"Buscar ahora el final dialogado es puro voluntarismo"
El líder del PNV, Josu Jon Imaz (Zumarraga, 1963), está preocupado por el nivel de crispación política alcanzado entre PSOE y PP en materia de terrorismo. Sospecha que ETA se está frotando las manos y pueda estar buscando la fractura social de la sociedad española tras el atentado de Barajas como hizo en la vasca en 2000. Dice que hablar ahora de final dialogado de la violencia es "puro voluntarismo", y defiende más firmeza frente a ETA. "Batasuna no es interlocutor político", añade.
"Alguien en ETA puede buscar una fractura de la sociedad española de la dimensión de la que quiso provocar en Euskadi en el año 2000"
"Hay indicios preocupantes que apuntan más a la hipótesis de que ETA vuelva a los atentados con víctimas como en 2000, tras la otra tregua"
"¿Alguien se imagina que el presidente Zapatero estuviese siendo procesado por haber liderado un proceso de conversaciones con ETA?"
"Nos puede pillar un atentado con los consensos mínimos rotos. Y éste no es el ambiente adecuado para hacer frente a una espiral de ETA"
La entrevista con Josu Jon Imaz se desarrolló el pasado jueves en Sabin Etxea, sede central del PNV, nada más conocerse la decisión de la Audiencia Nacional sobre el etarra Iñaki de Juana Chaos.
Pregunta. La Audiencia Nacional ha decidido mantener la situación de De Juana Chaos.
Respuesta. Respeto las decisiones judiciales, pero una medida en sentido contrario hubiese sido más respetuosa con lo que debe ser el Estado de derecho, sobre todo cuando está en juego la vida de una persona, por muy execrables que sean sus crímenes, por los cuales ya cumplió condena.El Estado de derecho se hubiese podido reforzar más con otra decisión.
P. El problema, también, es si De Juana se convierte al final en un mártir de la causa.
R. Aparte de la preocupación por su vida, la totemización por parte de ese mundo de un desenlace fatal también sería negativo. Hay que evitar crear mártires.
P. Se cumple un mes del atentado de Barajas. Para algunos representa el suicidio del mundo de ETA y la demostración de que no había interiorizado el agotamiento de la violencia. ¿Qué opina?
R. Lo que ha fallado es que ETA ha roto el proceso. Tenemos que tratar de evitar una discusión sobre lo que unos y otros pudiésemos haber hecho, dispersando responsabilidades. ETA no ha sido coherente con una voluntad inequívoca de poner fin a la violencia y ha dinamitado las bases del proceso. A partir de mayo se detectaron elementos preocupantes respecto a su auténtica voluntad: el comunicado del 17 de agosto, los tiros de encapuchados de septiembre en Aritxulegi, el robo de armas en octubre van definiendo la sensación de que hay una parte de ese mundo a la que le da vértigo entrar a hacer política.
P. ¿Con esas luces rojas, no tenía que haberse producido entonces un parón en el diálogo?
R. El proceso tenía bases sólidas. Hay dos pilares: la debilidad operativa de ETA por el cambio internacional y la irrupción del terrorismo islámico, que hace que sectores de ETA se cuestionen el terrorismo, y el rechazo a la violencia por sectores políticos que le han dado cobijo durante muchos años. La responsabilidad empujaba a buscar una salida. Pero el proceso, tal y como lo entendíamos, ya no existe.
P. ¿No ha habido cierta ingenuidad, sabiendo lo que pasó en treguas anteriores?
R. Siempre he dicho en todos estos meses que este proceso no era irreversible. Y meses antes del 30-D dije que ETA podía matar. Teníamos que recorrer este camino sin ingenuidad, porque sabíamos a quién nos estábamos enfrentando. Pero hemos mantenido las cautelas debidas. El PNV ha tenido claro que no podía constituirse una mesa de partidos para negociar una solución política mientras no existiese un final nítido de la violencia.
P. No hubo sólo indicios externos. En las conversaciones que mantuvieron a tres al final con Batasuna, PNV y PSE constataron la tutela que ejercía ETA sobre ellos.
R. Es verdad que apreciamos esos indicios de tutela por parte de ETA a finales de octubre y en noviembre. Y el PNV se plantó. Una de las cosas que no estábamos dispuestos a hacer, y ETA nos lo achaca en su último comunicado, es permitir que el futuro politico de Euskadi sea decidido bajo la presión terrorista.
P. Se le ve frustrado, dolido por las víctimas, pero ¿se siente engañado?
R. Si hubiese estado entregado de pies y manos a un determinado esquema por parte de ETA, tendría razones para estarlo, pero no es el caso. Me siento dolido. Aquella mañana sufro la magnitud de la tragedia y, sobre todo, la sensación de que ETA de nuevo vuelve a apagar una esperanza. Pero el término engaño no describe mis sentimientos.
