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Columna
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Te llamarás Beliza

En España está permitido llamarse Filadelfo, Burgundófora-Cancionila, Hierónides, Filogonio o Cirilina-Rainiera. Esos exotismos y otros muchos de similar calibre existen actualmente en Huerta de Rey (Burgos), pueblo donde casi todos sus habitantes ostentan nombres de pila que para sí quisiera García Márquez en Macondo. En Madrid, sin embargo, está prohibido llamarse Beliza. El Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Majadahonda ha negado esta semana la nacionalidad española a una niña colombiana nacida aquí hace ocho meses. La criatura está inscrita como Beliza en el Registro Civil y en la Seguridad Social, pero la funcionaria del juzgado alega que ese nombre "no existe como tal en España". Los papás desean, a pesar de todo, que la niña se llame como su tatarabuela paterna.

Otra colombiana, de 33 años, ha visto rechazada estos días la petición de nacionalidad sólo por culpa de su nombre, Darling. ¿Qué criterios utilizan los juzgados para decidir si un nombre existe o no? Cuando mandaban las sacristías, la cosa estaba clara: no se admitían nombres ajenos al Martirologio romano, catálogo oficial de santos y beatos venerados por la Iglesia católica. También se admitían personajes bíblicos, pero a nadie se le ocurría, por si las moscas, bautizar a sus hijos con el nombre de Belcebú, Herodes, Caifás, Pilatos, Iscariote, Barrabás y otros impresentables. Últimamente, las pilas bautismales hacen la vista gorda. ¿Existen en el Martirologio santa Ana Belén, santa Margot, san Álex, san Álvar, santa Airén o santa Vanessa? Si lo haces con discreción y astucia, nadie te prohibirá llamar a tu hija Ausencia, Mata-Hari o Malasaña.

Toda persona debiera tener derecho a cambiar de nombre con el uso de razón. El nombre que se elige para el recién nacido es producto de circunstancias que nada tienen que ver con la estética y que pueden afectar seriamente al futuro del bebé. Conozco un caso ejemplar. Un padre leonés, ebrio de gozo y champán cuando le comunicaron que iba a tener mellizos, juró que los rapacines se llamarían Indíbil y Mandonio (caudillos iberos del siglo III antes de Cristo). Tras feroz oposición familiar, se acordó llamarles como sus abuelos: Secundino y Severo.

Tú te llamarás siempre Beliza.

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