Dos mujeres contra el odio
Este fin de semana he descubierto que no está todo perdido. He descubierto que, en un mundo donde cada vez las posiciones son más enconadas y los radicalismos campan a sus anchas, todavía hay lugar para la esperanza. He descubierto la inmensa, gigante diría yo, generosidad de la gente que ha sufrido en sus propias carnes el profundo e insuperable dolor de perder a un ser querido por la "sinrazón" del terrorismo. He descubierto que sólo desde el Amor, con mayúsculas, se puede salir del ciclo autodestructivo que genera el odio. Todo esto gracias a la historia de dos mujeres: Esperanza Chaos (madre del etarra De Juana Chaos) y la mujer que le cuidó durante su enfermedad (viuda de un comandante asesinado por ETA). Ojalá nuestra clase política, en su conjunto y sin excepción, se sentase con este gran artículo en la mano (publicado en EL PAÍS, el domingo 11 de febrero), reflexionase sobre la gran lección de coraje que destila esta historia, y se diese cuenta por fin de que las víctimas del terrorismo no se merecen ser utilizadas constantemente, y sin escrúpulos, como un arma electoral.