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Los disidentes aseguran que no hay ninguna apertura en Cuba, sino un cambio de estrategia de la represión

La salida de escena de Fidel Castro, el pasado mes de julio, y la instauración de un Gobierno interino encabezado por su hermano Raúl no han aliviado la situación de los derechos humanos en Cuba, según denunciaron ayer en Madrid varias organizaciones opositoras. La represión continúa, aunque ahora el régimen está cambiando de estrategia, y empieza a sustituir las largas condenas de cárcel de los disidentes por acciones más puntuales, como detenciones de corta duración, allanamientos, confiscación de publicaciones y medios de trabajo, actos de repudio o intimidación policial.

Según la Comisión Cubana de Derechos Humanos y Reconciliación Nacional, que preside Elizardo Sánchez, al 31 de diciembre de 2006, las cárceles cubanas albergaban a 283 presos políticos, la cifra más alta del hemisferio occidental. Las siete liberaciones que se produjeron el segundo semestre de ese año se vieron contrarrestadas por las condenas de 10 nuevos disidentes. El sistema carcelario, formado por más de 200 prisiones y campos de trabajo, permanece intacto, y el Gobierno continúa impidiendo el escrutinio de la Cruz Roja Internacional y otras organizaciones humanitarias.

"Las políticas de Fidel se siguen aplicando al pie de la letra", insiste la comisión. En ese sentido, tanto Sánchez como Osvaldo Payá, promotor del Proyecto Varela a favor de la democratización y premio Sajarov del Parlamento Europeo, apelaron ayer a la comunidad internacional "a no dejarse llevar por la inercia" y a no bajar la guardia ante "los intentos de un continuismo totalitario" de los actuales gobernantes. Según el escritor y opositor Carlos Alberto Montaner, Fidel Castro se encuentra muy afectado por las sucesivas operaciones y presenta alteraciones afectivas -"llora constantemente"- y de comunicación. "Raúl dice que Fidel sigue tomando las decisiones. En realidad, Fidel impide que se tomen decisiones. El hecho de que respire en una habitación hace que, en una estructura como ésa, nadie se atreva a dar ningún paso". Y ello a pesar de que "las circunstancias están dadas" para iniciar un cambio articulado "por los reformistas del sistema y los demócratas de la oposición".

Con la represión y el control social intactos, la capacidad de la sociedad cubana para presionar al Gobierno es reducida. Pese a ello, las "acciones cívicas" de resistencia se han duplicado: en 2005, se registraron 3.322 actos de protesta, entre vigilias por la libertad de los presos, asambleas o manifestaciones, señala el Directorio Democrático Cubano.

A ello hay que sumar los casos de resistencia abierta: junto al agravamiento de la endémica indisciplina laboral, que ha llevado al Gobierno a expresar su preocupación en los medios oficiales, los últimos meses han estado salpicados de pequeñas rebeliones contra las autoridades: desde el "cordón popular" que impidió (momentáneamente) la detención de un disidente en el pueblo de Madruga, el pasado noviembre, hasta la decena de episodios en los que los vecinos se han negado a participar en "actos de repudio", las agresiones organizadas por el aparato gubernamental contra los opositores.

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