Carreras minoritarias
El atlas presentado la pasada semana por la Universidad de Cantabria revela que muchas universidades y titulaciones no tienen la demanda suficiente como para ser social o científicamente útiles. Más de un centenar de titulaciones tienen menos de 10 alumnos y unas 700, menos de 70. La causa es un desajuste entre la dinámica de expansión surgida al calor de la masificación de la universidad, en los años setenta y ochenta del pasado siglo, y la estabilización o reducción de la demanda una vez superada la anomalía de un acceso restringido a las clases pudientes. El descenso demográfico agudizó ese desfase.
Por otro lado, las comunidades autónomas tendieron a multiplicar las universidades sin tener en cuenta las necesidades del conjunto de España. Las propias universidades tienen parte de responsabilidad por haber presionado a las autoridades políticas para aumentar el número de centros y titulaciones por razones muchas veces corporativas. El argumento de conseguir una universidad plena ha llevado a la paradoja de algunas universidades muy plenas, pero vacías.
La exigencia de reorganizar la enseñanza universitaria para adaptarla a Europa es un buena oportunidad para mejorar la situación descrita en el informe citado. Es exigible del Gobierno central y de los autónomos un acuerdo para reducir el frondoso panorama de centros y titulaciones. La especialización parece uno de los criterios más sensatos, concentrando recursos, profesores, investigadores y alumnos en las unidades que resulten de la demanda social, aunque no coincidan con el número de comunidades autónomas o de universidades existentes. No toda universidad puede tener el nivel exigible en todas las especialidades.
Otro criterio deseable es la sustitución de algunas estructuras pensadas a partir de las necesidades docentes por otras más centradas en la investigación. Porque el problema descrito en el Atlas de la España universitaria coexiste con un número de investigadores todavía bajo en relación con los estándares de la Unión Europea.
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