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Tribuna:MODELO DE ESTADO
Tribuna
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La España menguante

Decía Ortega hace ya muchos años que para que un español se entere de que hay cañonazos se los tienen que dar en el oído. Ha sido necesario que ETA volase la T-4 y que el PP y el PSOE no hayan sido capaces de ponerse de acuerdo ni siquiera para manifestarse contra el terror, para que los españoles se enterasen de que el divorcio entre los dos grandes partidos nacionales es absoluto. Y cuando se dinamitan los consensos básicos y se rebasan ampliamente los límites del disenso resulta imposible abordar los grandes problemas nacionales. España mengua dentro y fuera.

Algunos socialistas se empeñan en convencerme de que los responsables de este divorcio somos nosotros porque todavía no hemos digerido el resultado de las últimas elecciones. Los más avisados no insisten demasiado en esta tesis porque saben que el Pacto del Tinell es anterior a las elecciones y que también antes de las elecciones los representantes de Zapatero ya andaban poteando con los chicos de Batasuna mientras él invitaba a Aznar a suscribir el Pacto por las Libertades y contra el Terrorismo. Doctor Jeckyll y Mister Hyde en estado puro. Las minas que han acabado dinamitando los puentes entre los dos partidos estaban colocadas antes de las elecciones.

"El único proyecto de Zapatero en política exterior también parece ser distanciarse del PP"

Zapatero se comprometió a ratificar a ciegas cualquier texto que aprobase el Parlamento catalán y prometió a los batasunos un horizonte más despejado pensando que sería Rajoy quien tendría que lidiar los dos morlacos. Pero ganó y se encontró con unas letras que no podía pagar. Para salir del trance ordenó "cepillar" el Estatut y acelerar las negociaciones con Batasuna. Carod-Rovira le hizo la butifarra en el referéndum estatutario. Y le tuvieron que echar. Ya se han reconciliado, pero los grandes temas que el Estatut dejó sin cerrar (blindaje competencial, financiación) siguen abiertos. Por su parte los etarras no se han conformado con las cesiones del Gobierno -legalización de facto, interpretación "flexible" de la ley penal, internacionalización del conflicto- y han vuelto a exigir la autodeterminación. Y como el Gobierno no se ha atrevido a ir tan lejos, han volado Barajas. Seguirán viéndose a escondidas hasta que regularicen su situación, pero esta regularización pasa por algo tan complejo como encajar "el derecho a decidir" en el marco constitucional.

Pero todos estos contratiempos no han apartado a Zapatero de su sueño original que explica todas sus actuaciones: remodelar el edificio constitucional para dar a los nacionalistas, incluidos los independentistas, las habitaciones con vistas y relegar al PP al sótano. Convertir a este Partido en un partido testimonial que legitime el sistema pero que nunca pueda llegar al Gobierno. La vieja tentación totalitaria del PRI mexicano un poquito maquillada para no alarmar en Bruselas. Para mandar al PP a las tinieblas decidió embarcarse en una aventura confederal que nosotros no podíamos asumir y abrir un proceso que él llama "proceso de paz" y Otegi "proceso de construcción nacional". Cuando nos negamos a bailar cambió de pareja. Roto el compromiso con Mas no ha tenido ningún inconveniente en volverse a aliar con Carod. En Euskadi lo mismo le da aliarse con Esquer Batua y Batasuna que echarse en brazos de Imaz. Lo que sea con tal de crear un "cordón sanitario como defensa contra una derecha venenosa y terrible que está haciendo peligrar nuestro concepto básico de vida". (Luppi dixit, resumiendo la estrategia monclovita). La operación de aislamiento del partido competidor se pretende complementar con la jubilación de todos los socialistas cuya luz no irradie del propio Zapatero.

En política exterior su único proyecto también parece ser distanciarse del PP. Aznar intuyó que la entrada en la Unión de los países del Este permitiría a España subir sus apuestas si se garantizaba una relación privilegiada con Washington. Zapatero se ha dedicado a provocar a los yankees y a correr a esconderse detrás de Schröder y Chirac. Alianza que no nos ha reportado dividendo alguno y ha menguado el protagonismo de España. En América Latina no ha parado de hacer guiños a Chávez, Morales, Correa y Ortega. No sé si por molestar a los americanos o por cierta nostalgia infantil por la revolución pendiente. Guiños que no han servido ni para frenar los golpes a nuestras empresas ni para asegurarles un horizonte más despejado.

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Así las cosas, lo más urgente es restablecer un entendimiento mínimo entre PP y PSOE en las grandes cuestiones de Estado. Porque sólo así podremos recuperar la convivencia perdida, preservar los valores de igualdad y solidaridad entre los ciudadanos que alumbró la Revolución Francesa y hacer frente a los desafíos (globalización, inmigración, crisis energética) que nos esperan. Para eso el Presidente deberá abandonar su ilusión de liderar una segunda transición con los nacionalistas en la que el PP quede arrinconando. La República naufragó por intentar hacer una cosa parecida; la Constitución actual ha durado tanto porque ha sido una Constitución de todos y para todos.

En casa también tenemos que hacer algunas cosas. Es comprensible que el radicalismo de Zapatero invite a muchos de los nuestros a abrazar un radicalismo de signo contrario, pero se me antoja más inteligente aprovechar el espacio que él deja vacío para atraer a los electores centristas que queden huérfanos. Sólo así podremos jubilar a Zapatero u obligarle a cambiar radicalmente de estrategia. Sólo así podremos acabar con la España menguante y alumbrar una que crea en sus posibilidades. Juntos podemos.

José Manuel García Margallo es eurodiputado del PP.

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