La alternativa
La alternativa al fracasado intento de final dialogado de ETA es la normalidad: el archivo de las previsiones planteadas de manera condicional en la resolución de mayo de 2005, que autorizaba determinadas iniciativas si se producen ciertas condiciones. Como no se han producido, se vuelve a la situación anterior. No hay que inventar nada: con o sin refundación del pacto antiterrorista, con o sin apoyo del PP, las obligaciones del Gobierno son las de todo Estado democrático contra el terrorismo: persecución policial, cooperación internacional, acción de la justicia frente a los que vulneran la ley. No hace falta siquiera poner un especial énfasis retórico en proclamar lo que se va a hacer. Basta con hacerlo.
Por ejemplo, con relación a la Ley de Partidos. No hace falta insistir tanto en que se va a aplicar; no podría ser de otra manera, mientras esté en vigor. Cabe considerar la hipótesis de que si se produce la disolución de ETA esa ley sea derogada, porque es cierto que se trata de una norma excepcional, sólo justificada por la anomalía de que participara en la competición electoral una fuerza que formaba parte de un entramado que se consideraba con derecho a eliminar a sus rivales políticos. Sin ETA, sería seguramente conveniente derogarla. Pero mientras siga, su brazo político no podrá ser legal ni participar en las elecciones, y la Ley de Partidos tendrá que seguir en vigor.
Y ello con independencia de la valoración que se haga de los movimientos que parecen detectarse estos días en Batasuna. No parece lógico despreciarlos. No es lo mismo disentir del secretario general de un partido que del comité ejecutivo de una banda armada. Si alguna vez se produce la desvinculación de Batasuna respecto a ETA será como culminación de una serie de pequeños movimientos internos. Por ejemplo, no habría sido poca cosa que Batasuna decidiera participar en la manifestación del pasado sábado en Bilbao después de que Ibarretxe incluyera la exigencia a ETA de abandono de la violencia.
Algo que finalmente no ocurrió, pero que probablemente ocurrirá algún día no lejano. Porque el bombazo de Barajas no ha eliminado, sino agudizado, la contradicción entre los intereses de los dirigentes de Batasuna que quieren hacer política y vivir de ella, y la continuidad de ETA. Pero para que esa contradicción se manifieste y sea interiorizada también por los votantes es necesario que se mantenga el nivel de exigencia respecto a las condiciones de vuelta a la legalidad, que incluye la desvinculación expresa de ETA. Cualquier vacilación en este terreno no ayudaría a los que se han atrevido estos días a dudar de la coherencia del comunicado etarra, sino a quienes les han matizado fraternalmente.
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