El demonio de la mala suerte
La vida parecía entregarle todo su poder de gratificación a Elizabeth Sanxay. Había nacido en Brooklyn en 1889 en el seno de una familia que pudo permitirse educarla en una excelente escuela de señoritas de Nueva York. A la edad de veinticuatro años contrajo matrimonio con un diplomático inglés, de quien tomó el apellido Holding. El ejercicio de su profesión llevó al matrimonio a residir en varios países de América del Sur y Central y él llegó a ser gobernador de las Bermudas. Tuvieron dos hijas y Elizabeth se convirtió, por su educación y sus intereses, en ama de casa, esposa de diplomático... y escritora. Su buena disposición para la literatura hizo que debutara como novelista en 1920 con tan buena fortuna que acabó dando a la imprenta un total de seis novelas, las cuales tuvieron una excelente acogida.
Elizabeth Sanxay sólo necesita un punto débil para servirnos una narración del más puro suspense
Y entonces algo se torció.
La Gran Depresión de 1929, una crisis económica sin precedentes que llenó el país de pobreza, desesperación y suicidas, la convirtió en una mujer apremiada por la necesidad de ganarse la vida y ocuparse de sus dos hijas.
Lo único que sabía hacer era ser ama de casa y escribir y decidió que esta última era su única oportunidad. Su editor le aconsejó que se dedicase a las novelas de crimen y misterio, el único género que ofrecía una rentabilidad más o menos precaria, pero constante. Y así, desde principios de los años treinta hasta su muerte, ocurrida en 1955, Elizabeth Sanxay Holding escribió un total de dieciocho novelas y salió adelante. En su momento fue reconocida como una de las mejores escritoras del género. ¿Cómo llamar a sus novelas?, ¿de misterio? ¿policiacas? ¿negras? Tras su muerte, sus novelas parecieron morir con ella, pero los periódicos rescates acabaron en éxitos de nuevo.
Nunca se publicó en España y por fin le ha llegado la hora. Llega a nuestras librerías uno de sus mejores libros: La pared vacía (Lumen), al que pronto seguirán otros dos más.
El género al que se adscribe a Elizabeth Sanxay Holding hay que denominarlo "de suspense". El maestro del género fue William Irish. En las novelas de Irish está siempre el escenario de la América hundida por la depresión, de la gente colgada en su pequeña vida y en su triste destino. La gran innovación de Irish fue la de colocarse en el punto de vista de la víctima. No del detective, como hasta entonces venía sucediendo, sino de la víctima.
Sus protagonistas son gente minúscula atrapada en una pesadilla debida al azar, en un mundo hostil donde cada uno está a lo que puede. No hay dinero ni trabajo y hasta las imágenes de los thrillers se apoyan en lo que escasea ("tenía un agujero en la frente del tamaño de un dólar"). Ese clima terrible, desolado, se halla también en clásicos como ¿Acaso no matan a los caballos?, de Horace McCoy. Gente aplastada por la quiebra del país sin esperanza de levantar cabeza.
Este clima de pesadilla que se ensaña con algún infeliz se encuentra admirablemente representado en La pared vacía. Lucia Holley es un ama de casa normal y corriente que vive con sus dos hijos y su anciano padre y cuyo marido se encuentra en el frente, en Europa. Su vida es ajustada, pero tranquila. Y de pronto, como en las novelas de Irish, el azar irrumpe en la vida de esta criatura. Un tipo desagradable que sale con su hija aparece muerto junto a su casa. Lucia teme que alguno de su familia lo haya matado y no sabe cómo reaccionar. Entonces comete un error propio de una persona atosigada: oculta el hecho. Todo parece ir bien hasta que aparece alguien con una carta que muestra la comprometida relación de su hija con el asesinado y exige una cantidad de dinero por devolverla. A partir de aquí, la vida de Lucía Holley se convierte en un infierno.
El mundo de Elizabeth Sanxay está muy lejos de las historias de gánsteres o los detectives brillantes o conflictivos. El suyo es, sencillamente, un mundo de gente atrapada por la mala suerte; sus dramas son dramas que le podrían acontecer a cualquiera en cualquier momento con sólo salir a la calle justo el día en que deberían haberse quedado en casa. El suspense se instala en el ánimo del lector como se meten la humedad y el frío a lo largo de un camino solitario que se va tornando cada vez más amenazante. La violencia está contenida, el miedo rondando, la amenaza impregna el ambiente y cada paso que se da es una puerta que se cierra a las espaldas del desdichado protagonista.
El modo en que Elizabeth Sanxay tensa el relato es sobrecogedor; el modo en que el Mal se introduce en la vida cotidiana de Lucia Holley y su familia deja al lector poco menos que sin aliento. Pero hasta en la más negra oscuridad puede brillar, por pequeño que sea, el destello de una conciencia conmovida.
En 1949 el gran cineasta Max Ophüls convirtió la novela en una extraordinaria película: The reckless moment, estrenada en España con el título Almas desnudas.
"¿Has leído a Elizabeth Sanxay Holding?", escribió Raymond Chandler a su editor. "Te aseguro que es la mejor escritora de suspense. No es recargada ni resulta irritante; sus personajes son maravillosos, y esa calma interior con que ella los maneja me intriga y me fascina". Ahí estaba dando en el clavo: esa calma interior que aprecia en su escritura es la misma que suspende el alma del lector sobre el abismo. Elizabeth Sanxay sólo necesita un punto débil, una situación cotidiana inesperada y una tribulación del ánimo para servirnos una narración del más puro suspense. El ama de casa luchó por su vida y la de sus hijas en una época dura, exorcizó sus miedos y nos legó unas narraciones inolvidables.
Babelia
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