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Crónica:NUESTRA ÉPOCA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Kosovo, siete años en el limbo

Por qué debería ser el 33º miembro de la Unión Europea y Serbia el 34º

Timothy Garton Ash

Para que funcione el plan de Ahtisaari, tanto Serbia como Kosovo deben entrar en la UE.

La Unión Europea debe mostrarse clara, unida, enérgica y estratégica, cuatro cosas que no suele ser más allá de sus fronteras
Gran parte del plan del representante especial de la ONU se centra en garantizar los derechos de la minoría serbia que aún existe en Kosovo
Cercano su 50º aniversario, la UE tiene una extraordinaria historia que contar sobre la difusión de la paz, la libertad y el imperio de la ley

Después de haber vivido un infierno, la antigua provincia serbia se encuentra ahora en el limbo. Lo que necesita es una independencia supervisada, y la necesita ya. Mientras escribo estas líneas tengo delante de mí un pedazo de Kosovo. Es un trozo de tierra de unos tres centímetros de alto, blancuzco, que tiene incrustados unos objetos metálicos, amarillentos y brillantes. Me lo dio el difunto Ibrahim Rugova, el dirigente histórico del movimiento no violento por la independencia de los albanokosovares, que era un apasionado de la mineralogía (pocos de los que visitaban la casa de Rugova en Pristina se escapaban sin un pedazo de Kosovo). Tengo también ante mí las fotos que yo mismo hice del conflicto armado, el intento de genocidio, la liberación y la ocupación internacional de Kosovo durante los tres últimos años del sangriento siglo XX europeo. Las aldeas, mezquitas e iglesias bombardeadas, ametralladas y saqueadas, la sangre fresca que manchaba la nieve, un leñador despojado, de nombre Selim Moriqi, que pregonaba sus cigarrillos (Monte Carlo) desde una carreta, los pies desnudos de una víctima asomando desde el interior de la bolsa que contenía su cuerpo.

Kosovo es muchas cosas para mucha gente. La cuna de la identidad serbia. La cuna de la identidad albanesa. El corazón perdido de los Balcanes. El lugar en el que Slobodan Milosevic inició su ascenso a la infamia. El lugar en el que Occidente intervino para defender a los musulmanes contra los cristianos, como penitencia por sus pecados de omisión en Bosnia. Otro ejemplo de imperialismo occidental, según Noam Chomsky. La primera guerra real de la OTAN. El momento más brillante de Tony Blair, que fue el primero en enviar tropas de tierra para dar la vuelta a la campaña de aniquilación étnica de Milosevic ("Toni Bler... thank you", dice una pintada en Pristina que recogí en otra de mis fotos, al lado de "God save the quin"). El escenario de algunos de los monasterios más bellos de esta tierra de Dios, ahora enclaves serbios ortodoxos que resisten aislados. Dime cuál es tu Kosovo y te diré quién eres.

Al margen de todo lo que es o fue, Kosovo constituye hoy un reto pequeño, pero crucial para la comunidad internacional en general y la UE en particular. Kosovo vive en el limbo desde hace más de siete años, desde que la liberación-ocupación de la OTAN se transformó en protectorado de la ONU gracias a la resolución 1244 del Consejo de Seguridad. No puede seguir así. Ése es el motivo por el que Martti Ahtisaari, representante especial del secretario general de la ONU para el futuro de Kosovo, ha presentado una admirable serie de propuestas para salir del punto muerto. Su plan no utiliza específicamente la palabra independencia, pero todo el mundo entiende que el resultado sería la independencia bajo estricta supervisión internacional. Kosovo tendría bandera, himno, Constitución, Gobierno, Parlamento y nacionalidad propios. Tendría derecho a negociar acuerdos internacionales y a pertenecer a organizaciones multilaterales. Pero esa independencia estaría supervisada y controlada por un Representante Civil Internacional, respaldado por una presencia militar internacional.

Los derechos de las minorías

Gran parte del plan de Ahtisaari se centra en garantizar los derechos de la minoría serbia que aún existe en Kosovo. Las comunidades serbias tendrían una autonomía extraordinaria, que incluiría conservar los vínculos económicos con Belgrado y sus propios programas educativos, además de zonas especiales de protección alrededor de sus bellos monasterios. Es un compromiso complicado y difícil y, sin duda, dejará insatisfecho a todo el mundo; que es lo máximo a lo que se puede aspirar, dadas las circunstancias.

