_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Te llamarás Beliza

En España está permitido llamarse Filadelfo, Burgundófora-Cancionila, Hierónides, Filogonio o Cirilina-Rainiera. Esos exotismos y otros muchos de similar calibre existen actualmente en Huerta de Rey (Burgos), pueblo donde casi todos sus habitantes ostentan nombres de pila que para sí quisiera García Márquez en Macondo. En Madrid, sin embargo, está prohibido llamarse Beliza. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Majadahonda ha negado esta semana la nacionalidad española a una niña colombiana nacida aquí hace ocho meses. La criatura está inscrita como Beliza en el Registro Civil y en la Seguridad Social, pero la funcionaria del juzgado alega que ese nombre "no existe como tal en España". Los papás desean, a pesar de todo, que la niña se llame como su tatarabuela paterna.

Otra colombiana, de 33 años, ha visto rechazada estos días la petición de nacionalidad sólo por culpa de su nombre, Darling. ¿Qué criterios utilizan los juzgados para decidir si un nombre existe o no? Cuando mandaban las sacristías, la cosa estaba clara: no se admitían nombres ajenos al Martirologio romano, catálogo oficial de santos y beatos venerados por la Iglesia católica. También se admitían personajes bíblicos, pero a nadie se le ocurría, por si las moscas, bautizar a sus hijos con el nombre de Belcebú, Herodes, Caifás, Pilatos, Iscariote, Barrabás y otros impresentables. Últimamente, las pilas bautismales hacen la vista gorda. ¿Existen en el Martirologio santa Ana Belén, santa Margot, san Álex, san Álvar, santa Airén o santa Vanessa? Si lo haces con discreción y astucia, nadie te prohibirá llamar a tu hija Ausencia, Mata-Hari o Malasaña.

Toda persona debiera tener derecho a cambiar de nombre con el uso de razón. El nombre que se elige para el recién nacido es producto de circunstancias que nada tienen que ver con la estética y que pueden afectar seriamente al futuro del bebé. Conozco un caso ejemplar. Un padre leonés, ebrio de gozo y champán cuando le comunicaron que iba a tener mellizos, juró que los rapacines se llamarían Indíbil y Mandonio (caudillos iberos del siglo III antes de Cristo). Tras feroz oposición familiar, se acordó llamarles como sus abuelos: Secundino y Severo.

Tú te llamarás siempre Beliza.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_