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Reportaje:

El atractivo fiscal suizo se disipa

Las autoridades cantonales proponen doblar los impuestos a las fortunas extranjeras

La gota que colmó el vaso de la paciencia francesa parece haber sido el exilio en Gstaad de la legendaria estrella del rock francés Johnny Hallyday. El popular músico ha decidido vivir "seis meses y un día" al año en la célebre estación de esquí alpina. Hallyday se suma así a una larga lista de celebridades francesas que han hecho de Suiza su residencia, como Alain Delon, Alain Prost o los herederos Renault.

La cuestión no es banal a pocos meses de las elecciones francesas, dado que Hallyday ha sido respaldado por el candidato de la UMP, Nicolas Sarkozy. Frente a esta postura, Arnaud de Montebourg, portavoz de la candidata socialista Ségolène Royal, ha sugerido un "bloqueo" fiscal de las fronteras suizas, lo que ha caído como una bomba en el país.

A esta guerra interna ha venido a sumarse Doris Leuthard, la joven y popular ministra de Finanzas de Suiza, que afirmó no entender por qué se grava de manera diferente a una celebridad suiza como el tenista Roger Federer y al francés Hallyday.

Pero la situación puede cambiar, porque esta semana la Conferencia de Directores Cantonales de Finanzas (CDF) ha propuesto doblar los impuestos de los ricos extranjeros en Suiza.

Los impuestos a la carta aportan a las arcas públicas una media de 60.000 euros por persona, que pueden llegar a 186.000 euros. La idea de los cantones consiste en llevar tal cifra al doble. La fórmula estudiada es "multiplicar por 10" el valor de la vivienda de los ricos. En Suiza, el cálculo de los impuestos no se hace sobre la fortuna o los ingresos, sino sobre "el nivel de vida y gastos" del contribuyente, fundamentalmente, el valor de su residencia. Hay unos 4.000 millonarios extranjeros que se benefician de esta laxitud fiscal.

A pesar de que las autoridades suizas afirman que esta iniciativa no guarda relación con la crisis franco-suiza, los observadores destacan la sincronización entre ambos hechos. En cualquier caso, puede decirse que pagar 200.000 euros anuales en lugar de 100.000 no va a impedir que alguien como Ingvar Kamprad, fundador y dueño de Ikea, con una fortuna valorada en 17.500 millones de euros, deje de vivir en la serena Suiza.

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