No obstante, algunos están más insatisfechos que otros. A pesar de la reciente manifestación por la "independencia ya" en Pristina, que se saldó con dos kosovares muertos, la mayoría de los políticos albanokosovares opina que es un trato razonable. Los políticos serbios, en cambio, dicen que es inaceptable. Y Rusia (que ha escogido sus palabras con sumo cuidado) dice que "no va a apoyar" el paso a la independencia. Tras unas negociaciones en las que están incluidos los serbios, y cuyo comienzo está previsto para la próxima semana, Ahtisaari confía en llevar una versión definitiva de su propuesta al Consejo de Seguridad en marzo. Aunque las últimas declaraciones de Putin han sido muy duras, nadie sabe hacia dónde se inclinará Rusia. Seguramente no lo saben los propios rusos. Los realistas opinan que tal vez habrá que esperar a la cumbre del G-8 en junio para lograr un acuerdo que iría seguido de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU y una transición de cuatro meses hasta la independencia matizada. Si no cerramos ese trato, puede ocurrir cualquier cosa. Lo más probable sería que los kosovares no se quedaran de brazos cruzados ante semejante revés. Seguramente habría más violencia.

La UE debe mostrarse clara, unida, enérgica y estratégica, cuatro cosas que no suele ser más allá de sus fronteras. Debe mostrarse clara al afirmar que ésta es la mejor solución posible. ¿Es completamente justa? Por supuesto que no. No es justo que unas ancianas serbias inocentes, que nunca han cometido más acción violenta que pegar a sus vacas con un palo, tengan que temer por sus vidas. Pero nunca olvidaré lo que el padre Theodosius, un sacerdote serbio ortodoxo del delicioso monasterio de Decani, me dijo justo después de la liberación-ocupación, en el verano de 1999. Fue Slobodan Milosevic -me dijo- el que "no sólo perdió Kosovo, sino que destruyó por completo a su propio pueblo, física y espiritualmente". El monje no tenía ninguna duda: fue Milosevic el que hizo que Serbia perdiera Kosovo, no la UE ni Estados Unidos. Y también debemos dejar claro que hace falta ya una solución. Este limbo es insostenible.

Debe mostrarse unida y enérgica porque sólo así lograremos que Rusia esté de acuerdo. La presidencia alemana actual de la UE y el G-8 es la mejor oportunidad que tenemos de conseguirlo. Si alguna vez ha existido una cuestión en la que se aglutinan los valores europeos (violados en Bosnia mientras la UE se mantenía al margen), y los intereses europeos, es Kosovo. Los intereses europeos que están aquí en juego son cruciales, mientras que, por el contrario, Rusia no posee ningún interés vital. En los próximos cuatro meses no vamos a lograr tener una política europea común en materia energética -pese a lo mucho que la necesitamos-, pero esto sí podemos hacerlo ya.

Y, por último, debe mostrar sentido estratégico. A largo plazo, la única forma de que funcione el plan de Ahtisaari es que tanto Serbia como Kosovo entren en la Unión Europea, junto a sus vecinos de los Balcanes. Entre los Estados miembros de la UE es normal llegar a complejos e intrincados acuerdos de soberanía compartida y limitada. La solución para Kosovo no consiste en la construcción nacional ni en la construcción de un Estado, sino en la construcción de un Estado miembro. Y lo mismo ocurre con Serbia. Para ello es preciso que los líderes europeos tengan el valor y la visión de decir que verdaderamente queremos una nueva ampliación de la UE, porque sólo entonces será posible la paz en los Balcanes y habrá una Europa libre y unida.

Arrepentimiento

Por el momento, ninguna figura política europea se atreve a decir eso, aunque los ministros de Exteriores de la UE, la semana pasada, dieron señales de esperanza a los serbios. La verdad es que media Europa está casi arrepentida de las ampliaciones que ya hemos llevado a cabo. Pero yo sí voy a decirlo: en la gran ampliación balcánica de la UE en 2014, Kosovo y Serbia se incorporan a la Unión como miembros números 33 y 34; o al revés, según los serbios. Los otros recién llegados de ese año son Montenegro, Bosnia y Albania (Croacia y Macedonia se colaron un poco antes y, por si quieren saberlo, Turquía se incorpora en 2020). Tal como propuso hace unos años una comisión presidida por Giuliano Amato, el acontecimiento debería celebrarse en la cumbre de Sarajevo de 2014, coincidiendo con el centenario del inicio de la I Guerra Mundial. De Sarajevo a Sarajevo.

Ahora que se acerca a su 50º aniversario, en marzo, la Comunidad Económica Europea que se convirtió en Unión tiene una extraordinaria historia que contar sobre la difusión de la paz, la libertad y el imperio de la ley (véase www.europeanstory.net). Pero una narración política tiene que explicar hacia dónde nos encaminamos, no sólo de dónde venimos. El valor del relato se juzga por su próximo capítulo. Kosovo debe figurar en él.

www.timothygartonash.com

Traducción de M. L. Rodríguez Tapia

Una patrulla de soldados serbios vigila la frontera con Kosovo.
Una patrulla de soldados serbios vigila la frontera con Kosovo.REUTERS

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