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Relevo en el Ministerio de Justicia

Esposado contra el torturador

Juan Cruz

Hace 30 años, cuando empezaba la transición, el entonces joven fiscal Mariano Fernández Bermejo estaba destinado en Tenerife, tenía 27 años y un caso de tortura sobre el que el gobernador civil de ese momento, Modesto Fraile Pujade, que había heredado el puesto del franquismo y que llegó a ser un alto cargo del Congreso, con UCD, quiso echar un manto de silencio.

El comisario José Matute, que tenía tras de sí una larga historia de malos tratos a detenidos, había torturado a un detenido de izquierdas. Y lo había matado. Matute, cuyo nombre era ya sinónimo de crueldad, fabricó una coartada, con la ayuda de sus superiores. Según esta estratagema que aireó para que su nombre quedara impune, el detenido, Antonio González Ramos, se había arrojado desde un automóvil de la policía, un Peugeot 504; según esa versión fraudulenta, había activado, a pesar de ir esposado, el seguro del coche, se había arrojado en plena marcha, y había muerto como consecuencia de las heridas.

Era mentira, pero ayudaron a Matute a mantenerla. Hasta que se empeñó el ahora ministro de Justicia en restablecer la realidad tal como fue. Fernández Bermejo se metió en un automóvil igual, hizo que le esposaran, y demostró que una maniobra como la que supuestamente había acabado con la vida del detenido resultaba prácticamente imposible.

Hasta el policía que Matute había utilizado como testigo (falso) se volvió contra el torturador, y en el juicio prosperó la tesis del fiscal, que contó con el apoyo del juez Luis Paricio Dobón. Matute había ensayado sus virtudes de karateka contra otros detenidos; Julio Trujillo, periodista, fue una de sus víctimas. Sobrevivió, trabaja en Madrid. Matute fue condenado, y luego fue rehabilitado, para indignación de los ciudadanos de la isla, que asistieron con estupefacción al conocimiento de sus métodos de torturador feroz.

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