Pureza
El espectáculo Aluricán es de una pureza casi primitiva. Así bailan, así cantan, así tocan los lebrijanos, y los pocos que quedan de esta familia tratan de conservarlo con cuidado entrañable. El homenaje a Pedro Bacán, que reivindicó este arte a ultranza, estaba por demás justificado. Hay que hablar en primer lugar del cante de su hermana Inés, lleno de jondura. Hizo una nana primorosa, y unas siguiriyas envidiables, con la voz llena y una entrega absoluta. Pepa la de Benito -su tía- cantó las cantiñas del Pinini con su entonación más auténtica. Rafael de Utrera cantó con largueza y profundidad. Todos volcados en dar la mayor veracidad posible a un cante templado y despacioso. En el baile vimos cosas extraordinarias. El baile de Lebrija es tranquilo, apenas insinuado, pero de una flamencura ejemplar, especialmente el que hicieron la Vargas y la Ledesma. Grandes bailaoras. Hubo particularmente unas soleares antológicas, de una belleza fascinante. Esperanza Fernández, con su hermano Paco a la guitarra, dio uno de sus recitales característicos, ganándose el aplauso del público en esta noche impregnada de pureza y de verdad.
Eternidad y Aluricán en azul y verde
Cante: Esperanza Fernández, con Paco Fernández, al toque; Inés Bacán, Pepa la de Benito y Rafael de Utrera. Baile: Angelita Vargas, Carmen Ledesma, Diego de la Márgara, Fernanda Peña. Toque: Antonio Moya, Curro Vargas, Sevi Bacán. Teatro Albéniz. Madrid, 1 de febrero.