Las encrucijadas de Turquía
A pesar de su importancia histórica, política, económica y cultural, Turquía no contaba hasta hoy con ninguna historia general escrita en español. Cuando este estratégico país que bascula entre Occidente y Oriente, con una población mayoritariamente musulmana, negocia con la Unión Europea su ingreso, aparece este libro de Francisco Veiga, un experto en la zona, que ofrece una síntesis de mil años de historia con especial atención al siglo XX.
EL TURCO. Diez siglos a las puertas de Europa
Francisco Veiga
Debate. Barcelona, 2006
668 páginas. 22,90 euros
El presente suele condicionar el interés por el pasado desde los albores de la historia. De ahí esta repentina aparición de obras originales o traducidas sobre la Turquía que pugna por incorporarse a la Unión Europea. Obras que pueden pecar de un tosco oportunismo y de una ínfima calidad, que pueden obedecer a los propósitos del apuntalamiento de la xenofobia, que pueden servir a la causa de la defensa (?) de una Europa presuntamente cristiana. O que, como en este caso, pueden constituir una muy valiosa síntesis de la historia de Turquía, desde los orígenes hasta nuestros mismos días.
Cercanos están los tiempos en que los profesores no sabían qué bibliografía ofrecer a los estudiantes interesados en los países llamados exóticos, que eran la inmensa mayoría. Y, entre los cuales, sin duda, se encontraba Turquía, que hasta hoy no contaba con ninguna historia general en castellano, y mucho menos escrita por un español. Y ello pese a haber sido desde el siglo XVI el enemigo principal de la Monarquía hispánica y una referencia constante en la vida de los españoles, que entraban en contacto con la Sublime Puerta ya sea por la guerra, ya sea por el comercio (véase el reciente libro de Eloy Martín Corrales), ya sea por la cautividad (véase el reciente libro de José Antonio Martínez Torres), ya sea por la imagen difundida a través de los testimonios orales o escritos.
Gracias a la obra de Francisco Veiga, joven historiador (profesor en la Universidad Autónoma de Barcelona y el CIDOB) y periodista (colaborador de EL PAÍS y El Periódico), tenemos desde ahora una excelente aproximación a la historia de Turquía, redactada a partir de la inteligente y ponderada lectura de una amplia bibliografía especializada y de un profundo conocimiento de la realidad actual, no sólo de aquel país sino también de la Europa balcánica, cuyos destinos tanto tiempo estuvieron unidos a los de los sultanes de Estambul.
El autor ha optado por ofrecer una historia narrativa, que tiene en cuenta sobre todo los hechos de carácter político y militar, a excepción de algunas reflexiones sobre la evolución demográfica y económica (como factor que justifica los avances y retrocesos imperiales), de algunas notas sobre la cultura (sólo tratada con una cierta extensión al hablar del Estambul de Solimán o de la "época de los tulipanes") y de alguna mirada tangencial sobre la vida cotidiana.
Y sin embargo, el libro se sostiene gracias a una exposición perfectamente razonada y argumentada de la trayectoria general de Turquía a lo largo de los diez siglos del título, de la exacta comprensión de los mecanismos que han regido la evolución de un país milenario y de la ágil escritura, jalonada de expresiones felices para rotular las sucesivas rupturas históricas.
La obra parte de la aparición de los pueblos originarios de Asia central que, provistos de la lengua turca como principal signo de identidad, terminarán por instalarse en su solar actual de Anatolia ya en el siglo XII, dando lugar al Imperio Selyúcida, de Konya, después de haber formado la guardia pretoriana de los califas abasíes. Viene después el Imperio Otomano, extendido desde su época de esplendor (de Mehmet el Conquistador a Solimán el Magnífico) hasta su larga decadencia y su fin a manos de la cirugía de hierro de Mustafá Kemal, llamado oficialmente Atatürk, el padre de los turcos, y sin duda, al menos, el padre de la Turquía moderna.
Un buen número de páginas se ocupa por último de esta Turquía del siglo XX y del siglo XXI, con una atención especial a sus esfuerzos por incorporarse a Europa y a las muchas falacias de los enemigos de este acercamiento. Falacias que empiezan con la negación de este mismo carácter europeo a un país establecido durante siglos en la Europa suroriental y con capitalidad en Estambul, la vieja sede del Imperio romano, siguiendo la idea que en su día expresara el cardenal Ratzinger, que creía que Turquía se había formado "en la oposición a Europa y al cristianismo que constituye la esencia europea", sin recordar la tolerancia para con las religiones cristianas o la alianza de Solimán con el Rey Cristianísimo de Francia. Y se podrían ofrecer más ejemplos en favor de una civilización que ha construido el palacio de Topkapi y el puente de Mostar, que ha cultivado con supremo gusto las artes suntuarias (desde la orfebrería a la cerámica de Iznik), que ha producido una bellísima pintura, que ha escrito portentosos versos (desde el refinado Nedim al combativo poeta comunista Nazim Hikmet), que puede presentar a Orhan Pamuk como signo expresivo de la vitalidad de su actual literatura.
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