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Columna
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Pacifistas

Tengo una gran admiración por algunos de los intelectuales que han participado estos días en Sevilla en las movilizaciones en contra de la cumbre de la OTAN. Respeto profundamente a los jóvenes que luchan en los movimientos antiglobalización: son gente idealista y abnegada, la mayoría dignos de admiración por su altruismo y su entusiasmo. Me parece bien que el Ayuntamiento haya prestado apoyo logístico a quienes se oponen a la cumbre atlántica: una ciudad es la suma de muchas voluntades, un lugar de encuentro donde caben todos los que no usen la violencia, así es que no me parece mal que pueda prestárseles algún tipo de ayuda.

No hay que inquietarse por que haya un pequeño espacio para la disidencia. En vez de un despilfarro es una muestra de que la ciudad puede ser integradora y dar cobijo también a quienes rechazan las reuniones de alto nivel, sean de la OTAN o de cualquier otro organismo, siempre que se haga de manera pacífica. Cosa distinta son los que se aprovechan de los movimientos antisistema para su forma de vida, dirigentes añejos que llevan 30 años viviendo de manera profesional de la política y no dudan en apuntarse a cualquier carro con tal de seguir en el machito. No es que me parezca mal la política profesional, todo lo contrario. Lo que me parece una paradoja es que quienes ahora son antisistema ya se dedicaban profesionalmente a la política hace más de 20 años, en el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN.

En los últimos años ha cambiado mucho el papel de España en el mundo y su participación en organismos internacionales. Quienes nos opusimos a que España permaneciese en la OTAN teníamos unos puntos de vista más nobles y justos que quienes defendían lo contrario. El mundo entonces estaba dividido en dos bloques militares, pero ahora los riesgos han cambiado. Los problemas de hoy son el terrorismo, la pobreza, las migraciones masivas, el calentamiento del planeta, las fuentes de energía, los derechos humanos, la igualdad entre hombres y mujeres. Los que estábamos contra la OTAN teníamos razón entonces, pero no la tenemos ahora. Lo ocurrido todos estos años ha evidenciado que Felipe González tenía razón y nosotros no. Lo que hicimos fue justo, pero el tiempo ha demostrado que nos equivocamos, aunque entonces tuviéramos razón. Puede resultar una paradoja, pero creo que es así. Ahora la OTAN es un elemento de estabilidad en el mundo. Las fuerzas armadas españolas eran vistas entonces como un ejército de ocupación de su propio país. Hoy nuestros ejércitos son una fuerza de paz en los lugares donde van, como Bosnia, Haití, el Congo o Afganistán. La OTAN es una estructura militar que proporciona estabilidad y defiende la democracia no ya sólo en el Atlántico norte, sino en todo el mundo. La Alianza Atlántica tendrá que aclarar sus implicaciones en los vuelos secretos de la CIA, aquello que Condoleezza Rice llamaba "un gorila de 400 libras" La OTAN no puede permitir que en su territorio se cometan torturas ni se realicen traslados de sospechosos para interrogarlos sin garantías judiciales, lo haga un aliado o quien sea. Y tampoco se puede mirar para otro lado. Es incompatible defender los valores occidentales con el uso del crimen. Tampoco creo que las bases de Rota y Morón sean hoy un problema ni mucho menos un riesgo.

Todos los países tienen bases militares, muchas de ellas de los EE UU, y no por ello sufren mayor riesgo o tienen problemas. Más bien ocurre lo contrario, que cuando se anuncia un traslado o una reducción, hay gente que protesta. No estoy muy de acuerdo con el viejo aserto, adjudicado a Willy Brandt, de que el que con 20 años no es un revolucionario es que no tiene corazón y el que lo es a los 40 no tiene cerebro. Creo que hay que analizar los fenómenos en toda su complejidad. Todos queremos que desaparezcan los ejércitos y que el dinero que se emplea en actividades militares se use en ayuda al Tercer Mundo. Pero mientras haya inestabilidad no puede haber progreso , lo que trae hambre y dificultades que pagan en primer lugar los más desfavorecidos.

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