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La lucha contra ETA
Columna
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El encanallamiento de la política

Cuando el principal partido de la oposición, que además ha sido el partido de gobierno en las dos pasadas legislaturas, considera que el Gobierno actual carece de legitimidad de origen porque ganó las elecciones de manera espuria, el encanallamiento de la vida política resulta prácticamente inevitable. La legitimidad de origen domina la política en el Estado democrático, aunque la política no se reduzca a ella. Hay más que legitimidad de origen en la vida política democrática, pero toda ella tiene que tener su fundamento de manera directa o indirecta en dicha legitimidad.

En el PP, tanto entre los militantes y una muy buena parte de sus votantes como en la dirección, se tiene la convicción profundamente arraigada de que el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero carece de legitimidad de origen, que no ganó en buena lid las elecciones y que es, en consecuencia, un presidente legal, pero no legítimo. De ahí que el presidente no pueda reclamar a la oposición el respeto de las formas exigible en democracia, sino que contra él valga todo.

Nos guste o no nos guste, esto es así. En consecuencia, en lo que queda de esta legislatura no cabe esperar ninguna rectificación por parte del PP y, por lo tanto, tampoco una mejora en el clima encanallado en que se desenvuelve la vida política. Más bien, dado que 2007 va a estar marcado por la celebración de elecciones generales territorialmente, aunque sean municipales y autonómicas, y por la perspectiva de las elecciones generales en los primeros meses de 2008, lo que cabe esperar es un empeoramiento de las condiciones meteorológicas.

Quiere decirse, con ello, que los problemas que se van a poder abordar son aquellos en los no se necesite el concurso del PP. No va a ser posible situar en la agenda política la reforma de la Constitución, no se va a poder renovar casi con seguridad el Consejo General del Poder Judicial, a pesar de que con ello este órgano va a quedar más deteriorado de lo que ya está, es probable que no se encuentre salida para la reforma del Estatuto de Galicia... Y ya veremos qué pasa con la política antiterrorista.

2006 terminó mal con el atentado terrorista del 30 de diciembre, pero 2007 ha empezado peor, porque peor que el atentado -políticamente hablando, por supuesto, pues peor que la muerte de dos seres humanos no hay nada- ha sido la forma en que se ha reaccionado tanto en el sistema político español como en el subsistema político vasco. Todos los partidos coinciden, como escribía ayer Soledad Gallego-Díaz, en que ETA se ha puesto a sí misma fuera de juego, pero la impresión que se ha transmitido a la ciudadanía es que son los propios partidos democráticos los que están en esa posición. La sensación de desbarajuste ha calado en estas dos primeras semanas posteriores al atentado.

Esta sensación es la que resulta urgente corregir y para ello debería servir la sesión parlamentaria del próximo lunes. No se le pueden pedir peras al olmo, aunque intentar habrá que intentarlo, y esperar que el PP se pueda apuntar a un acuerdo no con el Gobierno, sino con todos los partidos del arco parlamentario, para definir una estrategia antiterrorista común, pero, con el PP o sin el PP, se tendrá que definir una línea clara que ponga fin a esa sensación a la que acabo de referirme.

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2007 va a ser un año políticamente muy sucio, en el que el aire va a estar sumamente contaminado. Con esto tiene que contar toda democracia a medida que va cumpliendo años. De estas situaciones se sale bien y el sistema político se fortalece o lo contrario. Y eso depende en gran medida de cómo actúen los dirigentes de los partidos políticos, pero en mayor medida todavía de nosotros mismos, de los ciudadanos, que como cuerpo electoral, tendremos que ser los que acabemos poniendo a cada uno en su sitio.

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