcalde por el PSOE; Grima lo hizo por el PP.

Desde hace siete años, el puñado de casas que es Fago era como un polvorín a punto de estallar
Mainar y sus amigos llegaron al pueblo a fines de los ochenta huyendo del asfalto de la gran ciudad

El hombre al que la Guardia Civil acusa de ser el autor del disparo de escopeta que mató a Grima es hijo de un marino mercante de Mediana de Aragón (Zaragoza) que, sin embargo, casi toda su vida trabajó de visitador médico tras darse cuenta de que no le gustaba el mar. Santiago, uno de los cuatro hijos que engendró el matrimonio Mainar Sauras, estudió la carrera de perito agrónomo en Pamplona y a continuación logró empleo en Aula Dei, un centro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas dedicado a aportar al sector agrícola materiales y tecnologías para aumentar su competitividad. Sin embargo, aquello no satisfacía a Santiago, que a finales de los años ochenta decidió romper con todo y aposentarse en Lorbés, un pueblito de la comarca oscense de la Jacetania.

"En Lorbés no había agua corriente, que Santiago necesitaba para poner allí una granja con animales, y que era lo que a él le gustaba. Pero el alcalde se opuso a ponerla... y Santiago se marchó", recuerda Marisa Mainar, que hoy se ha erigido en la principal defensora de la inocencia de su hermano. Éste batalló contra el regidor, pero al final se rindió y optó por marcharse a Fago, un minúsculo municipio de la misma comarca. Arregló una vieja casa y a la vez obtuvo plaza de guarda forestal con el fin de asegurarse unos ingresos mínimos en tanto ponía en marcha una vaquería. "Coincidimos en Fago un grupo de renegados de la ciudad", recuerda un artesano, que era uno de los que por azar coincidieron entonces en Fago. "Era un grupo de gente alternativa y ecologista", explica Enrique Ipas, alcalde del vecino municipio de Ansó.

Mainar llegó a Fago con su esposa, Rosa, que andando el tiempo rompió el matrimonio porque ella "no aguantaba vivir aquí", según comentaba su ex marido días antes de ser detenido por la Guardia Civil. A Rosa le sucedieron otras mujeres que aparecían de pronto y luego desaparecían de Fago. "Santiago es un hombre con éxito entre las mujeres. Debe de ser por sus ojos azules", comenta un vecino, sin ocultar una pizca de envidia en sus palabras.

¿Cómo recaló el difunto Grima en un pueblo tan recóndito de los Pirineos? Una cuñada de Mainar era amiga de Celia Estalrich, la esposa de Miguel Grima, y así fue como éste decidió trasladarse también de Zaragoza a Fago, en donde montó una pequeña empresa de bobinas para motores. "Mi hermano Santiago le buscó una casa y le ayudó a reconstruirla. Pero al poco tiempo él denunció a mi hermano por soltar una yegua para que pastara en un prado cercano a la casa de Grima. El animal le molestaba. Eso fue el primer conflicto. A lo largo de los años siguieron muchos más", dice Marisa.

Una vez elegido jefe del diminuto Ayuntamiento -regido por el sistema de concejo abierto-, se inició una guerra abierta entre Grima y varios vecinos, entre ellos Mainar. Según amigos del alcalde, su único deseo era poner orden y modernizar el pueblo (asfaltado, un repetidor de telefonía móvil...).

En el último cuatrienio, los opositores al edil decidieron acudir una y otra vez a los tribunales para conseguir su empadronamiento o anular alguna sanción. En muchos de los casos lograron ganar, obligando a Grima a gastar miles de euros de las arcas municipales. "Hemos sufrido mucho, pero ahora vivíamos en el pueblo la situación más cómoda desde hace un año", proclama Alejandro Coloma, un albañil guipuzcoano que logró en los tribunales su derecho a ser empadronado en Fago. Aunque, sólo dos días antes de morir, el alcalde firmó un papel ordenando al secretario municipal que le diera de baja en el censo.

Coloma forma parte de la docena de personas enfrentadas a Grima. Personas como los hermanos Jesús y Manuel León, domiciliados en Pamplona, a los que el alcalde puso trabas para las obras de reconstrucción de sus casas en Fago. Además, Manuel fue condenado por un juez a una multa de 600 euros tras tener una trifulca con Grima porque éste se enfadó porque no le hubiera pedido permiso a él para circular con un coche todoterreno por una pista forestal.

Vecinos como Mónica Crespo y Miguel Molinero, madrileños, ex trabajadores de la ya inexistente serrería de Ansó y dueños del único bar de Fago, que se enfrentaron a Grima por creer que los impuestos que les cobraba eran desorbitados. O como Juan Carlos Hernández, trabajador en una empresa de máquinas de embalaje de Pamplona, al que el alcalde se negaba a empadronar. O como Enrique Orduna, multado por pasar sus ovejas por el casco urbano cuando las trasladaba de Ansó a Lorbés o viceversa. Adversarios como los hermanos Alfredo y Miguel Ángel Puyó Barcos, residentes en Jaca, que en su día vendieron a Grima un pajar donde éste edificó su casa. Pero nada más cerrar la operación inmobiliaria, empezaron los problemas para los Puyó por las diferencias de criterio sobre los límites del terreno comprado por el futuro alcalde.

Hay damnificados por Grima como José Alberto Aznar, vecino de Ansó, multado por pasar sus vacas por Fago hacia el vecino municipio de Majones. Lo mismo que José Ramón Mendiara, vecino de Fago, y por un motivo similar.

Además de los citados, hay tres o cuatro vecinos más -entre ellos algún cazador- que sentían animadversión hacia el hombre que mandaba en el pueblo. Y probablemente éste sentía lo mismo hacia ellos. Desde hace siete años, el puñado de casas que es Fago era una olla a presión, casi un polvorín a punto de estallar.

"Las fuerzas estaban muy equilibradas. Había tantos enemigos de Grima como los que le apoyaban", señala un hombre que se declara "neutral". ¿Y quiénes eran estos últimos? Una veintena de hombres y mujeres agrupados en torno al electricista Enrique Barcos, teniente de alcalde de Fago, que, sin embargo, no ha abierto la boca desde el asesinato de su jefe.

Santiago Mainar, esposado, tras salir del juzgado para ser trasladado a la cárcel de Zuera.
Santiago Mainar, esposado, tras salir del juzgado para ser trasladado a la cárcel de Zuera.EFE

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