_
_
_
_
Reportaje:

Botellón en el rellano de casa

Decenas de chicos se cuelan en los portales de Alonso Martínez en las noches de fiesta

Daniel Verdú

Si está usted harto del botellón de la plaza de su barrio. Si no soporta el griterío de la noche o el rastro de basura que encuentra cuando baja por la mañana a comprar el periódico... piense que hay cosas peores. El botellón se deslocaliza. La Asociación de Vecinos del barrio de Justicia denuncia que en el último año decenas de chicos han irrumpido en los portales por las noches para pegarse la juerga en el rellano de las casas.

Hace una semana, Curra Ortiz encontró varias botellas y vasos desperdigados por la escalera de su casa. Pocos minutos antes había oído gente corriendo por su rellano y armando un lío terrible. Así que, "por si acaso", decidió llamar a su vecina. Tras el breve saludo telefónico, ésta empezó a alertarla de qué iba todo el asunto. Pero sin apenas haber terminado la conversación, Curra oyó cómo alguien "arrancaba de cuajo" la puerta de su portería y subía por las escaleras gritando: "¡Hija de puta!". "Era como La habitación del pánico. Golpearon las puertas y lo dejaron todo perdido", recuerda ella.

Los que rompieron su puerta son jóvenes de entre 18 y 25 años que salen de noche por la zona de bares de Alonso Martínez. Cuando arrecia el frío o una pareja siente aquella necesidad imperiosa de ponerse a cubierto para hacer lo suyo, patada a un portal y adentro. Lo han hecho en la mayoría de edificios de la zona, en la calle de Argensola, en Justiniano, o en Fernando VI. Los destrozos son constantes. Los vecinos, algunas veces se encuentran con el desaguisado por la mañana y otras se topan con los asaltantes en el rellano.

Mario Pezzei esperaba una visita este verano en su casa. "Cuando esperas a alguien de noche siempre hay que estar pendiente de que no le pase nada", explica. Esa noche, cuenta, asistió a "un curso rápido de robo de motos". "Un chico le explicaba a otro cómo iban a robar el escúter de mi vecino", recuerda. Mario sacó la cabeza por el balcón y fingió que el vehículo era suyo. Ellos, como si en realidad estuvieran tomando el fresco en la desértica calle de Justiniano, le dijeron que no se preocupara y siguieron con lo suyo: "Le vamos a robar la moto a este pringado". Mario, que meses antes ya había sufrido a unos chicos que entraron en su portal y orinaron en el carrito de su hijo pequeño, decidió llamar a su vecino.

Tras consensuarlo, él y el auténtico propietario bajaron a "hablar" con los chicos. Pero la conversación, como era de esperar con un maestro y un alumno aventajado del choriceo de motos, duró poco. "Empezaron a insultarnos y a tirarnos adoquines. Tuvimos que parapetarnos en el portal". El vecino de Mario, que se lo había visto venir, bajó con un palo de golf y, con el utensilio y con un poco de paciencia, repelieron la agresión. Hoy todavía quedan marcas en la fachada de su edificio de la lluvia de piedras que les cayó.

En casa de Curra, unas calles más abajo, han tenido que poner refuerzos en la puerta. "Aquella noche me tuve que ir a dormir a casa de una amiga. Me daba pánico pensar que podían entrar en mi piso. Cuando vino la policía, dijo: "Sí, huele a porro; la próxima vez llámennos antes", protesta ahora.

Fuentes del Ayuntamiento aseguran que conocen algunos casos de este tipo de vandalismo, pero que "no tienen constancia de que sea una avalancha". Además, aseguran, la policía municipal está en contacto permanente con la Federación Regional de Asociaciones de Vecinos de Madrid (FRAVM) y seguirá estándolo.

Esa versión no contenta a los residentes de la zona. "El barrio está fatal. Cada noche es lo mismo: peleas, vómitos, robos... Algunos vecinos están pensando en organizar pequeños comandos para vigilar los portales", explica Curra Ortiz. Según el presidente de la Asociación de Vecinos del barrio de Justicia, José Carlos Nicolau, hay más de 15 edificios afectados por el problema. "En los ocho portales de la calle de Justiniano han entrado a hacer botellón. Llaman e intentan que les abran; si no lo logran, le pegan una patada a la puerta y entran", explica Nicolau.

En el edificio de Belén Arranz, también en Justiniano, han entrado cuatro veces desde el verano. En su casa suelen meterse en los trasteros. "Suben parejas continuamente y grupos a hacer botellón. Cuando se marchan, vacían los extintores en la escalera. Es vandalismo puro", denuncia esta vecina.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Daniel Verdú
Nació en Barcelona pero aprendió el oficio en la sección de Madrid de EL PAÍS. Pasó por Cultura y Reportajes, cubrió atentados islamistas en Francia y la catástrofe de Fukushima. Fue corresponsal siete años en Italia y el Vaticano, donde vio caer cinco gobiernos y convivir a dos papas. Corresponsal en París. Los martes firma una columna en Deportes

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_