_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un euro fuerte

Ángel Ubide

En la reciente reunión del Eurogrupo los ministros europeos decidieron intervenir verbalmente contra la apreciación del euro con respecto al yen japonés, y anunciaron que pretenden presionar al G7 este fin de semana para que actúe de manera coordinada. La fortaleza del euro es un constante quebradero de cabeza para las autoridades europeas, como muestran los constantes ataques al euro y al BCE de la clase política francesa.

Es cierto que el yen japonés está al nivel más depreciado de los últimos 25 años, debido sobre todo a la diversificación de las inversiones de los ahorradores japoneses tras más de una década de aversión al riesgo, pero también a la política muy expansiva -y no claramente justificada- del Banco del Japón. Pero también es cierto que el euro se ha afianzado como moneda de reserva, y esto es algo que algunos dirigentes europeos no quieren admitir. Los ministros se quejan, y el BCE repite que no está promoviendo el uso del euro como moneda de reserva. Parece que Europa sigue siendo incapaz de aceptar las consecuencias de su éxito.

Una moneda de reserva ofrece garantías de valor, facilidad de uso en transacciones, y un mercado financiero profundo y líquido. El marco de política monetaria del BCE refuerza el atractivo del euro como depósito de valor, con su énfasis exclusivo en la estabilidad de precios; no olvidemos que la Fed tiene un doble mandato de estabilidad de precios y del output que diluye, a priori, su credibilidad anti-inflacionista. Como resultado, las expectativas de inflación en la zona euro son más bajas y más estables que en los Estados Unidos. Además, el Pacto de Estabilidad y Crecimiento (PEC) da credibilidad a la política fiscal europea: a pesar de las críticas, el PEC está demostrando su utilidad, ya que ahora que los ingresos fiscales están sorprendiendo al alza, los gobiernos los están usando para reducir el déficit y no para aumentar el gasto, justo lo contrario de lo que sucedió en 1998-2000 y que generó la crisis del PEC.

Como medio de transacción, el volumen de euros en circulación ya sobrepasa al de dólares, a raíz del aumento del comercio de la zona euro con el resto del mundo y la incorporación de nuevos socios. Además, el proceso de integración financiera de la zona euro está dando sus frutos, y el mercado de deuda denominada en euros representa ya casi el 50% del total mundial, por encima del 37% denominada en dólares.

Finalmente, las tensiones geopolíticas contribuyen a afianzar el euro como moneda de reserva. Las anécdotas sugieren que la publicación, hacia mediados del 2002, de la nueva doctrina americana de defensa -la doctrina del ataque preventivo- fue el detonante que inició la diversificación de reservas en la región del Golfo y en Asia. Desde entonces, los países de la región han aumentado sus reservas en euros, con cautela para evitar provocar una caída del dólar que les ocasionaría pérdidas en sus tenencias de dólares. De hecho, los gestores de reservas de la región se han convertido en factores determinantes de la cotización del euro -no es una coincidencia que el euro se haya apreciado en noviembre y diciembre de los últimos cinco años, cuando los gestores de reservas tienen que reequilibrar sus portafolios y compran euros casi a cualquier precio-.

Europa ha creado un marco de disciplina de política económica, de acercamiento económico con las regiones vecinas y de integración de sus mercados financieros. A pesar de ser economías de tamaño similar, las reservas en dólares representan un 60% del total, frente a un 20% en euros: el potencial de aumento del uso del euro es amplio. Un euro fuerte reduce el coste del capital, permite bajos tipos de interés -aunque el BCE se resiste a aceptar un tipo de cambio apreciado como alternativa a aumentos de tipos- y facilita la financiación de la balanza por cuenta corriente, lo que beneficia a todos los europeos y contribuye a reequilibrar la economía mundial. Además, obliga a los gobiernos a adoptar necesarias pero impopulares reformas estructurales para mantener la competitividad de las economías, algo necesario en un continente con escasos incentivos reformistas. El euro es fuerte, seguirá siendo fuerte, y es en el interés de la zona euro.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_