El dilema del alumno empleado
Las universidades se plantean cómo garantizar que el Proceso de Bolonia permita compaginar carrera y trabajo
El Proceso de Bolonia, que homologará los estudios universitarios en la Unión Europea (UE), apuesta por un alumnado activo frente a las clases magistrales y los exámenes finales. Ante esa nueva filosofía, en las tres universidades vascas se está debatiendo cómo ofrecer garantías a los alumnos que tienen un empleo -un colectivo que supone alrededor de un tercio del alumnado total en otros centros españoles- para que puedan seguir compatibilizando ambas actividades.
El vicerrector de Alumnado de la Universidad del País Vasco (UPV), Xabier Etxague, es consciente de que quienes estudian y trabajan son un colectivo cada vez mayor del que no se puede prescindir. "Hay voluntad de arbitrar procedimientos metodológicos diferenciados para el alumno no presencial", afirma. Enmarca incluso esa realidad en la filosofía de Bolonia: "Hay que ser consecuentes con la defensa de la formación continua facilitándola a los trabajadores en la universidad".
La adaptación de los nuevos planes de estudio por cada universidad permitirá, según el vicerrector, introducir nuevas facilidades e incluso "regular la figura del alumno libre, que existía hace años para quienes no podían asistir a clase". En la actualidad, están garantizados los derechos a no asistir a clase y a tener un examen final, "y Bolonia no impide que se mantengan", recuerda Etxague. Sin embargo, será cada departamento el que acuerde los criterios de evaluación convenientes y los casos concretos tendrán que ser negociados entre el profesor y el alumno.
La vicerrectora de Alumnado de Deusto, Rosa Miren Pagola, apunta que el nuevo sistema beneficiará incluso a este colectivo por su flexibilidad. "Se reducen las clases presenciales, las más complicadas para ellos, y el alumno puede gestionar su tiempo", destaca.
Portavoces de Mondragon Unibertsitatea recalcan que "el aprendizaje a través de la experiencia en el trabajo es inherente" a su modelo educativo, lo que se fomenta integrando a 600 estudiantes cada año en una cooperativa del grupo MCC, donde trabajan a media jornada para pagarse la carrera.
Nuevas tecnologías
Eider Santamaría cursó un ciclo superior de desarrollo de proyectos mecánicos, trabaja como delineante y estudia Ingeniería Técnica Industrial en la UPV. Miguel Rey, antropólogo y máster en dirección de empresas, es director de responsabilidad social corporativa de Kaiku y está cursando Periodismo. Ambos comparten la convicción sobre la importancia de la formación continua y, aunque no siempre pueden asistir a clase, apuestan por la evaluación continua. "El trabajo práctico es necesario y obliga a llevar la materia al día", opina Santamaría, a lo que Rey añade que "contribuye a la motivación y mejora continua de alumnado y profesorado".
Santamaría reconoce que para las prácticas se reservan horarios a los que la mayoría puede asistir, aunque defiende que "en todas las asignaturas se pueda optar por hacer sólo un examen final". Aún así, no puede evitar cierta incertidumbre: "Seré la primera en matricularme en la UNED si Bolonia complica mucho las cosas". Rey, por contra, no concibe abandonar la carrera: "Antes estaría la opción de reducir el número de asignaturas". El antropólogo destaca las facilidades que da la empresa "porque le beneficia contar con personal cualificado" y confía en que las nuevas tecnologías faciliten nuevas herramientas de comunicación.
Xabier Etxague comparte ese entusiasmo por la oportunidad que ofrecen Internet y las plataformas digitales para reforzar la relación con el profesorado. El vicerrector de la UPV cree que las inquietudes de algunos estudiantes responden a "un debate muy abierto que se encauzará". Aún así, reconoce que para compatibilizar estudios y trabajo "habrá que medir la carga anual de trabajo en la que matricularse y hacer un sobreesfuerzo".
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