El rugir del volcán
El director de teatro, que estos días presenta en la sala Cuarta Pared (Madrid) Johnny cogió su fusil, viajó el pasado verano a Ecuador con un guía de lujo: su mujer, originaria del país andino.
Vaya suerte.
Sí, estuvimos dos meses y medio recorriendo el país. Empezamos por Quito, que está metida en un valle y rodeada de volcanes: el Pichincha, Cotopaxi... La parte antigua de la ciudad es una maravilla, con iglesias que se construyeron por 1500.
¿Siguiente parada?
Atacames, cerca del mar y pegado a Colombia, con unas playas de morirse y, lo que es mejor, casi sin turismo. Nuestro hotel consistía en 10 cabañitas de madera, y por las noches venía un señor con una escopeta a vigilar. Daba un poco de miedo.
Un lugar al que volverá.
Boletín
A Mindo, un pueblo más al sur, en plena selva tropical. Un edén. Está rodeado de cascadas, con un río donde se puede hacer rafting y mariposas de una pulgada... Es perfecto para perderse.
Dan ganas de hacer las maletas.
De allí fuimos a Baños, cerca del volcán Tungurahua. Estando allí notamos que subía la temperatura y se nos metía ceniza en los ojos y en la nariz.
Uy, uy...
Eso pensamos, y nos fuimos. A los cuatro días, el volcán entró en erupción. Yo hay dos cosas que no podré olvidar: ver nacer a mi hija y el rugir del volcán.
Sobre la firma
![Carmen Pérez-Lanzac](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/https%3A%2F%2Fs3.amazonaws.com%2Farc-authors%2Fprisa%2F350f6cd2-ef8d-484d-b6db-f1232efc644f.jpg?auth=3bf928ba575f32ded202dc00065cf10ea71e967b162a7c348066ea1dcb265dc0&width=100&height=100&smart=true)