Soldados de EE UU detienen en Bagdad al 'número dos' del Ministerio de Sanidad iraquí
Washington acusa al político, vinculado con el clérigo Al Sáder, de secuestrar y asesinar a civiles
Un día después de que el Ejército de Estados Unidos anunciara el inicio de un nuevo plan -el tercero en nueve meses- para acabar con la inseguridad en Bagdad, tropas norteamericanas e iraquíes detuvieron al viceministro de Sanidad, Hakim al Zamili. Le acusan de dar cobijo a milicianos del Ejército del Mahdi y de desviar fondos hacia el movimiento del clérigo Múqtada al Sáder, crítico con la presencia estadounidense y aliado esencial del Gobierno del también chií Nuri al Maliki. Durante la operación, llevada a cabo ayer, las tropas detuvieron a varios guardaespaldas del viceministro.
Espías estadounidenses acusan a instructores de Hezbolá de entrenar al Ejército del Mahdi
Uno de los portavoces del Ejército de Estados Unidos en Bagdad dijo ayer que Zamili es sospechoso de infiltrar milicianos en las instalaciones dependientes de su ministerio y de desviar dinero público para el Ejército del Mahdi de Al Sáder. "Esos milicianos han atacado a civiles iraquíes utilizando las instalaciones ministeriales para realizar secuestros, torturas y asesinatos", explicó. También se le acusa de estar implicado en la muerte de funcionarios de su departamento.
La captura del viceministro, realizada a las nueve de la mañana (dos horas más en la España peninsular), fue una acción militar. Eran visibles los daños causados en las puertas (al menos dos fueron derribadas a patadas) y en los cristales (varios presentaban impactos de bala). El despacho de Zamili parecía más víctima de una redada que de una detención: sillas y butacas volcadas, cuadros caídos, papeles esparcidos, cajones abiertos... Qassem Allawi, responsable de información del ministerio, dijo que los soldados obligaron a los guardas a echarse al suelo y que se llevaron detenidos a varios guardaespaldas, que no presentaron resistencia.
La Casa Blanca quiere acabar con la violencia sectaria que desde febrero de 2006, tras el atentado contra la mezquita dorada de Samarra, enfrenta a milicias chiíes y suníes. Un ejemplo de esa guerra civil entre facciones fue el hallazgo ayer, cerca de la capital, de los cadáveres de 14 personas, todas suníes y pertenecientes a la misma familia. Se trata de una venganza.
El envío en los próximos meses de 22.000 soldados norteamericanos de refuerzo (18.000 son para Bagdad) tiene como objetivo pacificar la capital y crear un símbolo de que la guerra aún se puede ganar. El presidente George W. Bush necesita un éxito que ablande un Congreso de mayoría demócrata desde las elecciones de noviembre, y que le puede plantear serios problemas con el presupuesto.
Por ello, el primer ministro Maliki está bajo una fortísima presión de Washington. EE UU sostiene que los planes de seguridad anteriores fracasaron porque en todos se evitó desarmar al Ejército del Mahdi. La operación de ayer en la sede del Ministerio de Sanidad parece indicar que Al Sáder, un clérigo radical y antinorteamericano, que cuenta con millones de seguidores y tiene excelentes contactos con el sector duro del régimen iraní, es el gran objetivo.
No es la primera vez que sucede. Dos intentos anteriores por socavar su poder en Nayaf (ciudad santa chií al sur de la capital) acabaron en 2004 en enfrentamientos armados entre su milicia y las tropas estadounidenses. En abril, Estados Unidos decretó una orden de captura contra él por el asesinato de un clérigo rival arrancado del exilio londinense por las tropas británicas. En agosto de ese año hubo un segundo choque armado del que salió reforzado. El espionaje norteamericano asegura que instructores del movimiento libanés chií Hezbolá entrenaron al Ejército del Mahdi. Ahora, cualquier nuevo enfrentamiento tiene un problema añadido: el movimiento de Al Sáder participa en el Gobierno (seis carteras) y tiene 29 diputados en el Parlamento (es la segunda formación más votada de la Lista Chií), fundamentales para sostener al primer ministro, Maliki.
Los líderes árabes suníes han acusado a los tres Gobiernos encabezados por los chiíes Ayad Alaui, Ibrahim al Yafari y Maliki de organizar y dirigir la guerra sucia contra su comunidad. En dependencias del Ministerio de Interior del anterior Ejecutivo se descubrió en noviembre de 2005 una prisión clandestina. El responsable de ese ministerio era Baqir Jabr Al-Zubeidi, importante dirigente de la mayoritaria Asamblea Suprema de la Revolución Islámica en Irak. No fue detenido por EE UU y ahora es el titular de Finanzas.
Un portavoz del movimiento de Al Sáder acusó ayer al Ejército norteamericano de buscar la confrontación y exigió a Maliki que tome acción inmediata para lograr la liberación de Zamili.
Además de esta detención, el día tuvo atentados con coche bomba y ataques con granadas de mortero en la capital y alrededores. Al menos 26 iraquíes murieron en esos ataques. También hubo bajas entre los estadounidenses: el portavoz del Ejército anunció la muerte de cuatro marines en dos ataques de la insurgencia ocurridos en la provincia de Al Anbar, en el oeste de Irak. Con estas muertes, son más de 3.100 los soldados estadounidenses que han perdido la vida en Irak desde que se iniciara en marzo de 2003 la invasión y posterior ocupación.
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