P. ¿Pero sería aplicable a quienes han tratado con ETA, como el Gobierno?
R. Eso deberá decirlo el Gobierno. Yo no he mantenido ningún tipo de interlocución con ETA. Lo que hicimos fue preparar un marco negociador desde las instituciones cuando vimos que había bases sólidas para que arrancara este proceso. Pero es evidente que a lo largo de él ha habido un cambio de agujas por parte de ETA. Es verdad que algunas cosas se hubiesen podido hacer de otra forma, pero no ha sido lo sustancial para el fracaso. Ni la campaña dura del PP en contra, ni la acción judicial, ni la política del Gobierno de no haber llevado a cabo no sé qué gestos, ninguno de esos motivos le ha llevado a ETA a romper. Aunque la pregunta de un observador que vea el debate en la política española es: ¿pero quién ha puesto la bomba en Barajas? Porque nos hemos olvidado de ETA, visto el clima de crispación alcanzado en la política estatal.
P. ¿Se puede reconducir esto?
R. Ahora toca primero la serenidad. ETA ha matado a dos personas, ha conmocionado a la sociedad, pero no puede romper la sociedad española con una fractura de la dimensión de la que quiso provocar en la sociedad vasca en 2000. Entonces, ETA intentó una fractura en Euskadi entre el mundo nacionalista y el no nacionalista, y la intensificó con sus atentados. Posiblemente, alguien en ETA puede querer repetir el mismo esquema en la sociedad española.
P. ¿Y los partidos democráticos, qué deben hacer?
R. Sería bueno trabajar un consenso, con el PP incluido, porque nadie sobra a la hora de abordar este tipo de acuerdos, sobre determinadas bases: una voluntad clara de hacer frente al terrorismo, activar los mecanismos policiales necesarios, un discurso claro de deslegitimación política y social del terrorismo, una política de apoyo a las víctimas, sacándolas de la confrontación partidista, y aplicación del Estado de derecho sin políticas de excepción, porque son utilizadas por los terroristas para deslegitimar a aquél. A partir de aquí hay una incógnita: ¿qué hará ETA? y dos escenarios posibles.
P. El zulo de Amorebieta, el material que contenía para atentados selectivos, y el paso de liberados indican...
R. Un escenario posible es la vuelta a lo que pasó en 2000, una campaña de atentados con una espiral de víctimas. Esos indicios que mencionan apuntarían en esa dirección y podríamos tener una época dura. Pero supondría la hecatombe política de la izquierda abertzale. A medio y largo plazo, aceleraría su final.
P. ¿La otra hipótesis es una reflexión en ETA de la inutilidad de matar?
R. La vuelta a 2004. Que alguien en ETA sea consciente de la brutal tragedia que ha provocado y del error cometido. Y, por tanto, que traten de buscar una situación de stand by para, en un horizonte futuro, volver a intentar con garantías añadidas -ya no vale el alto el fuego permanente, tendrían que ser claras y nítidas- el fin de la violencia.
P. Lamentablemente, una hipótesis apunta más que otra.
R. De acuerdo, pero ambas están ahí. Y mi obligación es contemplarlas, aunque es cierto que hay indicios preocupantes que apuntan más a que ETA vuelva a los atentados con víctimas.
P. ¿No le preocupa que a los partidos democráticos les pille sin un mínimo común de respuesta ya tejido para evitar que ETA marque la agenda?
R. Nos puede pillar un atentado de ETA con los consensos mínimos rotos. En el debate del día 15 de enero en el Congreso se vio que la confrontación partidista se ha vuelto irrespirable. Y no es el ambiente adecuado para hacer frente a una espiral de ETA.
P. ¿Es posible que estemos ante una nueva ETA, dispuesta a abrir un nuevo ciclo de violencia?
R. Sinceramente, creo que no. Y lo digo consciente de que no es descartable que podamos pasar momentos duros en poco tiempo. Estructuralmente, sería el principio del fin [de ETA], porque provocaría una conmoción social y política en su mundo que empujaría a la grapización. Un fenómeno terrorista sin base social no tendría la misma dimensión.
P. A ETA no le ha gustado nada el papel del PNV y el suyo en particular en el proceso.
R. En todos sus escritos desde julio ha sido crítica con nosotros. Me siento muy orgulloso de haber mantenido unos principios éticos y democráticos impecables en este proceso. Frente a ese juego de ETA de hablar "del PNV de Imaz", he de decir que la política de mi partido ha contado con un apoyo interno absoluto. Si hubiésemos querido ceder ante ETA, lo habríamos hecho hace 30 años y habríamos evitado toda la tragedia, pero hubiera sido ponerse de rodillas y con peores consecuencias. ¿Que esto no le gusta a ETA? Evidente, porque es el espejo de su propio fracaso en 1977 y, ahora, en este proceso.
