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El estatuto de Kosovo eclipsa la campaña de los comicios serbios

Serbia celebra hoy sus primeras elecciones generales tras la muerte de Milosevic

Guillermo Altares

En los últimos tiempos circula un chiste por Belgrado que demuestra la capacidad de los serbios para ironizar sobre su destino. "¿En qué se parecen Serbia y Nokia? En que cada año sacan un modelo más pequeño". Este país celebra hoy las primeras elecciones generales tras la muerte de Slobodan Milosevic y la separación de Montenegro. Pero las muñecas rusas balcánicas no han terminado de abrirse: la campaña electoral, centrada sobre todo en la UE y en temas económicos, se ha visto eclipsada por un asunto en el que Europa se juega su estabilidad: el estatuto de Kosovo.

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"Apoyar la independencia de Kosovo sería un suicidio político para cualquiera. Pasarán muchos años antes de que Serbia pueda aceptar la independencia", señala el analista de la revista Vreme Dejan Anastasijevic. Todos los partidos (menos uno) mantienen un consenso sobre este tema: conceder toda la autonomía posible, pero no la independencia, no tocar las fronteras interiores de un Estado. La resolución del estatuto de Kosovo puede cerrar los conflictos balcánicos que sacudieron Europa en los noventa o abrir un nuevo frente de inestabilidad.

Del tamaño de Asturias, Kosovo es una provincia serbia administrada por la ONU desde 1999, apoyada en una fuerza de 17.000 soldados (700 de ellos, españoles) de la OTAN, que intervino para frenar la campaña genocida de limpieza étnica lanzada por Milosevic. El 90% de sus habitantes son albaneses y reclaman desde hace años la independencia, que para los serbios es innegociable.

Tras un año y medio de consultas, el mediador de la ONU, Marti Ahtisaari, se dispone a anunciar la semana que viene un plan que propondrá una independencia supervisada por la UE, aunque no está claro si será aprobada por el Consejo de Seguridad, dado que Rusia ha amenazado con el veto. La UE no tiene una postura común: España, entre otros países, está contra la independencia, que apoya con firmeza Estados Unidos.

Los ultranacionalistas serbios, que tienen grandes posibilidades de repetir como fuerza más votada con el 30% de los votos, aunque sin posibilidad de formar Gobierno, pueden aprovechar la oleada de descontento que provocaría la independencia. "Serbia no es, ni de lejos, el único país europeo con una ultraderecha fuerte; pero sería más peligroso si llegasen al poder", asegura el analista Anastasijevic.

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Solución negociada

"Cualquier solución debe ser negociada dentro del marco de la Carta de Naciones Unidas, que sella la inviolabilidad de las fronteras", señala Vladeta Jankovic, asesor del primer ministro, el nacionalista moderado Vojislav Kostunica. Los argumentos que ofrece Jankovic, un catedrático de Clásicas pasado a la política al que muchos en Belgrado sitúan como el próximo ministro de Exteriores, son los mismos que se escuchan en cualquier otro partido democrático serbio.

"Es evidente que Kosovo debe ser gobernado por los albaneses con un alto grado de descentralización, pero sin cambios de fronteras. A la población albanesa se le ha dejado creer que serán independientes y ahora no aceptarán otra cosa. Es verdad que el principio de autodeterminación está contenido en la Carta de Naciones Unidas, pero si lo concedemos aquí, cómo vamos a negarlo en otros lugares. Podemos decir mil veces que Kosovo es un caso único, pero no lo es. ¿Hace falta que mencione el País Vasco?", prosigue Jankovic.

Entre los asistentes a los mítines, en la calle, entre los serbios de Kosovo o en los despachos del Partido Democrático, la formación socialdemócrata y europeísta que tiene grandes posibilidades de encabezar la futura coalición de Gobierno y a la que las encuestas conceden un 26% de los votos, los argumentos que se escuchan son prácticamente idénticos.

La UE suspendió las negociaciones con Serbia para lograr el acuerdo de Estabilización y Asociación, paso previo antes de ser un país candidato, ante la falta de cooperación del Gobierno para capturar al general Ratko Mladic, acusado de genocidio en Bosnia. Bruselas descarta tajantemente que exista una relación entre la reanudación de las negociaciones y la resolución del estatuto de Kosovo; pero muchos en Belgrado creen lo contrario. "El que haga esta relación es que no comprende el proceso de integración", asegura Josep M. Lloveras, jefe de la Delegación de la UE en Serbia.

Con ocho millones de habitantes (10 millones contando Kosovo), una economía en crecimiento (6%), pero un paro que ronda todavía el 20%, la mayor parte de Serbia quiere romper con su pasado de ultranacionalismo y lanzarse hacia el futuro. "Este país necesita un cambio profundo y nada está cambiando realmente", explica el analista Anastasijevic. Pero, mientras Serbia tenga la espada de Damocles de Kosovo, el peligro de que el cambio no sea hacia adelante seguirá existiendo.

Jóvenes serbios pegan carteles durante la campaña electoral en una calle de Belgrado.
Jóvenes serbios pegan carteles durante la campaña electoral en una calle de Belgrado.REUTERS

UNA PROVINCIA CONFLICTIVA

- Kosovo es una provincia serbia administrada por la ONU desde 1999, con apoyo de 17.000 soldados de la OTAN

- El 90% de sus habitantes son albaneses y reclaman la independencia, que para los serbios es innegociable

- El mediador de la ONU propondrá una independencia supervisada por la UE; la comunidad internacional no tiene una postura común

- Casi todos los partidos serbios apoyan conceder un alto grado de autonomía a la provincia, pero sin tocar las fronteras

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Sobre la firma

Guillermo Altares
Es redactor jefe de Cultura en EL PAÍS. Ha pasado por las secciones de Internacional, Reportajes e Ideas, viajado como enviado especial a numerosos países –entre ellos Afganistán, Irak y Líbano– y formado parte del equipo de editorialistas. Es autor de ‘Una lección olvidada’, que recibió el premio al mejor ensayo de las librerías de Madrid.

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