El referéndum andaluz

Increíble pero cierto. A estas alturas, con la experiencia democrática que vamos acumulando en nuestro país, observo con estupor ante la próxima convocatoria a la votación del Estatuto de Andalucía que hay conciudadanos que no interpretan adecuadamente el sentido de las opciones del voto.

Votar "sí" es estar de acuerdo en la totalidad, salvo excepciones, de lo que se propone en la consulta electoral, es decir, con el texto sometido a votación; votar "no" significa lo contrario: que no se está de acuerdo con la propuesta, considerada al menos globalmente. La abstención expresa la indiferencia, la inhibición ante la propuesta porque se considerada irrelevante o el resultado es indiferente, o producto del desconocimiento por la falta de información, o por desdén. Dominar el análisis del texto del Estatuto no está al alcance de cualquier inteligencia. No es necesario, basta con fiarse de las personas o instituciones que nos merezcan garantías de solvencia y coherencia. Se impone votar con la cabeza y no según nos pida el cuerpo, racional y no visceralmente.

Es cierto que una opción que espera la mayoría de votos favorables reclame la participación. Oponerse con la abstención les es contraproducente, pero no lo es tanto como la oposición radical expresada con el "no". Pretender castigar a los políticos que han redactado el Estatuto de Andalucía con la abstención es una opción legítima, porque daña los intereses de sus redactores, pero no se debe confundir o equiparar con las consecuencias del voto negativo, mucho más perjudicial para los que propugnan la participación en un plebiscito que consideran ganado.