P. ¿Pero están preparados para ser objetivo militar de ETA?
R. ETA siempre ha tratado de utilizar sus víctimas con claves políticas favorables a sus intereses. En el año 2000 no tocó a la puerta del PNV porque para causar la fractura social que buscaba le interesaban más el PP y el PSE. Hay que tomar las cosas con serenidad, pero esa hipótesis no es disparatada.
P. A la hora de definir esa nueva estrategia ante el terrorismo, ¿cree que Zapatero asume su tesis de que el Pacto Antiterrorista es algo del pasado?
R. En cierta forma, existe la percepción de que el Pacto Antiterrorista no contiene los mimbres para abordar la nueva situación. Es un acuerdo que tenía más como objetivo al nacionalismo vasco que a ETA. Y Zapatero es consciente de esto. Pero el PP también debería interiorizar esa reflexión. El PP ha tratado de articular un debate sobre que no se trata de poner fin a ETA, sino de derrotarla. Pero ETA ya fue derrotada hace tiempo, desde el punto de vista de su deslegitimación, y la única posibilidad para ella llegar a un final en el que salve los muebles. De lo que se trata es hacer posible, el día que haya condiciones, un final con el mínimo de sufrimiento para las personas. Defender hoy día un final dialogado me parecería un acto de puro voluntarismo, porque para eso tiene que haber condiciones. Y es claro que no las hay. Hoy el camino es otro.
P. ¿El PP ha hecho de este asunto una apuesta estratégica que ha desarrollado toda la legislatura?
R. La intervención de Rajoy del 30 de diciembre no es la del 15 de enero en el Congreso de los Diputados. El día de la bomba veo un discurso abierto, viniendo de quien viene, con posibilidades de retomar caminos. Luego, se cierra.
P. ¿Qué credibilidad tiene para ustedes ya Batasuna como interlocutor?
R. Ese mundo tiene que alzar la voz ante ETA y su barbarie o si no, su credibilidad política se reduce a la mínima expresión. No podemos olvidar que fue esa presión política la que provocó que en 2001 perdiese la mitad de su representación en la Cámara vasca y una cuota social que no ha recuperado. Hay que seguir hablando y mantener hilos, pero si entendemos la interlocución como aquella que sirva para llegar a acuerdos o complicidades políticas para algo, es evidente que no son interlocutores políticos.
P. Usted plantea una interlocución con Batasuna con el fin de presionarle para que se despegue de la violencia. ¿Es así?
R. Efectivamente. Hay datos de debate en el mundo de la izquierda abertzale que para mí y la inmensa mayoría de la sociedad son insuficientes, pero que en ellos son novedosos. Sin embargo, un diálogo político con Batasuna para buscar acuerdos sobre calendarios y bases políticas no es posible.
P. ¿Fue entonces oportuna la reciente reunión entre el lehendakari y Otegi?
R. Mantener tomas de temperatura, lanzar mensajes directos de exigencia... si el lehendakari se ha reunido con Batasuna, no tengo duda de que se ha movido en esas claves.
P. ¿Su sintonía con Zapatero y el PSE han puesto las bases para un nuevo acuerdo de convivencia en Euskadi entre nacionalistas y no nacionalistas?
R. Se han dado pasos y ha habido acercamientos estratégicos. Es importante que en estrategias básicas de futuro de país busquemos una red de complicidades que hay que reforzar.
P. ¿Estamos más cerca de acordar un nuevo Estatuto vasco?
R. Para buscar unos futuros acuerdos políticos, separándolos del proceso de paz, sinceramente, sí. Se ha avanzado, pero no será un camino de rosas.
P. ¿No es exagerada la reacción del PNV contra los jueces que han encausado a Ibarretxe?
R. En este caso estamos hablando de que una parte del Poder Judicial ha roto todos los diques de contención. Cuando alguien pretende sentar en el banquillo a la máxima institución de un país por el hecho de haberse reunido con otro líder político, es un disparate absoluto. Enciende las líneas rojas de la democracia.
P. Las movilizaciones parecen un pulso entre poderes.
R. No. El pulso lo está llevando el Tribunal Superior vasco. ¿Alguien se imagina que el presidente Zapatero fuera procesado por haber liderado un proceso de conversaciones con ETA? ¿Cómo actuaría una parte importante de la sociedad española? ¿No saldría a la calle? ¿El PSOE se iba a quedar quieto si Zapatero tuviese que sentarse en el banquillo porque lo decidiese la mayoría conservadora del Supremo?
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