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El fiasco de la guerra contra Hezbolá

Hubo órdenes contradictorias y falta de preparación de los soldados

Las Fuerzas Armadas israelíes han concluido 40 informes sobre el desempeño de los militares en la guerra de 34 días contra Hezbolá el verano pasado, y las conclusiones son demoledoras para el prestigio de un Ejército que en seis décadas de historia ha hecho gala -salvo en la guerra de Yom Kipur, en 1973- de una capacidad de disuasión frente a sus enemigos que se ha visto ahora seriamente debilitada.

Hasta el último día del conflicto, a mediados de agosto, la guerrilla libanesa fue capaz de lanzar decenas de cohetes Katiusha sobre el norte del Estado judío; los dos soldados capturados el 12 de julio siguen en cautividad, y Hezbolá, aunque tocado, no ha sido hundido y, menos aún, desarmado. El teniente general Dan Halutz, jefe del Estado Mayor y perteneciente al Ejército del Aire, ha seguido el camino de dos generales, Udi Adam y Gal Hirsch, que colgaron el uniforme en otoño. Los errores no son exclusivos de Halutz, nombrado en junio de 2005. Concentrados en la represión de las milicias palestinas, el Ejército desatendió la frontera norte desde que los soldados se retiraran de Líbano en mayo de 2000. Y eso que abundaban los indicios de la incesante actividad de la guerrilla fundamentalista.

La contienda contra Hezbolá ha revelado que la instrucción de los soldados y los mandos en los últimos seis años ha sido insuficiente. Pero sí puede atribuirse a Halutz, y así lo ha admitido él mismo, que se decantara en las dos primeras semanas de batalla por el empleo exclusivo de la aviación. El Ejército de Tierra comenzó a combatir muy tarde.

El panorama que esbozan las investigaciones es desolador. En plena batalla, los radares del buque de guerra que patrullaba a 16 kilómetros frente a las costas de Beirut no funcionaron, mientras jefes de la Armada se mofaban de la capacidad de Hezbolá para lanzar misiles que pudieran dañar los barcos. El 14 de julio la nave fue alcanzada y cuatro uniformados murieron.

El descontrol fue generalizado. Varios generales dieron órdenes contradictorias y algunos comandantes desobedecieron las del Estado Mayor. El propio Halutz ha asegurado que dio la instrucción de utilizar las bombas de racimo con "extrema cautela". Pues bien, el sur de Líbano fue inundado con estos proyectiles, que han dejado cientos de miles de pequeñas cargas explosivas diseminadas por el territorio.

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