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Columna
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Islas

Como recordarán, y si no aquí estoy para refrescarles la memoria, Gulliver visita la isla de Balnibarbi y sobre todo su magnífica capital Lagado, en cuya Academia se encuentra con una proposición menos modesta que sorprendente. Se trata ni más ni menos que de facilitar la comprensión universal recurriendo a las cosas en vez de a las palabras: "Se ideó que, siendo las palabras simplemente los nombres de las cosas, sería más conveniente que cada persona llevase consigo todas aquellas cosas de que fuese necesario hablar en el asunto especial sobre que había de discurrir". De esta manera no habría equívocos, puesto que la vista de la cosa remitiría inmediatamente a la cosa evitándose el siempre delicado paso por la palabra. Y se me ocurre que sería un procedimiento que nos convendría aplicar aquí. Dejando de lado objetos engorrosos como las mesas, nuestros políticos deberían llevar encima y siempre a la vista cosas como proceso, paz y diálogo para que todos las viéramos y comprobáramos que son iguales para todos ellos. De este modo se evitarían no sólo los malentendidos y las mentirijillas, sino también las lamentables situaciones que acabamos de vivir.

Empezó ETA, que aunque de política no tiene nada aspira a manejar el cotarro político, con su estrambótico comunicado en el que una vez roto el alto el fuego con su propio fuego, es decir por ella misma y con resultados mortales, mantenía, sin que se le cayese la cara de vergüenza ni se le desprendiera un hemisferio cerebral, que el alto el fuego no estaba roto. ETA reveló con ello que no sólo atenta contra las personas -resulta odioso y ofensivo que después de matar a dos hombres dé el pésame a sus familias-, sino también contra la lógica. Habrá que echarle el fuego encima para que llevándolo bien a la vista (si no se lo echamos no querrá portarlo) no pueda engañarnos.

El segundo golpe bajo a la lógica lo protagonizó Ibarretxe al convocar una manifestación haciendo caso omiso de las atinadas y justas recomendaciones de Josu Jon Imaz en punto a que mejor era no precipitarse y hacer antes prospecciones para un consenso que avalara el desfile pero también la consigna. Si el lehendakari hubiera visto que el diálogo y la paz que habría tenido que llevar encima como recomendaban los académicos de Lagado eran exactamente los mismos que lleva en el coleto Batasuna no tendría que haber recurrido al bochorno de desdecirse e improvisar otra consigna para que no se le colase Batasuna en la marcha.

Y, claro, el tercer desafío a la lógica lo protagonizó Patxi López, que se apuntó a la convocatoria de Ibarretxe como si fuera un bombardeo y eso pese a que no le gustaban ni la iniciativa ni la consigna. En un alarde silogístico, López reflexionó así: no me gusta ni esto ni esto otro, por consiguiente lo acepto. Acto seguido tuvo que volverse atrás porque, evidentemente, la paz y el diálogo de Ibarretxe eran los mismos que los de Batasuna lo que hizo que ésta se apuntase a la procesión obligando a Patxi a desarrollar el silogismo al revés: no me apunto, por consiguiente, ¿qué hago con el lema? A menos que decidiera que como tenía que ir a todo trance con el PNV pero evitando a Batasuna (con la que estaba hasta hace poco a partir un piñón) volviera a aceptar una nueva consigna promovida por Ibarretxe sin que en ningún momento ellos, el PSE, pasaran a la ofensiva promoviendo el eslogan. En fin, que la lógica y la semántica andan de lo más revueltas y alteradas (prefiero no entrar en los atentados que ahora se llaman accidentes), tanto que ni los buenos académicos de la isla de Balnibarbi las enderezarían. Pero que no decaiga, al parecer se ha puesto a la venta la isla de Sealand, un pequeño paraíso fiscal que emite sus propios pasaportes y sellos de correos y acuña su propia moneda. También tiene selección nacional lo que nos pone sobre la pista de la compra. ¿Por qué los irredentos no se la compran a escote, se van a vivir y la llaman Euskal Herria? ¿Acaso hay alguna diferencia entre las palabras Sealand, Euskal Herria o Balnibarbi?

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